PAISAJES DE «PACES», por José Muñoz Torres.

De siempre, Villarta de San Juan ha sido un pueblo moderno o quizás haya que decir que siempre ha sido un pueblo práctico pues para ir prosperando, para ir viviendo mejor, había que deshacerse de lo viejo y por propia iniciativa y con poca ayuda ajena ha ido cambiando continuamente; unas veces, por comodidad, otras forzados por las instancias superiores, -esas que desde Madrid, generalmente, disponían lo que había qué hacer, lo que no se debía hacer y lo que interesaba hacer, …. a algunos y sus motivos tendrían-; el caso es que Villarta siempre se ha estado haciendo y sino mirad con mucho cuidado esas fotos que todos guardamos y veréis como detrás de nosotros, -en esas fotos-, aparecen edificios desconocidos o al menos que nos parecen ajenos a esos lugares que, con toda seguridad serían o llegaron a ser puntos importantes en nuestras vidas o en las de nuestros antepasados. Casi todos han perdido ese punto de interés del que disfrutaron en beneficio de otros, aunque en realidad cada vez son menos esos puntos que concitan la reunión, el paseo, la charla o simplemente el recuerdo. La pequeña plaza del Ayuntamiento, la recoleta plaza pública, con el pósito frente al Ayuntamiento que la hacia plaza cerrada, plaza que en alguna foto, que quizás incluso llegue a perderse, solo se ve aspereza, hoyos que nos indican que en en ese lugar hubo algún árbol y una vez seco lo arrancaron sin casi rellenar el hueco de sus raices,…. lugares como donde se encontraba la bascula o el surtidor de gasolina y a su lado dos antiguos árboles que daban frescor, en el verano, a la terraza del Bar Ramón; los tiempos, la modernidad, el hecho de no tener necesidad de muchas cosas que antes nos eran necesarias y ahora no sabemos donde encontrar esa necesidad, …. Perdón, quizás no se debe hablar o escribir con tanta rotundidad porque si todo eso, evidentemente, es cierto quedan todavía un par de días al año, -quizás algunos más pero principalmente dos-, que, incluso sin cambiar nada de lo moderno, en un momento, -en días fríos de enero-, nos hace volver a esas otras fechas en que algunos lugares vuelven a ser el centro de los recuerdos, el centro del cariño, del amor, de nuestra juventud dejada atrás, de nuestros sacrificios, de nuestras ilusiones, … y todo debido a que una pequeña plazuela nos hace volver a vivir partes importantes y entrañables de nuestra vida. Una plaza cambiante de nombres que tenía en un principio el de Plazuela de Nuestra Señora de la Paz, y que cuando de ella ha desaparecido aquella pequeña ermita que dos o tres personas de nuestro pueblo, recuerdan, aún vagamente, entre la neblina de sus muchos años vividos, siguió llamándose plaza de la Ermita, aunque el rótulo medio doblado indique otro nombre quizás sin sentido. Pero para todos esa plaza de la Ermita será y debe seguir siendo, ese centro donde, aunque sea una sola vez al año, nos sintamos todos villarteros y donde podremos hablar, sin poblemas, de todas las cosas que hemos vivido a partir de esa pequeña plaza en la que tantas cosas de Villarta y villarteros se han dicho y oido.

Y estamos ya en la vispera de uno de estos días: El último día de «las novenas». Quizás este año, la iglesia (vamos a imaginarnos de todas formas que estamos dentro de la vieja ermita), no tenga la presencia física de tantos villarteros como en otros años, pero el espíritu de tantos y tantos villarteros ausentes por tantas razones, llena sobradamente el templo. Se ven rostros que no desvían ni por un momento la mirada de su Virgen. La están retratando con su corazón, observando al detalle todo aquello en lo que otras veces no había observado, quizás ese ramillete de alianzas engarzadas de tantas y tantas parejas que han querido que el simbolo de su amor quedase prendido junto a la madre; y es que este año es muy especial y no quieren que ningún detalle se les quede olvidado. En la sacristía, las monaguillas y algún monaguillo (los tiempos han cambiado y el número de ellas supera ampliamente al de los monaguillos) esperan nerviosos. Hay en el templo hay silencio, alegría contenida por multiples suspiros de los que llevan a flor de piel el recuerdo de tantos como este año no han podido estar junto a la Madre. Hay esperanza, consuelo, emoción, ausencias queridas y no olvidadas. Y un cántico aprendido desde niños y nunca olvidado sorprende al predicador que posiblemente piense qué es lo que va a predicar yo a esta gente que tanto sabe de amor. Algunos de los asistentes hace muchos años, casi desde que se casó, que dejaron ir a la iglesia habitualmente, pero su voz ronca, entrecortada y rotunda se abre paso con decisión en dirección a la Madre: «¡Madre mía, luz y guia..». Y a partir de ahí, de ese momento, se celebran cientos de novenas en las que aparecen rostros queridos, situaciones de cuando eran niños apretujados y somnolientos junto a su madre que de vez en cuando intentaba despertarlo; miradas de jóvenes que van de la cara de la virgen a la de su posible primer amor; rostros entristecidos por soledades y ausencias que de pronto dibujan una leve sonrisa recordando tantas cosas pasadas o simplemente pensando en que estas sean sus últimas «paces». Y sin darse cuenta la novena va llegando a su final. Antes era el párroco quien iniciaba la oración final, ahora han dejado que sea alguien del pueblo, quien inicie la oración: «Santa María, reina y madre de los villarteros… » y se van desgranando peticiones con un ofrecimiento que le hacen a la Virgen: «¡Pide, Señora, que hoy tus hijos de Villarta están por complacerte» Y los sacerdotes dirigiéndose a los pies de la Virgen, inician junto a todos de pie, mirando a la Virgen la inmemorial Salve que entonan lenta, pausada, interminable…. Y el otro himno a la Virgen suena empujado por los que están deseando que llegue pronto su final para unir vivas y aplausos. [A estas horas que escribo este «poyete», se empiezan a oir el trueno de cohetes que escapan de manos ansiosas de poder soltarlos para que lleguen alto, muy alto..]

Para los no villarteros que se pierdan en mis palabras porque a veces lo que se escribe no sabe explicar bien lo que se siente y lo que se quiere decir, les aconsejo accedan a:

Eranse una vez las Paces. (Las paces contadas a los niños)

https://wordpress.com/post/josemunozvillaharta.blog/36699

José Muñoz Torres, Cronista oficial


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