Propaganda del programa de Elena Francis
No es mi intención entrar en disquisiciones en materia de creencias o religiones que «doctores tiene la iglesia para ello,…» [ La expresión «doctores tiene la iglesia» es una frase hecha que se utiliza para evitar hablar o responder de algo que no estamos seguro o que desconocemos. Tiene su origen en el libro Doctrina Cristiana del Padre Gaspar Astete, escrito en el año 1599. Este libro es un compendio de preguntas con la respuesta correcta según el citado sacerdote ( Está basado en el catecismo del Padre Ripalda, escrito en 1591 y que de alguna forma, ambos, han llegado hasta nuestros días y algunos de nosotros lo llegamos a estudiar en nuestra niñez). En el libro del Padre Astete, una de las últimas preguntas era la siguiente: P. ¿Además del credo y los artículos creeis otras cosas? R. Si padre, todo lo que está en la sagrada Escritura, y cuanto Dios tiene revelado a su iglesia. P. ¿Qué cosas son esas? R. Eso no me lo preguntéis a mi, que soy ignorante, doctores tiene la santa madre iglesia, que lo sabrán responder. ] [PADRE GASPAR ASTETE. Catecismo de la Doctrina Cristiana. Impreso en Vitoria en 1814]. Dicho esto, mas que nada por aclarar ideas, mi propósito es simplemente comentar la facilidad que ha tenido el hombre ( no el ser humano, sino el ser humano varon), desde los tiempos más remotos, para darle el sentido que mas le convenía a ciertos datos, hechos o doctrinas con sólo el hecho de omitir, cambiar o alterar el sentido de algunas palabras por otras que más le conviniesen.
El título de este «poyete» está sacado de la Sagrada Biblia, -concretamente de la famosa edición, al menos en España, de Nacar y Colunga, del año 1966- que decía en el Génesis (2, 18): Y se dijo Yavé Dios: «No es bueno que el hombre esté sólo, voy a hacerle una ayuda proporcionada a él».(Pp. 30 y 31 de la citada edición). Sin embargo en el capitulo primero del Génesis se escribe: «… Al tiempo de hacer Yavé Dios la tierra y los cielos, no había aún arbusto alguno en el campo , ni germinaba la tierra hierbas, por no haber todavía llovido Yavé Dios sobre la tierra, ni haber todavía hombre que la labrase, ni vapor acuoso que subiera de la tierra para regar toda la superficie cultivable. Modeló Yavé Dios al hombre de la arcilla y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado….» (Génesis, 2, 4-7). Sin embargo, si volvemos al capitulo 1 del referido Génesis nos encontramos con la siguiente secuencia de la creación: Díjose entonces Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuántos animales se mueven sobre ella». Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra...» (Génesis, 1, 26-27).
Carta de contestación del Consultorio de Elena Francis
La idea de que no es bueno que el hombre esté solo, a la luz de nuestro días, es cambiante; sin embargo esa idea se apoyaba en la consideración de la mujer no como compañera con la que compartir, sino más bien como sierva a la que exigir o, -por no ponerlo tan oscuro-, como mujer que debía saber que lo primero en su vida de casada era lo que necesitase o quisiese el marido, e inmediatamente después sus atenciones principales deberían depositarse en los hijos varones y la educación de ellos, aplicando esta según el sexo de los hijos, pues los hijos varones, -que son «los que se visten por los pies«-, necesitaban desde pequeños saber qué cosas tienen que hacer los chicos y cuales las chicas, siendo el primer mandamiento que los hijos varones debían aprender la socorrida frase de «eso no son cosas de chicos», que para eso estaban las hermanas y si no había hermanas para eso estaba la madre.
Y así ha sido hasta no hace tanto tiempo…. Tanto en lo que decía la iglesia como lo que decían las leyes civiles. El apóstol San Pablo dejó escrito en la epistola a los Efesios: «Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo…» y más adelante, San Pablo termina el espacio dedicado a los deberes de los esposos, diciendo: «Por lo demás ame cada uno a su mujer, y ámela como a si mismo, y la mujer reverencie a su marido». Y esa parte de epistola, tantas veces leida o tantas veces oída aunque fuese a la fuerza, ha sido aplicada a rajatabla hasta ayer mismo.
Del folleto Guia de la buena esposa
Y el hecho de estar solo, no es ni bueno ni malo por principio, salvo que el hecho de estar sólo, mejor dicho, el hecho de quedar solo, -qué es una pérdida- si lo sea; estar sólo, sin embargo, de entrada puede ser una situación voluntaria. Que no era bueno que el hombre quedáse solo, es evidente y aplicable a cristianos, a creyentes de otras religiones, ateos, etc. Pero esa situación no sería buena ni para hombres ni para mujeres. Hasta no hace tanto tiempo el reparto de funciones dentro de un matrimonio se establecía, inconscientemente, siguiendo el consejo de algunos refranes: «La mujer en casa y con la pata quebrada»; en cualquier refranero nos encontraremos múltiples refranes en los que la mujer no sale bien parada, algunos de ellos excesivamente injuriosos: «la mujer consigue plata con solo levantarse la bata», «la mujer en el amor es como la gallina, que cuando se muere el gallo a cualquier pollo se arrima», «la mujer llora antes del matrimonio, el hombre después», «la hija, donde pudieres; el hijo, donde quisieres», «la mujer y la guitarra para tocarlas hay que templarlas», «la viuda que se arregla, no duerme sola», «la viuda rica, con un ojo llora y con el otro repica», etc. etc. Es evidente que alguno de los refranes no hablan mal de la mujer porque en el fondo es un consejo para el hombre sobre lo que tiene que hacer. Por ejemplo: » A tu mujer por lo que valga; no por lo que traiga», «La mujer de buen aliño, hilaba y devanaba y vendía vino y daba la teta al niño». En algunos casos advierten sobre las promesas de los hombres: «Guardate, moza, de promesa de hombre, que como cangrejo corre«, pero estos ejemplos son mínimos. En cualquier caso los refranes, van dejando un poso en los hombres que eran, al final, quienes decidían.
Escena del pésame a Carracuca, de la zarzuela La Rosa del Azafrán.
Estos que eran consejos para hombres, la mayoría, y pocos y malos para mujeres, encuentran a veces, explicación en las escenas cómicas de algunas zarzuelas, alguna de ellas tan apreciadas y tan seguidas por el público como «La Rosa del Azafran». En la escena del pésame a Carracuca que se ha quedado viudo, podemos encontrar una explicación de todo cuanto estamos diciendo. Por un lado la necesidad del viudo de elegir una nueva esposa y por otro lado las sugerencias de otras mozas para que elija bien. Los hombres van dando el pésame: ¡conformidad! ¡resignación! y el viudo va contestando: ¡Que voy a hacer!, ¡Como ha de ser! Y termina el pésame con las palabras del «bacin» de turno: «Peor fuera no verlo».
MOZAS Y agora ¿qué vas a hacer? ¡Lo tienes que cavilar! Si te has quedao sin mujer, ¡así no puedes estar!
CARRACUCA Yo mesmo me he calculao que en algo debo pensar.
MONIQUITO El pobre está apabullao.
MOZAS ¡Se va a tener que casar!
CARRACUCA Ya comprendo que yo solo con las cinco criaturas voy a verme en un apuro pa sentarles las costuras.
MONIQUITO ¿Quien les cose?¿Quien les plancha? ¿Quién les barre? ¿Quién les guisa? ¿Quién les suena las narices? ¿Quién les lava la camisa?
CARRACUCA ¡Son tan chicos!
MONIQUITO ¡Son tan guarros!
CARRACUCA ¡Tan corticos!
MONIQUITO ¡Tan cerraos!
CARRACUCA Sin su madre están perdios.
MONIQUITO ¡Sí que están extraviaos!, Etc., etc. [Fragmento de la escena del pésame a Carracuca, de la zarzuela La Rosa del Azafrán]
Por hacer un poco de historia sobre este tema, hemos de señalar las múltiples razones que existían (afortunadamente, cada vez menos) para acordar un matrimonio, pero sobre todo una y muy importante: ¡La mujer no debía trabajar fuera de casa! aunque en realidad había mucho trabajo dentro de la casa si bien todos eran englobados con un nombre común: ¡Profesión: sus labores!Todo dependía de la consideración que se tuviera del trabajo de la mujer.
1º. La mujer, dentro de «sus labores», debía ser madre, en el caso de tener hijos, aunque si la economía del matrimonio lo permitía podría disponer desde una ama de cria a una niñera, al fin y al cabo el sueldo de estas auxiliares del «ama de casa» era bien corto, sobre todo el de las niñeras o más en general, las criadas, muchas de las cuales, poco después de cumplir los diez años entraban a servir como internas (si los informes de la familia eran buenos. El examen para ello consistía en demostrar que se era pobre pero honradas). Atrás quedó la escuela en la que poco pudieron aprender, atrás quedó la casa de los padres a los que desde ser criadas veían de tarde en tarde. El poco sueldo, aparte de cama y comida, que podían ganar le era guardado por el ama para el momento en que se casase.
2º La mujer, ante todo, debía ser esposa, y cumplir a rajatabla las peticiones o exigencias del marido, por muy exageradas que ahora puedan parecernos.
3º La mujer-criada, es decir trabajadora sin sueldo realizando todas las labores de la casa, salvo que la situación económica les permitiese tener una criada, siempre y cuando esa situación fuese aprobada por el marido, dueño y señor de la casa y de la familia. Este hecho de ser considerada la mujer como «propiedad» del varón, daba lugar a una situación o al menos podía dar lugar a ello, de explotación o de abuso hacia la mujer. Curiosamente circula por las redes una publicación cuya autoría se atribuye a la Sección Femenina, cuya lectura es fascinante y que nos da una idea de lo que era el matrimonio para el hombre y lo que era para la mujer. La publicación, al parecer del año 1958, tenía como título general el de «Guia de la Buena esposa y comprendía 11 reglas para mantener a tu marido feliz. Se la esposa que él siempre soñó». [Al parecer no está muy clara la veracidad de esta publicación, pero en cualquier caso, superaría la situación de los matrimonios de nuestros pueblos e iban más bien dirigidos a matrimonios de «familia bien» de «barrios bien», de ciudades de importancia. Sólo voy a citar el primero de ellos: «Ponte en sus zapatos(ponte en su lugar). No te quejes si tu marido llega tarde, si va a divertirse sin tí o si no llega en toda la noche. Trata de entender su mundo de compromisos y de presión y su verdadera mecesidad de estar relajado cuando llegue a casa.»]
Bien con esta larga reflexión o introducción he de hacer una afirmación que ahora, en estos tiempos que vivimos, solo podemos entenderla por la necesidad que, fundamentalmente, las mujeres de hace algún tiempo, tenían de casarse. Y es que, a pesar de todos los problemas que hemos dicho y otros muchos que callamos, los jóvenes cuando volvían de la mili iban derechos a preparar la boda y las jóvenes ilusionadas esperaban con paciencia ese momento.
Terminada la «mili», había que buscar trabajo fijo y patrono nuevo, salvo que hubiese tierras familiares que le permitiese trabajar «en lo suyo». Estaba claro que más de un pretendiente, estaría encantado con esos ritos y prolegómonos, pero siempre habría algunos que ya habían pasado esa etapa, que le irían dando señales de que es lo que tenían que hacer: «Tu sigue así, -le decían al nuevo novio- que como la acostumbres mal vas a ver la que te espera». Quien no sabía lo que le esperaba era la novia que al día siguiente de casarse, con todo el cariño del mundo, recibía un primer catecismo, no escrito, sino de palabras y en algún que otro caso, anecdótico, de obra. Lo mas curioso es que la que daba los primeros consejos de sumisión o comportamiento, de la mujer con el marido, era la madre de la novia; al mismo tiempo que la madre del novio, también le daba los suyos, haciéndose acreedora la madre del novio del apelativo, -con mala intención, de suegra-. [La Real Academia de la Lengua define suegra, aparte del parentesco, como la parte en la rosca del pan, que corresponde a los extremos del rollo de masa y suele ser lo mas delgado y cocido. Y dice tambien la RAE. que lo que ve la suegra, para referirse a la limpieza y arreglo de la casa, cuando se ejecuta por encima y ligeramente, atendiendo solo a remediar lo que está mas a la vista.] Poco a poco la relación entre suegra y nuera se iba deteriorando, encontrándose, a veces, la mujer con esa muralla que había formado el marido con su madre: «Que madre no hay más que una»
Carta dirigida al Consultorio de Dª Elena Francis
Pero es que la situación para la mujer ni cambiaba ni cambió tan deprisa de como se podía esperar. Y es que no se trataba solo de que «no era bueno que el hombre esté solo», no se trataba sólo de que las leyes dieran todo el poder legal al marido en las decisiones de la familia, no se trataba solo de que no tuviera poder sobre sus propios bienes, no tuviera derecho a votar, etc. es que además no había sistema educativo que se pusiese al lado de los derechos de la mujer, incluida gran parte de la población femenina. Por un lado, los mensajes de la iglesia en aquellos momentos en que depositaba su confianza en el hombre como valedor de los derechos familiares y por otro lado la sociedad civil que de una forma sutil, a través de espectaculos y canciones, ponía a un nivel muy bajo el valor de la mujer. Es triste, viendo aquella situación en estos momentos, que la mujer, en los pueblos, mientras «hacían sábado», con las ventanas abiertas, dejaran oir su voz cantando aquellas canciones de su ídolo Pepe Pinto.
Pepe Pinto y el disco de su éxito «Menos faltarle a mi madre»
Entre ella la canción emblemática con la que muchas mujeres se emocionaban: «Menos faltarle a mi madre»:
«Te acuerdas de aquella copla que escuchamos aquel día
Sin saber quién la cantaba ni de qué rincón salía
Pero qué estilo, qué duende, qué sentimiento y qué voz
Creo que se nos saltaron las lágrimas a los dos.Toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare
Que a una mare no se encuentra
Y a ti te encontré en la calle.
No vayas a figurarte que esto va con intención
Tú sabes qué por ti tengo clavao en mi corazón
El querer más puro y firme que ningún hombre sintiera
Por la que Dios, uno y trino, le entregó de compañera.
Pero es bonita la copla
Y entra bien por soleares.
Toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare
Y me he enterao casualmente de que le faltates ayer
Y nadie me la contao, nadie
Pero yo lo sé.
Yo tengo entre dos amores mi corazón repartío
Si me encuentro a uno llorando es que el otro lo ha ofendío.
Y mira nunca me quejo de tus caprichos constantes
Quieres un vestío, catorce; quieres un reloj, de brillantes.
Ni me importa que la gente vaya de mi murmurando
Que soy para ti un juguete
Que si más quitao los mandos
Que en la diestra y en la siniestra tienes un par de agujeros
Por donde se va a los baños el río de mis dineros
Con tal que nunca de mi lao te me separes.
Toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare
Porque ese mimbre de luto que no levanta su voz
Que en seis años no ha tenío contigo ni un si ni un no
Que anda como una pavesa que no gime ni suspira
Que se le llenan los ojos de gloria cuando nos mira
Que me crió con su sangre
Que me llevó de la mano para que me santiguara
Como todo fiel cristiano.
Y a las candelas de un hijo consumió su juventud
Cuando era cuarenta veces mucho más guapa que tú.
Tienes que hacerte a la cuenta que la has visto en los altares
Y jincarte de rodillas antes de hablarle a mi mare
Porque el amor que te tengo se lo debes a su amor
Que yo me casé contigo porque ella me lo mandó
Conque a ver si tu conciencia se aprende esta copla mía
Mu semejante a aquel cante que escuchamos aquel día
Sin saber quién la cantaba ni de qué rincón salía:
A mi mare de mi alma la quiero desde la cuna
Por dios, no me la avasalles
Que mare no hay más que una
Y a ti yo te encontré en la calle.
Como cosa curiosa he dejado la introducción de esta canción para el final, porque no tiene desperdicio, sobre todo la amenaza de los dos últimos versos: «Que a una madre no se encuentra y a tí te encontré en la calle. Vete, vete, vete, si te tiene cuenta:
Menos faltarle a mi mare de mi alma
To te lo consiento serrana
Menos faltarle a mi mare
Que a una mare no se encuentra
Y a ti te encontré en la calle
Vete, vete, vete
Si te tiene cuenta.
Hay otra canción del mismo autor, quizás menos conocida pero con los mismos «mimbres» y los mismos consejos. (era un cante por tientos y bulerias. Pero interesa sólo la letra, sin las repeticiones exigidas por el cante) Decía así: «Que todos los días en mi casa, sin saber hay disgustos/Unas veces mi mujer y otra la madre mia/porque no se llevan bien./ Que le pase lo que a mi/ a nadie yo le deseo/ metido entre dos fuegos y no se pueda salir/Fuego que no es de candela/ que a mi me quema por dentro/aunque no se viera por fuera/. Dime porque Manuela/ tu no te llevas bien con mi madre/Si la tuya viviera/ yo la quería como a mi madre/ pero te digo una cosa/ la que no quiere a su madre/ tampoco puede querer a su hijo./ Con razón muy poderosa te quiero/ pero no voy a olvidar que no quieras a mi madre/ y esa es la única cosa que no le perdona a nadie».
A pesar de todo ¡Se casaban! Era ley de vida y en nuestros pueblos, pura necesidad. Pero…. vamos avanzando, aunque a algunos no les importaría volver a oir esos cantes. Pero es bueno contar como fueron aquellas bodas a las que siguieron buenos y malos momentos. Espero que cada vez mejore para todos. En el próximo «poyete» lo contaremos.
José Muñoz Torres, Cronista oficial