Retomando algo que se quedó muy corto en la explicación del último «poyete» sobre la idea de reunir en una «fototeca» municipal, todas esas fotos antiguas que van perdiendo su pátina, que van de unos familiares a otros hasta que uno de ellos decide que ya está bien de darle vueltas a los recuerdos y se desprende, al no conocer a muchos de los que aparecen en las fotos, de la forma más fácil y cómoda: arrojándolas a la basura. Otros mas apasionados dejaron dicho que sus fotos las «metieran en la caja» cuando le tocara el turno y ahí en ellas deshaciendo como ellas se va perdiendo parte de la historia de Villarta de San Juan.
Hace veintiún años el Ayuntamiento acogió con ilusión la publicación de un libro que se llamó: «Villarta de San Juan. Historia de un pueblo y sus gentes. Reportaje gráfico desde 1898 a 1970» Creo que después del «poyete» que comentábamos es conveniente que repasemos qué es lo que se intentó con esa publicación, de donde partió la idea y el gran esfuerzo que hubo que realizar. Creo que quedan alguno de aquellos libros que no se han vendido en una edición de 1500 ejemplares y si los hay, posiblemente Fernan (Librería La Margarita), nuestro distribuidor cultural, pueda buscar alguno y si no que vamos a hacer. Era en ese año 2000, alcalde de Villarta de San Juan, Angel Antonio Ruiz Palomares; concejala de Cultura, Mª Dolores Menchero Gil-Ortega; y por parte de la Biblioteca, su Bibliotecaria, Misericordia García Tabasco y «director» de la misma, este que semana tras semana os invita a su «poyete».
Se abría con las palabras lógicas de los representantes políticos y a continuación una presentación del libro, más bien de la idea y de lo que pretendíamos, En el se decía:
«Este libro que tenéis ante vosotros no es simplemente un conjunto, más o menos amplio, de antiguas, curiosas, enternecedoras o añorantes fotografías. Son algo mucho mas importantes, Es aunque necesite una breve explicación, la historia de un pueblo captada en un instante. Ciertamente que cada una de las fotografías, en si misma, es toda una historia, pero aún siendo eso muy importante, es la historia, por otro lado apasionante, de un momento en la vida de una persona. Todas juntas son un conjunto de historias que, uniéndolas unas a otras, conforman la historia viva de unos años de la historia de un pueblo.
Desde hace algo mas de dos años (decíamos entonces), la Biblioteca Municipal, ha intentado (bien es cierto que hasta hace poco con escaso éxito) la creación de una sección local donde tuviese cabida todo cuanto, de una forma u otra, se refiriese a Villarta de San Juan. Ajustando nuestra lógica o nuestro deseo, pensamos que lo mas fácil sería recopilar documentos gráficos, especialmente fotografías. O pecábamos de optimismo o bien nuestro esfuerzo no fue el suficiente para conseguir el objetivo propuesto. El tiempo fue pasando y solo alguna foto aislada llegó a nuestras manos. Habíamos previsto casi todo: cómo lo haríamos, cuál sería el sentido que le daríamos al fondo, como podría accederse a él…. Todo estaba previsto excepto que no llegasen fotos. El proyecto inicial se nos venía abajo cuando, de pronto, en plena época estival, una serie de hechos nos volvió a ilusionar: un poster de la Junta de Comunidades, otra iniciativa similar pero dedicada a Las Paces, un pequeño fondo particular, una nueva transmisión del mensaje, un ilusionar a los ya ilusionados,… y hete aquí que, de la noche a la mañana, una riada de fotos empezó a invadir el improvisado registro de nuestra Biblioteca. En pocos días se alcanzó la cifra de mas de mil quinientas fotografías. ¡Ya podíamos empezar! De la primera sorpresa pasamos a un arduo trabajo y sobre todo a una pregunta que, quizás, nunca habíamos querido hacernos: ¿Y ahora qué? Lo que en circunstancias normales podría ser el mayor problema: la edición del libro, no era lo que mas nos preocupaba ya que se contaba con la subvención y apoyo de la Junta de Comunidades y del Ayuntamiento; el problema, en realidad, era como presentar esas fotos en un libro de tal forma que pudiera quedar reflejado el objetivo de nuestro proyecto.
(…) La primera actuación era clara: todas las fotografías no podían figurar en el libro, no sólo por un aspecto económico, tampoco porque no todas ellas no fuesen interesantes, sino simplemente porque corríamos el riesgo de que los árboles no nos dejaran ver el bosque. Había que hacer una clasificación, por temas, por años, cronológica,…. Al final como casi siempre ocurre, la solución vino de forma inesperada: la solución en sí era Villarta de San Juan; estaba relativamente claro, el objetivo era el conjunto no los hechos o individuos sino la globalidad. No deberían figurar ni nombres ni fechas. Solamente una sucesión de fotografías que, de una forma integral, nos definiese y explicase nuestro pueblo. Afortunadamente, una de las fotos, la que aparece en la portada del libro , una fotografía aérea de 1934, nos daba pie para comenzar una pequeña historia que, si no fuese por su reiterada utilización, podía haber comenzada así: Erase una vez un pueblo… yen realidad así es como, prácticamente, la comenzamos.
Queríamos hablar de un pueblo sencillo y humilde, donde lo normal eran esa casas blancas, algunas deslustradas, de planta baja. Un humilde ayuntamiento a la sombra de una torre y que ya pocos pueden recordar como era -y su entorno- antes de su restauración. ¿Todo era tan humilde?, puede preguntarse alguien ajeno a nuestras vidas, ¡claro que no! Alguna importante casona de gran prestancia aparece en nuestra fotografía, ocupando , ella sola, una sola manzana, como si el resto del caserío la rehuyese, no por envidia o recelo, sino simplemente porque no podía construirse de otra forma y porque todas las demás necesitaban sentirse juntas unas a otras, como apoyándose, como hermanándose, como algo que fuese el verdadero cuerpo del pueblo. Las otras pocas casonas, aunque en realidad no tanto, eran como el adorno del pueblo, el traje de domingo del pueblo que incluso el mas humilde de los pueblos necesita para poder quedar bien en alguna ocasión. Ese pueblo es el que teníamos que explicar: un pueblo humilde de calles serpenteantes y estrechas. un pueblo metido en un palmo de tierra y que le costaba, a pesar de los males, alejarse del río. Ese río testigo de paseos y amores, de trabajo y alguna tragedia, de aguas encharcadas y a rato limpias y claras, de ese río cubierto de aneas y carrizos tras los cuales ocultaban sus nidos los patos o cercetas. Un río cruzado largamente por un increíble puente romano, un puente viejo de piedra que poco a poco se fue cansando y del que poco a poco nos fuimos olvidando (sin embargo poco a poco lo fuimos recordando y ahí está altivo y rejuvenecido).
Y en ese pueblo, no tan distinto ni tan distante del de hoy, había que colocar todo lo necesario para darle vida a nuestro libro. Llenar las serpenteantes y tranquilas calles de chiquillos, buscar un lugar donde unos maestros (un maestro y una maestra, no siempre) con escasos medios, además de sus personas, pudieran iniciar, aunque muy brevemente, a una multitud de niños que junto a ellos se hacen la foto. Niños calzados o descalzos, mal o bien vestidos, repeinados o mal rapados , de los cuales no sabemos su nombre pero si que son nuestros propios orígenes. Esa escuela fugaz y, a pesar de todo, acogedora para muchos de los niños, sería la indispensable academia de un poco mal leer y escribir y a veces sólo para aprender a dibujar la firma (solo los chicos que las chicas, luego mujeres, no necesitaban firma alguna que con la del marido tenían bastante). Desde luego por no haber no había ni monotonía de lluvia tras los cristales, como diría el poeta. Un pueblo utilizaba una iglesia antigua para el obligado cumplimiento religioso y una pequeña ermita a donde la devoción los llevaba en volandas para postrarse a los pies de su Virgen de la Paz. Un pueblo, casi mejor diríamos una familia ( al comenzar el siglo XX apenas llegaba a los mil habitantes) que veía como sus mas pequeños crecían, a pesar del triste y cotidiano trailón de las campanas de la iglesia, a pesar de las penurias y de los duros trabajos. Y así, poco a poco, después de esa Primera Comunión que todos recibían pero que muy pocos podían celebrar, iban esos niños y niñas cubriendo todo lo ancho del paseo dominguero o festivo de la carretera. Ellas risueñas, sintiéndose contempladas, embelesando; ellos al roce ( asi le llamaban al paseo, como en otros pueblos), remoloneando torpemente, haciéndose notar en el continuo paseo arriba, paseo abajo. Eran las pandillas de amigos y las de las amigas. De pronto una mirada, una sonrisa, y las pandillas comenzaban a deshacerse. Primero es un joven entre muchas chicas, después, poco a poco, se van quedando solos los dos novios ( bueno lo de solos era un decir que siempre hacia falta la necesaria carabina). El paseo, en el buen tiempo, se prolongaba hasta el puente y sentados sobre las ya medio derruidas paredillas, pensaban o soñaban con su futuro. Pero primero había que pasar las pruebas obligadas: Para él, la mili; para ella la espera, arañando tiempo al tiempo para preparar el ajuar.
La mili era la puesta de largo del joven. Era su confirmación, su mayoría de edad. Para casi todos suponía una aventura conocer nuevos mundos, ciudades que comprendían… para algunos ese servicio se convirtió en un ir y no volver: Cuba, Filipinas, Marruecos, … muchas guerras y muchas ilusiones perdidas, sobre todo en la última de ellas, la de España, donde unos a otros mataron, sin ellos quererlo, ilusiones, recuerdos, amistades para mucho tiempo. Pero Villarta de San Juan, ese pueblo, esa familia, recibía desde desconocidos rincones para ella, fotografías marciales de sus hijos, airosos, alegres,…. ¡la pena iría por dentro!. Terminar la mili era empezar una nueva vida. Lo primero los cohetes a la Virgen de la Paz, dándole gracias; después buscando amo para asegurar el jornal y pensar enseguida en la boda: el reconocimiento , comprar, al menos, el sencillo dormitorio, y después el cura, las amonestaciones; luego el sencillo banquete o el puñao que llamaban en algunos pueblos: unas avellanas, algún pastel,… En cualquier caso, la boda, tan pocas al año, era un acontecimiento en todo el pueblo. El que no era invitado salía a las esquinas a curiosear. Luego, no siempre, la foto de boda (él bien sentado en la mejor silla y a su lado, ella, de pie, mas que nada como cuidadora del marido. Eran otros tiempos). Y vuelta a empezar una nueva vida, una nueva familia, un sinvivir para seguir viviendo, un sostener las ilusiones y la alegría; mucho trabajo y poca fiesta: de Paces a Paces y después ¡Apurad mocicas que ya no hay mas baile hasta carnaval!.
Y el pueblo vivía y trabajaba, el hombre con algún truque y limoná los domingos, la mujer trabajando y soñando incluso esos domingos para que el hombre disfrutara un poco; pero aún así, como me decía mi abuela en ese sencillo «poyete», el pueblo vivía y crecía…
Todo eso se intentó en ese libro que de vez en cuando manoseamos y hojeamos, viendo en cada foto un recuerdo, quizás añorando, quizás olvidando, a veces queriendo volver sobre todo aquellos que están próximos a la última marcha, volviendo a querer,… Por eso en aquel libro no hay nombres ( bueno solo uno, el de Visitación Marchante Montes que ese año 2000 cumplía su centenario), no hay fechas. Sólo hay personas: grandes y pequeñas, feas y guapas, ricas y pobres, ¿buenas y malas?, como en todas las casas, como en todas las familias. Porque esta era una historia para que cada uno le pusiese letra y nombre porque era o quería ser el libro de familia de Villarta de San Juan.
La ficha técnica de aquel libro era la siguiente:
Título: Historia de un pueblo y su gente. Editó y Patrocinó: Excmo. Ayuntamiento de Villarta de San Juan y Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha; Idea y Organización: Biblioteca Municipal de Villarta de San Juan. Aautores y Coordinación: Misericordía García Tabasco y José Muñoz Torres. Imprimió: Estilo Estugraf Impresores, S.L.; I.S.B.N. 84-606-3021-8. Depósito Legal:M-43695-2000.
Fue posible gracias a las fotografías cedidas por:
Enrique Alabau Martinez: Guillerma Alcázar Sánchez de la Blanca; Guadalupe Almoguera Gallego; Marciano Amador Maján; Alicia Aragonés Palomo; Inmaculada Asenjo Díaz-Moreno; Excmo. Ayuntamiento; Mercedes Azañón Fernández de la Puebla; Vicenta Díaz Flores; Pablo Fernández Labrador; Paqui García Ordoñez; Misericordía García Tabasco; Mercedes García-Navas Fernández; Miguel Garrigós Carmona; Teresa Garrigós Carmona; María del Mar Gil-Ortega Isla; Dolores Gutierrez Labrador; Teresa Guzmán Cebrián; Isabel Heredia Tendero; Antonio Isla Gallego; Ofelia Isla Doral; Julio Isla Serrano; Asunción Jiménez; Paz Ligero Sánchez; Ramona López Alcázar; Juan López-Naranjo Iniesta; Joaquín Loro Negrillo; Dolores Menchero Gil-Ortega; Francisca Molina Meco; Visitación Mora Marchante; Mª Vicenta Moreno Bravo; Mª Jesús Moreno Rodriguez; Brígido Muñoz Gómez-Lobo; Desiderio Muñoz Gómez-Lobo; Mª Luisa Muñoz de Jesús; Adolfo Muñoz Muñoz; Antonio Muñoz Palancas; Francisco Muñoz Palancas; Urbano Muñoz Pavón; José Muñoz Torres; Elida Negrillo Flores; Milagros Palancas García-Navas; Pilar Rico Vera; Angeli Rodríguez Archidona; María José Rodríguez Isla; Epifanía Rodríguez del Reino; Rita Romero Menchero; Nicolás Ruiz Mateos; Sacramento Soriano Isla; Rafael Tabasco Patiño; María Antonia Tabasco Rosado; Abelardo Tendero Doral; Gregoria Verbo; Felix Zamora Garrido.
Relación de los fotógrafos autores de las fotos que aparecen en el libro
Torre del reloj o del ayuntamiento en la decada de los 50 del siglo pasado
Fachada meridional de la «iglesia vieja» que conserva la sencilla portada de entrada.
Escuelas, maestros y niños de principios del siglo XX
Las anteriores fotografías nos pueden dar una idea de lo que queríamos conseguir con aquel libro. durante muchas semanas, fue el tema de muchas familias. La idea de no haber puesto nombres de nuestros villarteros de entonces fue fundamental para mantener esas reuniones pero…. es porque todavía, al menos los que nos enseñaron aquellas fotografias sabían el nombre de los suyos y ahí estuvo el gran er ror en que a día de hoy hay personajes que no podemos ya identificar que pasarán a nuestra pequeña historia pero sin que podemos saber quienes eran su familia. En una de la fotografías que hemos incluido aparece el archiconocido tio Diego, ya mayor, ante la puerta de la iglesia y en el mismo libro aparece una de él en al año 1898, como sargento del ejercito español en la guerra de Cuba. Dentro de poco tiempo ¿Quién lo identificará? En la relación de personas que nos dejaron fotos para el libro, muchos han fallecido ¿Quienes nos podrán hablar ya de los que aparecían en esas fotos? Quizás ese fue un gran error por nuestra parte que será muy difícil que podamos solucionar ¿Quienes erán los apuestos soldados? ¿Cómo se llamaban?.
Hoy en día, en los programas de Paces, se están insertando fotos antiguas ( algunas no tanto, pero en su momento, esperando que se conserven si lo serán) y la idea de su publicación, sobre todo cuando hay medio para restaurar un poco esas fotos, me parece muy buena pero habría que pedirles a los que las ceden para su publicación que indiquen el nombre de los que en ellas aparecen (naturalmente cuando son grupos numerosos será imposible pero si al menos que celebraban con esa foto, dónde era, que año, …). Seguiremos hablando de este tema o publicando algunas, pero antes de terminar quisiera hacer una dedicación especial que creo necesaria. Villarta ha contado desde el año 1981, creo, con una persona que se ha dedicado por entero a «su biblioteca» y a todo lo que ha tenido algo que ver con Villarta de San Juan, asi que ahora que estamos a tiempo, a pesar de que ella no sea muy partidaria de ello, quiero desde este «poyete» agradecer su trabajo. Luego todo se olvida y no parece justo que no quede constancia. Se que no te gustan esas cosas, Misi, pero el que vale, vale. Gracias.
NOTA: Siempre se ha dicho que las prisas nunca son buenas y a lo largo de todos estos «poyetes», hechos a veces contrarreloj por que lleguen a vosotros todas las semanas hay errores pero aunque mi deseo es que no aparezcan, Pero las prisas que nunca son buenas son también malas consejeras. Así que, poco a poco, voy depurando los pasados y evitando que se produzcan en el futuro. A quien corresponde le hago la proposición de que no se pierdan estos documentos de nuestra vidas. Siempre habrá alguien que eche una mano ¿Verdad, Misi?
José Muñoz Torres, Cronista oficial
