AL FIN Y AL CABO, SALVO EXCEPCIONES, TODOS SOMOS HIJOS O NIETOS DE GAÑANES.

gañán, eres un gañán, gañanzaco, etc. y así, con la voz, peculiarmente manchega, -aunque exagerada-,  de Ernesto Sevilla, estamos extendiendo la palabra que define, o al menos definió, un oficio muy honrado y que dió vida a los pueblos,  en una palabra ofensiva que nos sirve para identificar  a las personas toscas, rudas o groseras. Y como pronto se nos olvida lo que fue duro, aunque no fuera para nosotros, recuerdo un poema de Eladio Cabañero que dice:

«Es todo bien sencillo. Nuestro pueblo
con sus tejados, sus barbechos surtos
en la orilla del campo, el sol colgante,
la torre de la iglesia, nuestras casas,
ya estaban desde siempre por lo visto.
Todos estaban antes, ¡qué sencillo!
Nuestros padres, los suyos, los parientes,
aquí estaban; las viñas daban fruto
al cobijo del llano, hacia septiembre;
explotaban de rojas las sandías
y los membrillos lo aromaban todo
mientras el vino nuevo ardía en las cuevas,
en las tinajas roncas y en los cántaros,
y no habíamos nacido, compañera». [ELADIO CABAÑERO. Tu y yo en el pueblo).

 

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Un alto en la arada (Fuente: Historia de un pueblo y su gente)

Y con estos versos, vuelvo al título del «poyete», para ratificar que salvo aquellos que tuvieron oficios artesanales, los empleados o escribientes, incluso todos estos, todos,  los que hoy vivimos y los que vivirán somos hijos, nietos, biznietos,… de gañanes. Y me ha dado hoy, -que no hay quien salga al «poyete» con la  calorina que hace-, hablar de los gañanes, que bien sufrieron los calores y las heladas. La palabra «gañán» en los diccionarios presenta una evolución negativa. Así el diccionario de la RAE, en su acepción 1ª dice que es mozo de labranza y ya en su 2ª acepcion dice que es hombre fuerte y rudo. Sin embargo en el Diccionario etimológico de la lengua española, siguiendo los pasos de Menéndez Pidal, se dice, hablando del origen de esta palabra:  «Probablemente del francés antiguo «gaaignant» labrador, del verbo gaaignier «ganar» , y en particular «hacer de jornalero rural», cultivar (la tierra).. [JOAN COROMINES.- Breve diccionario etimológico de la lengua castellana]. Sin embargo poco o nada puede significar esta definición para hablarnos de un oficio tan antiguo y que la transformación industrial y mecánica del campo ha ido reconvirtiendo en tractoristas, simplemene por el hecho de que conducen un trator pero que, evidentemente, son los profundos conocedores de la actividad agrícola. (En cualquier caso, la «gente del campo», nunca ha sido muy considerada y ya se está generalizando, con cierto «ritintín· el apelativo de «trastoristas». Por cierto, mi especial agradecimiento a todos ellos por su labor de colaboración en benefico de todo Villarta durante este periodo terrible que estamos viviendo]. Siempre ha habido gente que quiere ofender porque sí, quizás porque su educación no le ha permitido poder hacer otra cosa y porque sus conocimientos sean escasos. Un tal Lendoiro, -directivo de un equipo de futbol-, dijo, en un momento, para ¿ofender? al Presidente de Cantabria, Revilla, la siguiente barbaridad: «Quien nace gañán puede llegar a ser presidente de una Comunidad Autónoma, pero siempre será gañán. No tiene nada que ver con ser de pueblo. Yo soy de pueblo, pero el gañán es gañán por principios».  Y digo yo que, algunos gracias a Dios, no podrán nunca ser y saber ser gañanes. Bueno, pues buscando, buscando me he encontrado un libro cusioso del finales del siglo XIX que habla de los gañanes. El autor de libro, fue Juan Alfonso López de la Osa. Nació en Membrilla el 15 de febrero de 1862. Fue el tercero de los seis hijos del matrimonio y el único que nació en Membrillla. Sus primeros años los pasó alternativamente en Membrilla y La Solana. En Toledo obtuvo el título de bachiller el 18 de noviembre de 1880. Empezó a estudiar en la facultad de derecho de la Universidad de Granada, pero en 1881 comenzó los estudios eclesiásticos en Ciudad Real y después en el Seminario de Toledo.
En 1866 fue ordenado presbítero por D. Pedro Carrascosa, obispo dimisionario de Ávila y natural de Manzanares [De este obispo que tiene una calle dedicada a su nombre en Manzanares, ye hemos hablado en otro «poyete» en el que hablábamos de un milagro atribuido a la Virgen de la Paz: «1887. Un fausto suceso… ¿una curación por la intercesión de la Virgen de la Paz. 16 de febrero de 2017»?] con cuya familia debía unirle gran amistad.
Desempeñó su ministerio como coadjutor en las parroquias de San Carlos del Valle, Viso
del Marqués, Santa Quiteria de Alcázar de San Juan en 1888 y al año siguiente en La Solana. Debido a su delicada salud tuvo que retirarse de la vida activa. Murió en La Solana el 2 de febrero de 1915.

Un paseo por la isla verde: Juan Alfonso López de la Osa

 Juan Alfonso López de la Osa, parte de una definición concreta de lo que era un gañan y más en concreto un gañán de la tierra manchega.

El gañán de esta tierra manchega es, entre los sirvientes, una excepción, digna por cierto de hacerse pública en estos tiempos en que se quiere proteger y amparar á las clases trabajadoras, de las cuales en ciertas industrias modernas tanto se abusa, para que conociendo su manera de vivir, el trato que reciben, la alimentación que les dan, sueldo y distinciones de que son objeto por parte del amo cuando les ocurre una desgracia ó están enfermos, puedan servir de lección á las empresas modernas, que tratan al hombre como á una máquina, y evitarse que las muchedumbres, por la fuerza, les hagan variar, si los legisladores, entretenidos exclusivamente en hacer políticá, no dictan á tiempo leyes protectoras para el que suda y trabaja. Vamos, pues, á describir las costumbres de los gañanes en la Mancha…

Un paseo por la isla verde: Juan Alfonso López de la Osa

Aunque los gañanes podían trabajar por días, lo más frecuente es que estuvieran ajustados por años. Las negociaciones, por utilizar un término actual, comenzaban el día de la Virgen de Agosto y hasta el día de San Miguel ( 29 de septiembre) no se hacía efectivo el acuerdo, aunque este caso era solamente cuando el gañán cambiaba de amo, siendo esa fecha cuando se hace la liquyidación oportuna.  «Si al llegar la fecha indicada amo y criado guardan silencio, se sobreentiende que ambos están mutuamente satisfechos, y por lo tanto, que el pacto continúa en la misma forma que está» .

En el ajuste entre el gañán y el amo se establecían dos partes de sueldo una era la «soldada»,  es decir el sueldo y la otra parte era el «pegujal» que venia a ser una forma de participación del gañán en los beneficios del año, beneficios que  dependían del buen o mal año agrícola aunque la realidad se trataba de una participación en la siembra de candeal y cebada. A este respecto, hablando del término «pegujal», el diccionario de la RAE, dice: «es la pequeña porción de terreno que el dueño de un terreno agrícola cede al encargado o guarda para que la cultive por su cuenta como parte de su remuneración anual» De ahí que a los labradores de pequeñas extensiones de terrenos fuesen denominados «pegujaleros». Había otro tipo de contratación y era el realizado por días y hablando en términos actuales se efectuaba, cuando alguno de los gañanes ajustados caía enfermo o por ausencias justificadas pero normalmente se contrataba de esta forma en el momento de sembrar ya que en propiedades relativamente grandes, tanto el mayoral como el ayudador eran los dos encargados  de arrojar el grano al surco y por tanto las yuntas que ellas manejaban o estaban paradas o había que contratar a alguien para que las llevase. Evidentemente estos contratos no tenían derecho a «pegujal». Está claro, a pesar de todo cuanto se acordase en San Miguel, que en caso de necesidad o de malas cosechas no había seguridad ni paro que avalase de forma definitiva al gañán y un pequeño roce con el amo o con el familiar era motivo suficiente para que se rompiese el acuerdo y el gañán saliese de la casa.

Hablando de la organización de la «labor», el autor dice:

«Se da el nombre de labor’ al conjunto de varios pares de mulas que se rigen por unas mismas órdenes y pertenecen á un mismo dueño. Esta se compone de un mayoral, un ayudador, un zagal mayor y cinco ó más zagales menores. Cada uno de ellos tiene señaladas sus obligaciones, á las que pudiéramos llamar ordinarias, por ir anejas á la clase á que el gañán pertenece, y mientras el amo no ordena otra cosa aquéllas han de cumplir. El mayoral, como cualquier otro gañán, ha de llevar un par de mulas, y no se crea que por ser el cabeza lleva la mejor yunta, sino que de ordinario es todo lo contrario, teniendo que arar lo mismo que cada uno de los demás gañanes».
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El mayoral ( Fuente: Histotia de un pueblo y su gente)

El mayoral era, por decirlo de alguna forma, el respoinsable de todo el personal de la labor y por tanto debía de llevar y ordenar todas las actuaciones que el dueño o el administrador o encargado de la finca determinase. Y añade el autor:

«Ha de ordenar, según las épocas y diferentes operaciones agrícolas, la hora en que han de salir de casa, la hora en que han de hacer las comidas y la de la vuelta á la población ó casa de campo, llamada quintería. Es el encargado de velar por la esmerada perfección de todas las operaciones que le están encomendadas, pues á él solo han de reprenderle, caso de no reunir la perfección debida; por cuya razón tiene la facultad de amonestar, si lo merecen, á sus subordinados; y si la amonestación no basta, ponerlo en conocimiento del amo, para que tome las disposiciones que crea oportunas y que ya veremos. Ha de cuidar también de que todas las caballerías estén bien asistidas, tanto de pienso como de herraduras, y si observa dolencia en alguna de ellas avisar al amo para que. éste lo haga al veterinario y se la ponga en cura. De la misma manera ha de vigilar por la conservación de las mantas, arreos é instrumentos de labranza, participando al amo los desperfectos para que los remedie, y caso de ser inservibles los reponga con otros.»

El ayudaor es el que sustituye al mayoral pero aparte de eso tiene funciones especificas como las de preparar diariamente el pienso que luego por las noches repartiría entre las mulas de la cuadra. Los domingos debían ir a la cuadra por la tarde para echar un pienso a las mulas (cuando hablamos de mulas incluímos en ellas a todo tipo de caballería, incluyendo los machos, jumentos, yeguas, etc.). Esta jerarquización de los gañanes solo se daba en las «labores grandes» con más de seis yuntas, siendo lo más frecuentes la labores de una o dos yuntas, en las cuales todas las labores que comentabamos antes eran realizadas por la misma persona. Cada gañán dentro de su «status» era el encargado de llevar a su yunta a abrevar, a herrar y por supuesto llevar a la fragua  su material de arar, sobre todo a «aguzar las rejas». En cuanto a su estado civil especifica el autor que

«El mayoral y el ayudador son personas de más de treinta años, ya casados, y el primero lleva como condición precisa la formalidad y el respeto que el cargo de director reclama. El zagal mayor también suele pasar de la mayor edad é igualmente es casado. Los zagales menores son todos solteros, muy jóvenes, tanto, que al verlos se duda de algunos si podrán manejar la esteva, y, en su mayor parte, son hijos de gañanes y jornaleros que, desde edad muy temprana, han ido acostumbrándolos á sufrir las inclemencias de las estaciones en los azafranales, en la recolección de aceituna, en la escarda, vendimia, etc., y algunos días los llevan al hato donde están arando, para instruirlos en el manejo del arado. Cuando llegan á 15 ó 16 años los acomodan ó ajustan en la forma que queda dicha de zagales menores. Así continúan cinco ó seis años, según sus aptitudes é inteligencia para -el oficio, ascendiendo, á medida que lo van mereciendo, á zagal mayor, ayudador y mayoral.»
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Del libro Historia de un pueblo y su gente

Cuando eran gañanes de una labor pequeña o mediana con uno o dos pares de yuntas, podía ocurrir que tuviesen alguna pequeña tierra propia y en ese caso el amo les consentía que lo aren y lo siembre con sus mulas e igualmente acarreen su mies  la trillen y encierren  aprovechando para ello algunos domingos por la mañana que eran de descanso.

Al entrar a servir en una casa de labor a cada gañán se le hacía responsable de dos caballerías, normalmente un par o yunta de mulas, y el material siguiente: un arado, dos rejas ( por lo menos), un ubio, unos ramales de cáñamo, dos mantas  para enmantar las mulas y las otras dos para las colleras y horcate. Luego a disposición de la labor, según el número de yuntas,

Si la labor es de seis ú ocho pares, reciben además , y es de aprovechamiento para toda la cuadrilla, dos, tres y hásta. cuatro carros de lanza con sus laillos, llamados suelos , de esparto; otro también de esparto , más ancho,  capachos , cachirulos, espuertas , etc. dos, tres y hasta cuatro pares de guarniciones con sus colleras, ramaleras, etc.; una cuba para trasladar el agua que han de beber las caballerías, cuya cabida se calcula de cinco á seis cántaros por par de mulas; otra pequeña para el uso de ellos , ó uná piel cerrada y perfectamente curtida; costales para llevar el pienso; un hacha para hacer las orejeras, con uno de los lados en forma de martillo, las trillas, palas,horcas, etc. Todo esto, que aprovecha una gran labor en común,lo necesita un solo par de mulas, á excepción de las galeras, que generalmente no las tienen, valiéndose de los carros para trasladar la mies.

Aunque el material personal era, a la larga, propio de cada uno de los gañanes, si se les entregaba mantas para abrigarse y utensilios para preparar las comidas, calderos, aceiteras, y demás elementos; en caso de salir de quintería se les entregaban candil y aceite y una saca (saco grande ) para rellenar de paja  para dormir:

«Duermen en las cuadras, en donde les tienen una cama común, á la cual le dan el nombre de camastro, y está formado de piedra y yeso á una altura de 15 á 20 centímetros sobre el suelo, cubierto de un tamo de paja de 10 centímetros, el cual hace de colchón. El abrigo lo constituyen las mantas que utilizan en las. colleras y las que usan en particular. En las quinterías duermen en los poyos que hay á los lados del fuego y en los pesebres sobrantes».
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Cuanto se puede hablar de esta fotografia. En la era. (Fuente: Archivo personal de Angel Rodriguez)

La comida de los gañanes o del personal de la labor eran por cuenta del amo, salvo en las labores pequeñas.

«Si van de quintería, es decir, si se marchan á una casa de campo por toda la semana para no, volver á la villa hasta el sábado por la tarde , á cada gañán se le da: 18 libras de pan, nueve libras de patatas, dos libras de carne , una libra de tocino, una y media de aceite, una de garbanzos, otra de judías, otra de arroz y las verduras que da el tiempo. La cena del sábado se la tienen ya preparada en la casa por el ama ó la criada, mientras que las otras , comidas se las han de hacer ellos. Si todas las noches vuelven á la población, á cada uno le dan: dos libras de pan, una y media de patatas, de tres á cuatro onzas de tocino, tres onzas de aceite y algunas verduras de las que da el tiempo; esto para el almuerzo y comida, porque la cena, (como cuando vuelven el sábado de quintería} se la tienen ya preparada , y consiste generalmente en un guisado de carne, algunas veces arroz y patatas, otras potaje, etc., con su correspondiente ensalada, uvas, etc., y el pan que necesitan. En los domingos, e] ama ó la criada también se encargan de hacerles el almuerzo, la comida (cocido ) y cena; y en los días señalados de Pascua y fiestas principales les dan extraordinarios, tales como conejos, liebres ó pavos con arroz. «.

Está claro que el autor tenía una fe como para mover montañas porque en cuanto a la comida más parece comer a la carta que una comida de gañanes. Pero en cuanto al descanso, en un momento determinado, habla de que descansan todos los domingos, aunque luego después se le escapa que deben, por la mañana de los domingos limpiar todos sus utensilios, limpiar la cuadra, «sacar la cuadra» y por si fuera poco ir a misa, aunque, con toda seguridad, esto no sería muy frecuente ya que muchos de los propios amos eran los primeros en no ir.

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Paz Molina, recordando (Fuente: Villarta y sus fotos)

Se ha dicho tanto de los «gañanes», tan sin sentido, sin comprender que a veces, si lo piensas, da vergüenza haber permitido tantas cosas como de ellos se han dicho y siempre de forma despectiva o peyorativa.  Una de las más hiriente es la expresión «desertores del arado», o del campo y lo que si es cierto es que ninguno fue desertor de nada, simplemente fueron expulsados del campo por que ya no hacían falta en él. Y además, de la noche a la mañana; en ciertos sitios, como en Villarta, deberíamos tener un recuerdo especial de todo lo que pasó durante la década de los sesenta del siglo pasado y como, insisto, de la noche a la mañana, muchos dejaron su cuadra para siempre, dejaron su «escusa», se pusieron su ropa de domingo, cogieron su maleta de madera, quizás de cuando hicieron la mili, rejuntaron un poco dinero y sin volver la vista a atrás, hacia su pueblo emprendieron viaje a lo imprevisto y desconocido. Con ellos, poco a poco, fueron desapareciendo oficios y caras: el herrador, el esquilador, los tratantes, los herreros cuya labor diaria más importante era la de darse prisa en aguzar las rejas que siempre iban con prisas los gañanes, los que arreglaban los carros. Villarta perdió en pocos años casi mil habitantes y hasta los programas de fiestas de las Paces, en ese tiempo quedaron reducidos a un par de páginas.

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Con la yunta nueva (Fuente: Historia de un pueblo y sus gentes)

Este «poyete», caluroso quiere ser un recuerdo y un homenaje a ellos, a sus voces y cantares, casi de madrugada, cuando con su yunta, cantando la última canción que habían oído en el cine, iban camino del «tajo». En el libro del que hemos cogido datos, se decía que a edad muy temprana (10 o 12 años), los padres se llevaban a los hijos al campo para que fuesen aprendiendo, quitando hierbas, piedras, pero sobre todo para que fueran aprendiendo el oficio, luego ya con quince años les empezaban a buscar trabajo como zagales. Nada de «leturas» ni escrituras, nada de diversiones de niños. Se hacían mayores y se enamoraban con recados y creo que muy pocos podremos sentir nunca lo que ellos sintieron, cuando estando en la mili tenían que abrir su corazón a algún amigo para que le escribiese a su novia, rompiendo su intimidad  para que otro lo escribiera a su novia; y la novia, en el pueblo, casi como monja de clausura, que al recibir carta de su novio, acudía a esa «amiga» que sí sabía leer y que era la primera en entererase de las ilusiones de una pareja de enamorados. Luego al volver, la boda y a los pocos días a dormir a la cuadra y solo un rato de descanso algún domingo. ¡Como desearían una de esas épocas de lluvias interminable que no les permitía trabajar!. En muchos sitios, el gañán tiene su monumento, como parte de la histroia de los pueblos, ¿podremos pensar que alguna vez lo tengan aquí?. Yo nací en una casa grande de labor, donde vivía mi familia, y sentí apego por muchos de estos hombres a los que siempre recordaré. Se que ahora todos disfrutarán del descanso que nunca tuvieron, y entre ellos mi primo Felix estará echando «un rabo» largo y eterno, sin prisas, sin tristezas, mientras que se le escape alguna voz a su mula «Capitana». Decía el poeta manchego que tanto pasó por nuestro pueblo, de Valdepeñas al Puerto donde tuvo su escuela y donde enseñó a buen seguro, a quere a nuestra tierra:

Madrugada.
Camino
que lleva a la gañada,
cantando a la sementera.
La galera,
trajinera,
va surcando el ancho río
de polvo, como un navío
que se fuera,
que se fuera sobre el frío,
cristal de la carretera…
La Torda y la Caminera;
el látigo y un cantar,
y el correr de la galera
como un barco que va al mar…
El gañán muerde un flor;
la mancera,
porta, como una señera,
su mano de labrador.
Falsilla de cobre el haza,
recién rotos los terrones:
pliegos de papel de estraza,
con transversales terrones.
Y en el pliego,  el avanzar
de la yunta perezosa;
y en el ambiente, el cantar:
… muerdo una rosa, una rosa [JUAN ALCAIDE.- Cromo del valle]

RUEGO. ¿Podriamos recopilar fotografías de nuestras gentes?. Cómo habréis observado no me gusta ponerle nombres a las fotos, prefiero que se les de vueltas hasta que alguien diga: ¡si es….!

JOSÉ MUÑOZ TORRES, Cronista oficial


3 respuestas a “AL FIN Y AL CABO, SALVO EXCEPCIONES, TODOS SOMOS HIJOS O NIETOS DE GAÑANES.

  1. Pepe, me gusta el tema de este “poyete” pero me hubiese gustado más si las explicaciones hubiesen venido por los que, de nuestro pueblo, ejercieron esa profesión. Yo no he sido gañán aunque alguna vuelta me dejó mi padre, que si lo fue, con las mulas cuando yo era muy chico. Mi padre alternó este noble oficio con otros trabajos, él se adaptaba con facilidad a cualquier trabajo y repetía con frecuencia estas palabras: “no me gusta mandar, prefiero que me mande, aunque sea un chico”. Yo fui desde muy crío simplemente peón del campo (jornalero) pero entonces, gañanes y peones, trabajábamos casi juntos. El trabajo del gañán era mucho más sacrificado porque los animales requería estar a la mira día y noche, y los peones solo teníamos a cargo una herramienta de lunes a sábado (seis días) de sol a sol, pero como era normal conviví mucho con ellos y, de verlos y oírlos, aprendí bastante. Podría aportar algo al tema pero tampoco está mal como lo has hecho y por mi parte así lo dejo. Las fotos insertadas son oportunas y buenas… qué te voy a decir yo, si va una de las de mi casa en la que está mi suegro. Muchas gracias.
    Un abrazo.

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