Un escritor: Cervantes
En 1916, coincidiendo con el tercer aniversario de la muerte de Cervantes y por iniciativa de la Diputación De Ciudad Real, se acordó que una de las calles más importante de los pueblos se denominase a partir de ese momento como Calle Cervantes ( Quizás lo lógico hubiese sido llamarla calle de Miguel de Cervantes, pero quizás la placa debía ser mayor y alguien pensaría que con Cervantes era suficiente …..) El caso es que aquellas dos placas conmemorativas colocadas a la entrada de Villarta por la entonces Calle Real, una a la entrada norte y otra a la salida hacia el Sur permanecen en el mismo lugar donde se colocaron y cuidadas, no se si por los Ayuntamientos o por los vecinos de las casas donde se pusieron y me sorprende y me alegra porque no es Villarta de San Juan, pueblo donde se conserven las cosas antiguas. [Por otro lado aprovecho para hacer notar el hecho que desde hace ya bastantes «poyetes», escribo el nombre de nuestro pueblo casi completo. Me explico. En lenguaje coloquial es muy frecuente hablar solo de Villarta, y todos nos entendemos, pero cuando lo que escribimos puede ser leído en otros lugares o en otros paises el que lo lee puede quedar con la duda de cual es el Villarta del que hablamos] Atrás quedó el momento en el que celebrando el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, se abrió una plaza con su nombre en el lugar de la antigua «huerta de Miguelillo, ya cerca del comienzo de la vega, -ya desaparecida toda ella-, del río Gigüela y en esa plaza, junto al centro de Salud, un auditorio llamado la Paz que acoge muchos actos culturales ( quizás hubiera debido llamarse Auditorio Miguel de Cervantes pero….). El caso es que «ordenando» mis papeles ( casi mejor decir, cambiándolos de sitio) aparece un escrito sobre nuestro escritor, ese que tanto y tan bien habló de la Mancha, que hizo que ese lugar al que muchos pueblos no decían pertenecer, ahora rivalizan, no ya con ser de la Mancha, si no el de ser la patria chica del más grande de sus hijos, aunque solo existiese en la mente de Cervantes.
Al igual que con su personaje, son varios los pueblos que también luchan por ser su lugar de nacimiento. Al final dos han sido los pueblos, con dispar suerte, que han continuado luchando por demostrar que fueron la patria de Miguel de Cervantes: Alcalá de Henares y Alcázar de San Juan, aunque es la primera de ellas, la que de forma oficial ostenta ese honor, mientras Alcázar de San Juan, sigue batallando por hacer valer la partida de bautismo que conserva en su iglesia de Santa María ( El día menos pensado, si Putin y tantos locos egoistas, nos dejan vivir, aparecerá entre los viejos papeles de un viejo archivo de un pequeño y casi olvidado pueblo, algún documento en el que se diga claramente que el día tal, de tal mes y de tal año, nació un niño al que le pusieron por nombre Miguel, …. ). Ciertamente en pueblos próximos al nuestro son muchos los apellidos Cervantes y Saavedra que aparecen en archivos pero creemos que a estas altura, salvo sorpresas, todo quedará como está. En cualquier caso es indudable que estos apellidos son muy propios del Campo de San Juan, ese pequeño territorio al que pertenecían catorce villas de la antigua provincia de Toledo y dentro de ella, como un partido propio, con un Gran Prior con sede en Consuegra y un gobernador en Alcázar de Consuegra, luego Alcázar de San Juan, al frente . Por decisiones de gobernantes de tiempos díficiles (poco después de la guerra de la Independencia, cuando aún algunos pueblos, como Villarta olían a humo de su incendio motivado por la guerra) decidieron que esa antigua historia del Campo de San Juan, no les daba derecho a tener tanta categoría y empezaron, primero a repartir pueblos entre las provincias, algunas antiguas como Toledo y otras nuevas como Ciudad Real y de aquellos pueblos del Campo de San Juan, cinco fueron a adscribirse a la provincia de Ciudad Real, más otras dos pedanías ( Puerto Lápice y Las Labores): Alcázar, Herencia, Argamasilla, Villarta y Arenas, mientras el resto permanecía dependiendo de Toledo. Todo podía haber quedado un poco mejor, pero había que «agradecer» servicios prestados durante la guerra pasada y se crearon nuevos partidos judiciales al que hubo que dar alguna más población y asi, Villarta y Las Labores fueron a depender del nuevo partido judicial de Manzanares, mientras Arenas pasaba a depender de Daimiel. Nada tenía trascendencia para aquellos personajes que deshacían y hacían nueva historia y, en realidad, los pueblos afectados poco perdieron: la misma pobreza, el mismo olvido, …. sólo quedó perdido algo en el camino: los documentos , los archivos de esos pueblos que fueron de un lugar a otro hasta quedar en el olvido o pasar a manos particulares que rellenaron con ellos las medio vacías estanterías de sus mal llamadas bibliotecas ( no mayores que las del Ingenioso Hidalgo que también fue en su momento saqueada y quemada porque aquellos libros habían sido la causa de la locura de Don Quijote), cuando no a aquellas antiguas librerias de libros viejos en loa que a veces encuentras historias olvidadas de nuestros pueblos, incluido el nuestro.
En cualquier caso los pueblos, los pequeños pueblos, eran y -algunos de ellos-, son como son y bastante tenían, como se dice por aquí, «para sacar leche de una alcuza» (no sabemos como lo hacían, pero bien dificil sería sacar leche de un «cacharro» que, en cualquier caso, solo olería a aceite y lo que de élla se sacara sería restos de agua aceitosa manchada con un poco de leche); bastante tenían con malvivir de su miseria y poco podía importarles si los impuestos iban al Gran Prior de San Juan o al gobernador de tal partido judicial. Tanto es así que llegado estos días, ni otros muchos, nunca ha sido nuestro pueblo muy dado a vanagloriarse de un ilustre antepasado o recordar a algún ilustre villartero, salvo a nuestro entrañable Tomás Pina, dándole nombre a ese campo de fútbol donde empezó a corretear. [Bueno esto último es exagerando un poco nuestra realidad, pues hace ya algunos años descubrimos la existencia, vida y hazañas de un villartero que desde los tercios de Flandes fue escalando peldaños en aquel ejército de tanto renombre y después fue nombrado caballero de la Orden de Santiago, Corregidor de Gibraltar, Mariscal de Campo, Gobernador de San Juan de Puerto Rico y demás cargos aunque, al final, murió abandonado en una cárcel portuguesa cuando Portugal se hizo independiente de España. Nadie sabía nada de él, salvo Villaharta, de la provincia de Córdoba, que sin saber como ni porqué lo convirtió en hijo importante de aquella villa. Al final pudimos corregir el error y hoy en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia aquel personaje llamado Cristobal Mexia Bocanegra figura como natural de Villarta de San Juan (antes Villaharta)]
A veces, sin darnos cuenta, nos desviamos de nuestro principal tema pero así parece ser el oficio de «escribidor». El caso es que, este sábado, se cumplirá el 407 aniversario de la muerte de Cervantes y como ya es habitual, nuestra bibliotecaria y nuestro librero Fernan, se preparan para celebrar ese día del libro en honor de Cervantes, porque Villarta ya va siendo cantera de escritores y depende de todos nosotros para que nuevos escritores villarteros sigan apareciendo. No es un oficio para vivir de él, pero si es un oficio que permite contar historias, leyendas, cuentos, poemas, … que en algún momento puedan servir para llenar soledades de los mayores e ilusiones de los pequeños, que no sólo de móviles, «tablés» y demás «moderneces«, muy útiles tambien, nos alejan tanto de una mesa camilla, en esos meses fríos de nuestra tierra, con un libro en la mano, que vamos hojeando con cuidado o mojando un poco nuestros dedos en salivilla, hasta que la historia del libro nos vence y nuestros ojos se van cerrando dejando que, a dormivela, continuemos la historia que estábamos leyendo poniendo en nuestra imaginación pasajes no escritos en el libro, que se nos habrá caido entre las piernas, como buscando la realidad de la vida y no la que a veces nos imaginamos.
Tantas historias, la mayoría reales, pero otras muchas inventadas y aplicadas al escritor, creyendo, que con ello se incrementaba su fama, me da que pensar que si le aplicamos una nueva historia a su vida tan llena de aventuras y sinsabores, nadie se extrañará de que así hubiese sucedido. Así que permitidme una historia nueva, inventada, pero que sí pudo ser realidad. Porque no hemos de olvidar que el escritor, Cervantes, vivió siempre con escasos recursos y acarició todos los escasos recursos que se le fueron poniendo a mano, sin ilusión ni avaricia, sino solo por la necesidad de vivir de algo. Era hijo de hidalgos, no muy ricos pero como estaba estipulado en la España de aquellos tiempos y en la de muchos años después, existía una casi ley, -una costumbre-, por la cual el hijo mayor vivía de los bienes del padre, el segundón de la familia, si había oportunidad, buscaría acomodo en el seno de la Iglesia aunque fuese solo cura pobre de una parroquia pobre, y si había más hijos, a estos se les podía aplicar una herencia dura: «apáñatelas como puedas». Posiblemente a Don Miguel le tocó «apañarselas» lo mejor que pudo y entre «col y col«, escribía un poco con la lejana ilusión de ver alguno de sus libros impresos. Así que en su vida fue «tocando todos los palillos». Ilusionado «con hacer las Américas». terminó como criado de un noble en Italia y desde allí a los tercios, que en Flandes (con las continuas guerras, siempre era bienvenida la sangre joven); allí anduvo de soldado bastante tiempo hasta que embarcó en una de las naves que fueron a Lepanto, donde perdió el brazo izquierdo ( luego cuando fue famoso escritor aunque de flaca economía, dirían que allí perdió el brazo izquierdo para gloria del derecho y añado que si es cierto pero sin brazo izquierdo útil) y cuando volvía ufano de haber participado » en la mas alta acción que vieron los siglos», -como el mismo dijo-, fue secuestrado y preso en Argel durante muchos años, hasta que los Mercedarios le rescataron y volvió a España donde empezó a malvivir de los empleos públicos que le salían y a pesar de ello escribía y escribía, en un mundo donde Lope de Vega, Quevedo o Góngora eran los que se llevaban fama y dineros. Y Aceptó, qué remedio, el cargo de recaudador de impuestos…. y aquí vamos a inventar una pequeña historia para nuestro escritor.
Un hidalgo
Tuvo que hacer muchos viajes a Andalucía y en muchas ocasiones prescindió del camino de postas que le llevaba por Ciudad Real, mas corto pero también más solitario, escaso de poblaciones pero abundante en posadas y ventas de mala muerte donde siempre ocurría algún tropiezo. Así que casi siempre escogía otro camino más seguro como era el camino que llevaba desde Toledo a Granada y que tenía parada y descanso en un pequeño lugar, -aún no era villa-, llamado Villaharta en los territorios de la Orden de San Juan. Tenía entonces tres mesones. Y allí a lo largo de sus viajes trabó cierta amistad con uno de los pocos hidalgos del lugar: Un viejo hidalgo, algo mayor, llamado Pedro Mexía que estaba embarcado en numerosos pleitos buscando el reconocimiento legal de su hidalguia que hiciera valer el valor de su apellido, de rancio abolengo. Este hidalgo, entre unas cosas y otras, había perdido gran parte de su capital, cuyo nombre aún en este siglo le recuerda: el monte Mejía la finca de Bocanegra, etc. Siempre tuvo fama este pueblo de ser aldea de moros y judios sin embargo su buen puente, el puente viejo de tiempos de los romanos decía algunos de su moradores, le reconocia como buen atajo para el camino de Andalucia y pasar las pantañosas agus del Guadiana o Gigüela o Záncara que nadie se atrevía a afirmar un nombre definitivo para aquella zona. En uno de aquellos viajes, con su Quijote rondándole por la cabeza, cruza el puente recién arreglado por a Mesta y mira el ancho desierto de la Mancha, ve la mansedumbre de su tierra y a algún pobre labriego arreglando tierras que sus habitantes decían «bajeros» para coger algunos alimentos «para el gasto»; sube un pequeña cuesta que deja a su izquierda una vieja pero aparentemente fuerte y maciza iglesia.
Un lugar: Villaharta de San Juan
Navarro Ledesma en una biografía sobre el Inenioso Hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra, decía: «Entra en el pueblo cercado de tapias terrosas, con bardales de tobas que al sol se tornan de verdes en cárdenas». Frente a una de las ventas se encuentra el viejo edificio del Ayuntamiento que junto a las casas de algunos de los ricos del lugar ( digo ricos por diferenciarlos de los pobres de la villa que eran «pobre de solemnidad» y en gran número) formaban la plaza pública del pueblo. Cerca de ella había otros altillos del terreno que por no poder edificarse en ellos hacían las veces de plaza (hasta no hace mucho, y aún sigue, estaba la plaza de los mil nombres pero más bien conocida incluso ahora como la plazuela del altillo). Pues, bien en esa plaza pública, al abrigo de los malos vientos, y en plena solanera, se apoyaban en las paredes viejos hidalgos venidos a menos o los desocupados que veían pasar las horas esperando no se sabe qué. A sus pies galgos barcinos, tan flacos como sus dueños, se acurrucan bostezando. En las puertas de un viejo y destartalado caserón, hay un viejo distraido como si repasase su vida. Los otros ocupantes de la plaza, le miran y sonrien como diciendo «quien iba a decir que los Mexias terminarían así» . Pero lo decían con pena, con nostalgia, recordando tantas y tantas visitas importantes que habían traspuesto la puerta, ya vieja, pero imponente del viejo caserón. Miguel de Cervantes, un poco arreglado pero como intentando aparentar lo que no es, se ha asomado a la puerta de la venta. En su tanto tratar y correr mundo y vida, ha logrado distinguir a aquellas personas que, aunque venidas a vemos, han debido ser algo. Y se ha fijado en el viejo Pedro Mexías, bueno así lo escribían pero la realidad es que en aquellos tiempos la «x» ya no significaba nada y todo el mundo le decia Pedro Mejías ( y así se llama aún un pequeño monte al lado de la autovia de Andalucia). Y despacio, Cervantes cruza el secarral de plaza que solo tiene algún árbol al lado de la puerta del ayuntamiento ( Ese árbol conocido como falsa acacia estaba muy estropeado que por él subían sin ningún cuidado los chicos a coger flores de «pandesequillo», -que así le llamaban ellos-, como si de un manjar suculento se tratase), pues despacio, Cervantes se acerca a donde están los viejos. «A la paz de Dios, hermanos», les dice como saludo ante la sorpresa de que un desconocido se dirija a ellos y sigue presentándose: «Me llamo Miguel de Cervantes y soy recaudador de impuestos del Prior…»; tiene que rectificar rápidamente Cervantes, al ver los ademanes huidizos de los ancianos. «Bueno no se preocupen que yo voy de paso y mi verdadera afición es la de escribir» . Y para mayor tranquilidad de todos ellos les cuenta que está escribiendo un libro sobre un viejo hidalgo de un pequeño lugar de la Mancha al que le gustaba mucho leer libros de aventuras. Y viendo como se van tranquilizando les comenta que el viejo que está allí junto a la puerta de aquella casona le da una idea del personaje sobre el que quiere escribir el libro. Ya más calmados y el hecho de estar hablando con un escritor hace que poco a poco se vayan acercando los demás y uno de ellos con pinta de ser de los que todo lo saben, le dice: » Ese que está ahí junto a la puerta es Don Pedro Mejía un hidalgo de gran familia que se está quedando solo y con pocos posibles. Era una de las familias más ricas de los contornos pero ahora solo tiene unas pocas tierras de las que cuida, malamente, un antiguo criado suyo rechonchete y que otra cosa no sabrá pero refranes, como lo dejan hablar no para. Antes en el buen tiempo, Don Pedro sobre su caballo que está bueno el pobre ya, y Pacito, -que le llaman asi porque la patrona de este lugar es la Virgen de la Paz-, con su borrico que tambien tiene ya sus años, salen de caza que yo creo que alguna se deja cazar porque ambos vuelvan contentos al pueblo…» Piensa, Cervantes, con razón que el tal Pacito, no parará de decir refranes, pero el que le está hablando, que debe ser el sabidillo de lugar, no le va a la zaga. Así que le pide que se lo presente, a lo cual, nuestro personaje parlanchin, acepta sin dudar. Se acercan a Don Pedro y el villartero le dice: «Don Pedro, buenos días. Quiero presentarle a un escritor que está aquí de paso. Se llama Don Miguel y quiere conocerle par hablar de usted en su libro». Don Pedro, con parsimonia y esa educación de viejo hidalgo, le dice «Bienvenido sea a este humilde lugar de la Mancha y poco conocido». Tras esa breve presentación, ambos don Miguel y don Pedro han adivinado interés uno en el otro y don Pedro, después de agradecer al villartero locuaz la presentación le despide dandóle las gracias. Y solos los dos, sin poder evitar las miradas curiosas del resto de vecinos y a ruego de Don Pedro pasan al interior de la casa, mientras le dice a Don Miguel: «Si no le importa pasemos dentro, a salvo de miradas que vaya usted a saber lo que estarán pensando». Pasan a un pequeño saloncillo con muebles de tapicería ya raída, en el que una vieja criada limpia que te limpia algo parecido a un sillón al que ya no puede sacarsele lustre alguno. «Tome asiento, don Miguel, yo me llamo Don Pedro Mexía ( él si ha pronunciado con énfasis la x) y soy viejo hidalgo de esta villa. Ahora solo tengo un nieto que es ahora corregidor de Gibraltar pero que ya ha olvidado pueblo y familia, bueno no del todo que hace poco estuvo aquí recabando información para presentar documentos que avalen su hidalguia pues le ha propuesto para ser caballero de la Orden de Santiago pero no creo que vuelva mas por aquí que está de una lado para otro,… Y por cierto ¿usted es escritor? ¿y vive de ello? ¿ y qué escribe ahora?» Ante esta avalancha de preguntas Miguel de Cervantes no puede apenas ni hablar porque cuando está pensando una respuesta ya está el viejo hidalgo con otra pregunta en los labios. Al final lo logra y con cierta tristeza le responde al viejo: «Algunos libros he escrito pero vivir, lo que se dice vivir de escribir hay un largo trecho. Veo que tiene algunos libros antiguos por lo que deduzco que es aficionado a la lectura…» Y Pedro le interrumpe: » No a mi me gustaba poco y me defiendo mal con la lectura. Era mi mujer, que Dios tenga en su gloria, a la que disfrutaba mucho leer y a la que muchas de las visitas importantes que teníamos le dejaban en recuerdo algún libro». Seguían hablando acompañado con un vaso de vino excesivamente añejo o por lo menos de la misma añada que el viejo Pedro. Y hubieran seguido hablando pero una voz apresurada y apremiante de un postillón de la posada le gritaba: «¡Don Miguel, dese prisa que va a salir una diligencia hacía Andalucia..!» Y aquí quedó esta primera conversación. «Espero volver a verlo cuando pase otra vez por … este pueblo que ni me acuerdo de su nombre», le dijo don Miguel como despedida. «Espero volver a hablar con Usted, si aguanto, que los años pesan mucho. Y ya me irá contando algo del libro». Fueron varias las veces que este encuentro se repitió. En una de las últimas ocasiones, Don Pedro le dijo a don Miguel: «Don Miguel al final he ganado el pleito que tenía con el Ayuntamiento, ya puedo lucir mi apellido con honor.» y Cervantes le contestó «Yo he acabado la primera parte de mi libro y desde que hablé con usted aquel primer día fui cambiando algunas cosas. El titulo lo primero. Lo iba a llamar el Hidalgo de Villaharta pero al final como hay tantos pueblos del mismo nombre he decidido llamarle el Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, en recuerdo de esa tierra que tenía usted cerca de Venta Quexada, y como se me atragantaba el nombre de su pueblo he decidido Empezar el libro diciendo: En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no me acuerdo, pero los de la imprenta dijeron que era mejor poner no quiero acordarme…»
Un libro
Y así fue el último encuentro entre el hidalgo de un lugar al que muchos les cuesta recordar y el de un escritor que malvivió de lo que escribía pero cuya gloria será eterna. Día del libro del año 2023 recordando lo que pudo haber sido aunque no fuese… o como dice nuestro paisano José Mota: » Y si..sí»
José Muñoz Torres, cronista oficial
Buenos días. Felicidades por la entrada y el blog. Por si fuera de tu interés. https://ernestocapuani.wordpress.com/2023/04/20/en-la-semana-de-la-lectura-pues-esto-es-lo-mejor-que-tengo-memoria-de-la-soledad-etica-en-el-quijote/
Un cordial saludo.
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Para los que nos metemos en terrenos de hacer porque si sin sacar nada mas que, a veces, unas palabras de agradecimiento es algo que no tiene precio. En cualquier caso es muy importante compartir la soledad. Gracias. Pepe Muñoz. de tierras manchegas-sanjuanistas
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Felicidades. Pues esta es la soledad ética de quienes hemos encontrado en el Quijote un espejo. Saludos
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Me ha gustado mucho este poyete, muy interesante y a la vez muy ameno. Muchas gracias Pepe,
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