CEMENTERIO DE PALABRAS, por José Muñoz Torres.

Hace un semana leía lo siguiente: «Hubo tiempos en que los españoles hablaban como franceses ásperos. En la segunda mitad del siglo XIX, la primera del XX, la influencia de Francia en este mundo era tal que cuando había que adoptar una palabra nueva, cuando había que nombrar algo que no exixtía, usábamos las suyas. Con el impulso de aquellos años de «grandeur» llegaron del otro lado de los Pirineos [palabras como] el chofer y el garage y el hotel, un bulevar, un autobús, la bicicleta, el ballet y la banca, la boutique, los carnés, el pantalón y el paquete y la pornografía, una élite y una gripe, un cable y un calibre y un chalé, el cine y el cliché, filmar y debutar, el complot y el confort y el comunismo, el oxigeno, el avión y el tren y la cabina, el billete e incluso la croqueta, un chef, un restaurante y su menú y sus filetes, el extranjero, la feminista y el fetiche, un somier o un bidé o una masacre…» [MARTÍN CAPARRÓS.- La palabra ordenador. El País semanal. 9 de octubre 2022].

Después sería el inglés, al amparo de palabras que no existían para definir un invento o algo nuevo; y el mundo anglosajón, sobre todo, se las apañó de tal forma que se fué haciendo insustituible para otras partes del mundo, y después se fué haciendo necesario para estudiosos de algo concreto y posteriormente se convirtió en una herramienta más de nuestra vida sin que nos molestemos siquiera en españolizarla y así vemos como farfullamos, como niños pequeños que empiezan a hablar lo que antes no sabían. «Así si nos pasan un tip descargamos en la tablet una app muy cool de una star-up que, si tenemos el password del wifi y entramos online, nos permite chatear o postear o hacer streaming o navegar random por la web hasta que algo en Twiter o Twich o YouTube o Instragram o TikTok sea tan cool o creepy o sexy como para darle un like con emoji al influencer que lo linkeó, digamos…»[MARTIN CAPARRÓS. Artículo antes citado]. Nuestros mayores al oir algo así hubieran corrido, no hace tanto tiempo, a buscar a nuestra madres (nuestros padres para estas cosas ni contaban ni querían contar) a decirles: «¡Corre María que al chico o la chica le ha debido pasar algo malo. No entiendo lo que dice. Avisa al médico»..

Es una introducción larga pero la verdad es que hay que preguntarse ¿A dónde han ido nuestras palabras? ¿Hay un cementerio de palabras?.

Y lo que no hemos pensado nunca es que las palabras, son como los seres humanos: nacen, crecen, viven y mueren. Hay algunas que viven muchos años, muchos años, son aquellas que cuidamos, aquellas que no importan como se dicen en otros idiomas, sino que las necesitamos tal y como son: Madre, padre, hijos, «Paces»,… miles y miles de palabras que es muy dificil que puedan morir, palabras que no dejaremos nunca de utilizar.

Pero lo más curioso de estas palabras es que tienen su registro de nacimiento, de dónde proceden, por qué las utilizamos, quien nos ha impuesto su utilización, etc. He denominado a este «poyete» con el nombre de cementerio de palabras aunque no tienen un lugar fijo para estar (o para dejar de estar) hasta que el editor del libro, hace un estudio de su evolución y de pronto se da cuenta de que esa palabra ya no se utiliza, ya no es necesaría y en la siguiente edición del Diccionario desaparece. Ese libro se llama Diccionario de La Real Academía de la Lengua y está en todos los sitios importantes. En otros menos importantes hay libros de palabras que se decían o siguen diciendo en nuestros pueblos y que son parte de nuestra vida particular. No muchos les hacen caso pero ahí siguen y algunos con muy buena salud. Buscad la palabra cobete en cualquier diccionario y no la encontraréis, pero aquí en Villarta, sobre todo en algunos días especiales si la oiréis y estaremos encantados de decirla. Ese, maternidad, sanatorio o cementerio de palabras está dentro todo él del llamado «Diccionario de la Lengua Castellana» [En su primera edición del año 1726 en la Imprenta de la Real Academia Española], aunque en la última edición de año 1992, ya figura como «Diccionario de la Lengua Española».

Portada de la primera edición del Diccioanrio de la Lengua Castellana. 1726 (Fuente: BNE)

Portadilla del Diccionario de la Lengua Española. Vigésima primera Edición. 1999. (Fuente: RAE)

En todos estos volúmenes de la Real Academia de la Lengua Española, está la historia de nuestras palabras, lo que se entendía en su inicio y lo que se entendia ahora, las que se utilizaban entonces y las que se utilizan ahora. Las palabras que se encuentran en la edición actual ascienden a 83.500 9 más las que periodicamente, por los medios habituales de la Real Academia se van incorporando, que sobre la edición anterior suponía una incorporación o nuevas definiciones de más de 12.000. Pero el tema fundamental es lo que supone el diccionario como un reportaje inmenso de nuestras vidas, de nuestras costumbres, de nuestros trabajos, etc. El Diccionario no solamente nos sirve para conocer lo que significa una palabra y cómo escribirla correctamente una palabra sino, además, ver la evolución de nuestras vidas. Por otro lado en el diccionario después de la palabra , y entre paréntesis y con letras cursivas se indica el origen de la palabra en el caso de que no sea español. Como curiosidad de nuestros diccionarios y de nuestra lengua, hemos de señalar el problema que presenta para nosotros la existencia y utilización de la letra «ñ», no utilizada como tal en otros idiomas ( aunque si exista el sonido) y de la cual han hecho simbolo como representación de nuestro pais, los distintos gobiernos, de uno u otro signo de nuestra nación. De hecho, la no existencia de esa letra hizo, supongo que todavia existe, es la imposibilidad de utilizar una clave o contraseña con la letra «ñ» ( mi apellido muñoz, como tal no sirve para esa función sino que habría que utilizar la «m» o «gn», en mi caso, «munoz»).

Este funcionamiento del diccionario, especialmente la evolución del significado de las palabras, se ve perfectamente comparando las dos versiones del diccionaio que hemos señalado anteriormente, la de 1726 y la de 1999. Veamos , por ejemplo, la palabra abolengo. Una explicación más amplia que la aparecida en el diccionario dice que es un término que hace referencia a la ascendencia de una persona, sobre todo a los abuelos. A nivel jurídico se refiere a los bienes recibidos por los ascendientes siempre de forma gratuita.Sin embargo en el primer diccioanio de la academia de la Lengua, al buscar la citada palabra nos remite a otro escrita con «V», es decir nos remite a la palabra «avolengo». Esta palabra, en el citado diccionario nos explica porque se escribe con «v». Textualmente dice: «La ascendencia de Avuelos y bisabuelos. el origen de esta palabra sale del latín Avus, por cuya razón se debe escribir con «v» y no con «b», aunque ya en el citado diccionario figure como abolengo. En la actual edición del diccionaio de la RAE se dice: Abolengo (De abuelo) masculino. Ascendencia de abuelos o antepasados //2. Ascendencia ilustre. //3. Lugar de donde se es oriundo, nacionalidad, filiación étnica o biológica //4. Der. Patrimonio o herencia que viene de los abuelos o de los antepasados.» [Curiosamente indica que procede de la palabra abuelos, en cambio el origen de esta palabra es del latín «avus» que significaba abuelo. Es un mundo de embrollos pero que al final nos va llevando a conocer la realidad. Asi por ejmplo cuando se dice, actualemnte, que es una persona de «rico abolengo» lo que se está indicando es que sus antepasados eran muy ricos o, con una gran fortuna]

Fragmento de la página del volumen Primero del Primer Diccionario de la RAE, en el que se encuentra la palabra Avolengo (Abolengo)

En cualquier caso, y termino este áspero «poyete» hacemos mención a otros palabras que el propio pueblo o un sector de él como el agrario ha utilizado explicando practicamente con la misma palabra lo que se quiere decir. En la definición de la palabra «Abonar», (en la última edición del dicionario de la RAE) en la acepción ||5 dice: Echar en la tierra laborable materias que aumenten su fertilidad. En el no se define que tipo de materia se añade. Pero, al menos en nuestra tierra, el agricultor se inventó la palabra «abasurar» (palabra que no figura en el Diccionario) pero que en realidad complementa lo que el diccionario no dice y es que define cual es la materia que se echa a la tierra: «Basura» procedente de los excrementos de las caballerías u otros animales que se iban a montonando en el «barranco» (palabra que tampoco aparece en el diccionario pero que sería sinónima de «basurero» (Sitio donde se arroja y amontona la basura). Os aconsejo echéis un vistazo al poyete de «Dicionario villartero de andar por casa». Seguiremos, de todas formas con algo más de tranquilidad con este tema en otro poyete.

José Muñoz Torres, cronista oficial


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