LOS TRABAJOS DEL CAMPO (I), por José Muñoz Torres

Mis «poyetes» no tienen un sentido crítico de lo que ha pasado en nuestro pueblo en cualquier época por varias razones, en primer lugar porque no soy historiador, simplemente soy un contador de lo que conozco de nuestra historia y si tengo que rectificar, rectifico; pero si veo que lo que alguien cuenta no aparece en lo que conozco de nuestra historia, investigo y si no es cierto, -contrastando datos-, simplemente adjunto los datos y notas para demostrar que alguna cosa concreta que se ha publicado de nuestro pueblo no es cierta. Mi deseo es el de investigar o conocer cosas relativas a nuestro pueblo; poder explicar o dar a conocer qué ocurrió, cuándo ocurrió y como ocurrió, sin entrar en el por qué ocurrieron muchas de las cosas y mirando si muchas de las cosas que pasaron merecen la pena de que pasen a nuestra historia. Recordar y contar los hechos pero no investigar el intramundo de los mismos, es decir no investigar por qué ocurrieron algunos hechos. Otra cosa bien distinta es que en algunos «poyetes» se enumeren ciertas cosas que solo sirvan de curiosidad pero que por si solas no cuentan una historia. Ese es el caso del «poyete» del 5 de mayo de 2017 titulado: «Aperos, arreos y utensilios..». Es cierto que en el preámbulo de ese «poyete» decíamos «… que eran útiles imprescindibles del trabajo de nuestra gente (…) y que «… siempre creemos que pueden servir de base para otros trabajos..». Entre otros este que hoy publicamos y al que espero que sigan algunos más, explicando el cómo se utilizaban y para que tareas.

El trabajo fundamental, en Villarta, era el relacionado con el campo, en especial,el viñedo y los cereales. Nos vamos a extender fundamentalmente por los cereales. Este cultivo, en nuestro entorno era de «año y vez», es decir, un año de siembra y el siguiente de barbecho, en terreno no de monte ( en los cuales, sin proceder a desmonte alguno, se sembraba con una alternancia mayor del barbecho). Así que vamos por un orden según lo que se vaya a hacer en el «piazo» (Finca o trozo de tierra pequeño. Es una vulgarización de la palabra pedazo)para ver cual era el trabajo a realizar. Hoy solo vamos a hablar de los preparativos, a partir del barbecho.

«Albarcas»

Rastrojo

EL BARBECHO. Una vez segada la mies en principio de verano, el terreno se dejaba sin cultivo, a fin de que se recuperase del último sembradío. Hasta que no llegaba el otoño, el barbecho podía ser recorrido por los pequeños rebaños, fundametalmente de ovejas y cabras que hacían limpieza de los granos caidos que no habían podido ser recogidos. Pero este campo de barbecho no quedaba sin cultivo. Por octubre se procedía alevantar el barbecho con vertedera, a fin de que pudiese recoger alguna de las lluvias otoñales tan esperadas por los agricultores. Este era el momento de poder «abasurar» . Luego después se volvía a arar ya con reja y según estuviese la tierra a veces se podía recorrer con una grada que era una especie de rejilla de hierro con puas que servía para quitar los terrones de la tierra de tal forma que quedase llana. Si habían quedado muchos terrones de tierra se «destripaban» a mano. Esta tarea que, ahora, no puede ser entendida, era fundamental para la preparación del terreno para realizar la siembra. La tarea recibia el nombre de «desterronar» y era tarea esencial en la siembra de cereales especialmente de trigo ya que de n o deshacerse la simiente de cereales quedará aplastada por terrones que ahogaría las semillas tan finas e impediría que germinase. Donde no estuvo tan diligente la Real Academia de la Lengua fue en la definición del operario o peón que realizaba esta labor y «sin mirar lindes», como por aquí se dice dio su consentimiento para su uso, para aplicarlo a estos operarios, con la palabra «destripaterrones». [Destripaterrones. (De destripar y terrón) m. fig. fam. y despect. Gañán o jornalero que cava o ara la tierra. ||2. fig. y fam. Hombre tosco y cazurro]. Es evidente que la intención de la RAE no fuese esa pero, al señalar en la definción que despectivamente se podía llamar así al que cava o ara la tierra, dió pie a que la citada palabra se utilizase para mofarse de la gente de pueblo que llegaba a las ciudades o a «la mili»; e hizo fortuna este tipo de palabras. Posteriormente cuando el periodo álgido de la migración interior, cuando muchos de nuestros paisanos tuvieron que abandonar Villarta, unían a su situación de misería, que tardarían en abandonar, el hecho de ser llamados, despectivamente, como dice el Diccionario, «desertores del arado», «gañanes» o «destripaterrones». Hecha esta queja del mal trato que recibieron nuestra gente del campo y que sería muy conveniente que la RAE rectificase al menos en el sentido de eliminar la connotación de expresión despectiva, seguimos con ellos. El hecho en si no es que cavasen la tierra, sino que detrás de los arados, iban ellos dándole golpes con el revés del azadón a los terrones de tierra. Posteriormente, ya por la primavera se daba otra vuelta de arado para quitar las hierbas que hubieran salido y con ello quedaban enterradas, formando una especie de aabono verde. Lo que había sido barbecho quedaba ya para una nueva sementera. Terminada las vendimias y llegado el mes de octubre nuestro refranero se llena de consejos dirigidos a los labradores, porque empezaba el tiempo de sembradura de los cereales:

«De octubre, a primeros, repón los aperos», «En octubre, estercola y cubre», «A la primera agua de octubre, siembra y cubre», «Cuando en septiembre acabes de vendimiar, ponte enseguida, en octubre, a sembrar», «Por octubre, echa pan y cubre», De duelo se cubre, quien no sembró en octubre», «Octubre que termina claro, favorece el sembrado», etc.

Cuadro de Antonio Lopez Torres (Museo Aantonio López Torres. Tomelloso)

PREPARANDO PARA LA SIEMBRA. Durante octubre se preparaba el «piazo» con los surcos, es decir se abrían los surcos, teniendo mucho cuidado con el primero («besana») pues en función de su rectitud el campo arado (en su conjunto tambien se llama besana) puede quedar muy deslucido y además incomodo para las sigueintes labores. Sobre el tema de los trabajos de los gañanes, publicaba uno de ellos en el año 1994, un amplio relato con sus experiencias del que hemos recogido el siguiente fragmento:

Arando (Fuente: entredosamores.campo de criptana)

«..También, cuando llegaba donde estaba el arao, echaba un vistazo al pescuño, la pieza clave de éste. Por si algún colega bromista lo había aflojado para que al dar los primeros pasos las mulas se desarmaran todas sus piezas. Entonces uncía sus mulas con la madrina, cambiándolas de mano: la que el día antes fue a la derecha, pasaba a la izquierda. Esto lo hacía para tenerlas bien educadas en el trabajo y porque esto era más cómodo para ellas. También, si una de las dos era vieja o más débil, el mulero, para aliviarla un poco del trabajo, ponía una cuña de madera en el medianero del ubio, para desviar unos centímetros el timón hacia la más joven. El timón del arao y el medianero son como punto de mira de un arma de fuego, que le servía al mulero para hacer los surcos derechos en la larga distancia. Pues todas estas cosas tenía que cumplir, junto a su honrado comportamiento, si quería tener contento a su amo y no lo despidiera. Ya que en aquellos tiempos sobraban zagalones, hijos de familias numerosas, acostumbrados a la vida del campo, porque ya habían pasado por los oficios de paveros, cordereros, pastores, etc. Y ya, como cuarto curso, el más duro: mulero, dispuesto para labrar la tierra lo mismo en los escarchados y ventosos días de invierno que en los largos y calurosos del verano. Barbechando la seca y dura tierra. Aparte también tendría que ser espabilao»‘ en el trato con las mulas repelosas y coceras, que al menor descuido podían darle una patá» y matarlo; o la que se espantaba de su sombra, que si montaba en ella, al menor movimiento podía tirarlo un porrazo en mitad del camino. También era penoso y desagradable labrar con una mula que estuviera «entimoná». Esto era que dicha mula. de momento se dejaba caer de lado sobre el timón. que si no era de madera resistente, se partía en dos. El único remedio era la madera de olmo y que fuera bien recio. Este era un vicio muy difícil de corregir, ni con fuertes garrotazos. También tenía otra dificultad la que rajaba hacia fuera del surco, tanto. que a veces había que atar su rabo o cola, con una soga, al timón del arao, para que ésta siguiera en línea recta con la compañera». [REVISTA MURCIANA DE ANTROPOLOGIA. Nº 1 1994. Joaquín Gómez Camacho: Mozos y Labradores]

Sementera en «casa grande» (Fuente: entredosamores)

LA SEMENTERA. La forma de sembrar, el tiempo en que se hace, la cantidad de semilla, era algo muy importante en todas las actividades de la sementera o de la siembra. [Todo cuanto estamos diciendo es referido a antaño que ahora las cosas son bien distintas). El momento de la siembra era evidentemente el más importante de todo lo relacionado con este trabajo; no el más duro ni trabajoso, sino quizás el momento del que iba a depender el mejor o peor resultado de la cosecha., dejando aparte en este caso cual fuese desde ese momento la situación metereológica. Todo iba a depender de la profundidad de los surcos, la clase de semilla, la cantidad o el hecho de tardar más o menos en enterrarla, etc. Pero sobre todo lo más importante era la forma de espacir el grano por ello en las «casas grandes» los encargados de la siembra eran los mayorales.

Sembrando (Fuente: entredosamores. Campo de Criptana)

Para proceder al hecho de sembrar se llenaba de grano la «sembraera» que solía ser como una bolsa que el sembrador se colocaba en bandolera en el costado izquierdo. En otros lugares era como una esportilla de esparto que tenía un asa grande para colgarla en bandolera y otra asa mas pequeña por dentro para ser agarrada con la mano izquierda mientras con la derecha se coge la semilla. Pepe Flores en su espectacular página htpp://entredosamores.es nos dice sobre la sementera en Campo de Criptana:

Sembrador ( Fuente: Ayuntamiento de Terrinches)

La siembra consistía en arrojar y esparcir las semillas uniformemente y con la mano a voleo. El sembrador lo primero que hacía era señalar con un restregón del pie el lomo de donde partía. Y con la «sembraera» (saco en forma de bolsa) llena de la semilla y colocada en bandolera en el costado izquierdo, iniciaba en dirección de la besana el andar rítmico, esparciendo los puñados de semilla, siempre que fuera diestro, por el lado de la sembraera. Al llegar al final, colocaba otra señal, contaba entre diez o quince lomos, en los que calculaba que había caído semilla, hacía otra nueva señal e iniciaba como antes la siembra, pero en camino inverso. Cada una de esas franjas de terreno sembradas en uno y otro sentido dependía de la fuerza del sembrador y de la cantidad de granos que le cabían en un puñado.Siempre que se lanzaba la semilla y antes de volver el brazo al lado derecho, se tenía que coger el «puñao». Y con el puño lleno y el brazo un tanto alejado del costado derecho e inclinado hacia atrás para coger impulso, se lanzaba a «sobaquillo» semiabriendo ligeramente la mano al mismo tiempo que se plantaba el pie derecho en el suelo. [Pepe Flores. Campo de Criptana. Arar y sembrar].

Y ahora a esperar y sufrir: que llueva, que no llueva. ¿Que ha dicho el tio del tiempo?. De todas formas habrá que ir a «arrejacar» que buenas hierbas está echando y si no nos damos prisa ahoga al trigo. En el capitulo de Campo Criptana al Toboso de su libro La Ruta de Don Quijote, nuestro conocido Azorin ( ¿hablaría con alguien cuando pasó por Villarta?, poco antes de llegar a El Toboso, dice:

«El Toboso es un pueblo único, estupendo. Ya habéis salido de Criptana; la llanura ondula suavemente, roja, amarillenta, gris en los trechos de eriazo, de verde imperceptible en las piezas sembradas. Andáis una hora, hora y media; no veis ni un árbol, ni una charca, ni un rodal de verdura jugosa. Las urracas saltan un momento en medio del camino, mueven nerviosas y petulantes sus largas colas, vuelan de nuevo; montoncillos y montoncillos de piedras grises se extienden sobre los anchurosos bancales. Y de tarde en tarde, por un extenso espacio de sembradura, en que el alcacel apenas asoma, camina un par de mulas, y un gañán guía el arado a lo largo de los surcos interminables.

-¿Qué están haciendo aquí? -preguntáis un poco extrañados de que se destroce de esta suerte la siembra.

-Están rejacando -se os contesta naturalmente.

Rejacar vale tanto como meter el arado por el espacio abierto entre surco y surco con el fin de desarraigar las hierbezuelas.

-Pero, ¿no estropean la siembra? -tornáis a preguntar-. ¿No patean y estrujan con sus pies los aradores y las mulas los tallos tiernos?

El carretero con quien vais, sonríe ligeramente de vuestra ingenuidad; tal vez vosotros sois unos pobres hombres -como el cronista- que no habéis salido jamás de vuestros libros.

-¡Ca! -exclama este labriego-. ¡La siembra en este tiempo contra más se pise es mejor!«

Los terreros grisáceos, rojizos, amarillentos, se descubren, iguales todos, con una monotonía desesperante. Hace una hora que habéis salido de Criptana; ahora, por primera vez, al doblar una loma distinguís en la lejanía remotísima, allá en los confines del horizonte, una torre diminuta y una mancha negruzca, apenas visible en la uniformidad plomiza del paisaje. Esto es el pueblo del Toboso.» [AZORIN. La Ruta de Don Quijote]

Bueno nos quedamos aquí esperando que grane y mientras daremos vueltas por las viñas que cuando no es por el mildiu es por cualquier nube que nos pille en San Juan.

En Villarta todavía hay mucha gente que sabe mucho de todas estas cosas. Sé que alguno de vosotros se sienta algunos «ratejos» en el «poyete»,… y digo yo ¿no os atreveis a escribir un poco de todo aquello que fue parte de vuestra vida? Yo todo esto lo he escrito de oidas y de malas maneras… Pero hace falta que lo contéis vosotros, poniendo vuestras palabras y sobre todo vuestros recuerdos. Aquí tenéis espacio para que todos los puedan recordar. O alguna «fotejo»

José Muñoz Torres, Cronista Oficial.


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