Me escribe Ángel Rodriguez García a propósito del último «poyete» y dice:
«A propósito de la (A) o mejor dicho de un fragmento de ésta, me ha sorprendido apreciar que la antigua ermita estuviese tan al centro de la plaza y hacia la calle Postas; yo recuerdo la anterior que coincidía más con la ubicación de la iglesia actual.
De quienes se ponían con sus tenderetes bajo ese bolado del casino donde colgaban las carteleras de cine, puedo añadir poco a Eusebio (tarugo) y Claudio (el de los caramelos), los “carameleros” de las rifas que ya te referí y a las “Ciriacas” que tú has dicho, creo que también ponía otro puesto similar, Isabel, al que llamaban de las “Quillas”. Yo fui amigo de Pedro, un hijo de a quienes llamaban las “ciriacas” y pasaba algunos ratejos en su casa, en la calle Caballeros, dando frente a la calle Huertas, viendo como preparaba con gran destreza y rapidez los capiruchos de papel de estraza (no se utilizaba plástico) para las pipas, torraos, cacahuetes, etcétera, y también como su padre hacía los barquillos que luego vendían en sus tenderetes; tenderetes que eran muy simples: unas borriquetas y una especie de bandejas de madera que ponían encima y en ellas las chucherías de entonces; después llegaron los quioscos que ahora se pueden ver en el apartado de “Villarta y sus Fotos”.
Pepe, has nombrado la plaza “Cocinera” actual Dos de Mayo y quería decirte una curiosidad que me comentó mi mujer hace muchos años y me lo han ratificado ahora ella y su hermano Timoteo: en esa plaza vivía su abuelo, Concepción Muñoz, padre de su padre, en la casa que había (no en la que hay) haciendo esquina con la calle Infantas, éste tenía una borrica a la que llamaba “cocinera” y de ahí creen que puede venir el apodo de su abuelo y de dicha plaza».

Y todo eso que comenta, me sirve para continuar con lo que quería decir en mi anterior «poyete». Y es que el tiempo pasa inevitablemente y, muchas veces, nos hace olvidar cosas que han desaparecido porque ocurrieron en el pasado, algo inevitablemente pasado pero no perdido, mientras podamos recordar. Por eso no podemos caer en la nostalgia y tristeza de cómo pasa el tiempo, porque nos quedan los recuerdos, nuestras vivencias que se han ido acomodando o sabiendo vivir en función de todo lo que ha puesto la vida y la sociedad a nuestra disposición. Luego cada uno de nosotros las ha ido adaptando a su forma de ser, al lugar del pueblo dónde ha vivido, o a esos primeros amigos de la niñez que no podían ser otros que nuestros más cercanos vecinos. La única gran diferencia, consiste en adaptarse a la comodidad de ver cómo pasa el tiempo, en ir vaciando «nuestro disco duro» para eliminar lo molesto o lo que nos costó disgustos o fracasos, en vez de ir pasando, hoja a hoja, la información de nuestra vida a los que te rodean, a los que nos aprecian, a los nuestros, a todos aquellos con los que convivimos. Lo primero es muy cómodo, es apretar el botón de «borrar» y ya está; es como si lo vivido fuese cosa que no merece la pena guardar. En cambio recordar es mucho más importante. Recordar es «revivir», traer a nuestra cabeza y a los de quien quiera oirlo nuestra vida, la vida de nuestro pueblo, lo bueno y lo malo. Por eso, Ángel, es tan importante lo que dices; son cosas tan sencillas hasta que alguien las cuenta, hasta que alguien las recuerda y las revive. En ese momento adquieren la grandeza que da volver a vivir la vida; no ya recordar el «cucurucho de papel de estraza» donde te echaban un «patacón» de pipas, sino además el acto físico de ver la habilidad o costumbre de ver cómo se hacían esos cucuruchos. Así que vamos a recordar, vamos a revivir ahora que aún estamos a tiempo.
Respecto a lo de la vieja ermita era tan pequeña que le sobraba plaza. Cuando se derribó (aunque parece cierto que se hundía) habían pasado ciento y poco años desde que se arregló después de la guerra de la Independencia, y es seguro que en esa plaza, en esa pequeña plaza de la Ermita que se hizo a lo largo de tanto tiempo (desde 1369 hasta nuestros días) se vivirían muchas cosas, buenas y malas, que nos fueron contando nuestros mayores y que las tenemos grabadas en nuestro recuerdo. La única foto que he encontrado es la foto aérea donde se ve o se adivina la ermita; pero casi con todo seguridad habrá en algún cajón perdido o en un viejo baúl, alguno foto amarillenta y vieja, donde se vea como salía nuestra Virgen a su plaza (Oficialmente hace muchísimos años se llamó oficialmente Plazuela de Ntra. Sra. de la Paz) a hombros de cuatro villarteros para que La Virgen hiciera la visita de cortesía a la vieja Iglesia. Y terminó este preambulillo con una foto personal y un comentario. La foto está tomada junto a la antigua bodega del abuelo Blas, lo que sería después tienda de Tomás García-Filoso. Es evidentemente una foto de «Paces». Un grupo de amigos a los cuales me incorporé de la mano de Crescen (uno de esos amigos que siempre tienes la sensación de que van a volver). Quizás mi primera salida, bueno la primera salida, que siempre he contado, fué cuando me perdí por la plaza de «Cebollete» y di vueltas y vueltas hasta que llegué a mi casa. ( Es cierto que no pregunté a nadie pero recorrí varias veces la misma calle).

Pero es evidente que solo es una anécdota para ubicar un espacio que fue cambiando aprisa, muy aprisa. Una foto de la antigua ermita ( al decir antigua ermita, es evidente, que me refiero a la construida en 1934), nos sirve para identificar más claramente el espacio de la fotografias.

Con la letra A está señalado en la fotografía anterior el lugar de la fotografía de la (Fig.1), con la letra B se señala la calle donde se encontraba una carbonería y de la que no existe constancia de su nombre. Solo la recuerdo como una calle, sin empedrar, que, con «cuatro gotas» que cayesen, se convertía en un barrizal negro. En los programas de festejos de las «Paces» de los años 1955 y 1956, la calle figuraba como plaza de los Mártires sin embargo en el anuncio de Francisco Muñoz Dotor, en su actividad de venta de carbones, en el año 1956 -junto a Abelardo Martinez-, figuraba el siguiente texto ( creemos que su autor fue José Pérez Archidona):
» Abelardo y Paco suben
el sero hasta la ventana
para que haga el peso «la mona»
porque eso es canela en rama.
Abelardo el industrial,
y Paco capitalista,
almacenes al detall:
«La mona» tras de la ermita.

En la (fig.3), del año 1959, vemos como en pocos años el tramo de «carretera» (Calle Cervantes) comprendido en el lado izquierdo va cambiando con gran rapidez. Gran parte del edificio, señalado en la fig.2 con la letra A, ha sido ya derribado, al menos hasta el árbol que nos sirve, en este caso de hito indicador. En el espacio que indicamos figuran aún visible la tienda de comestibles de Tomás Gracía-Filoso Roncero, la drogueria y perfumería de Pedro Garrido Meco y la Carniceria de Angel Flores y Lorenzo Romero, de los que decía Pérez Archidona, en el programa de fiestas de 1949:
Sabrosísimos lechales
hemosísimas terneras
lechones y mas lechones
venden en la carretera.
(Sociedad Comadita)
Los tios grandes de las grandes comilonas.
«Los chiquetes»
En la fotografía de la boda de mi hermano Faustino, hemos visto que ya ha empezado la demolición de los edificios que conformaban la calle situada al sur de la ermita, sin que hasta el momento hayamos entrado a ver los documentos y autorizaciones del ayuntamiento para realizar la obra de construcción de la nueva iglesia. El iniciador de estas obras va a ser el parroco D. Pablo Cea Perea (Natural de párroco entre 1956 y 1964).

Don Pablo Cea Perea, el iniciador de la construcción de la nueva iglesia y por tanto promotor, entre otros, de la demolición de la antigua ermita, había nacido en Torrenueva (Ciudad Real) en 1931 y falleció en Ciudad Real el 1 de marzo de 2020. Fué párroco de Villarta desde 1956 a 1964. Durante este tiempo fueron alcaldes de Villarta de San Juan:
Benito Calcerrada Labrador (Desde 1946 a 1957)
Miguel Garrigós Carmona ( Desde 1958 a 1961)
Joaquín Camacho García-Filoso (1962)
Tomás Rincón García-Filoso (1963 a 1965).
La nueva iglesia, terminada siendo párroco D. José María Moncada Ramos, supuso un antes y un después en la plaza de la Ermita. De entrada, el nuevo edificio cuyo proyecto no llegó a ser ejecutado en su totalidad, presentaba una característica especial. Se trataba de una de las primeras iglesias cuyo altar mayor no estaba orientado hacia el levante ( hacia Jerusalen), como era habitual en todas las iglesias hasta ese momento. Los imperativos arquitectónicos impedían esa disposición, toda vez que el solar resultante de los derribos, donde se levantó la iglesia era un rectángulo orientado en dirección Norte/Sur. El proyecto inicial, como podemos apreciar en la (fig. 5), contemplaba la erección de dos torres en la entrada, cara a la plaza, que pensamos no llegaron a ejecutarse por problemas económicos.


Posiblemente la construcción de las dos torres que quedaron prepoaradas para su levantamiento, le hubiesen conferido a la nueva iglesia más empaque, aunque hubiese desentonado con la sencillez de las edificaciones contiguas. Sien embargo la belleza de sus catorce vidrieras más la principal sobre las puertas de entrada le confieren una luminosidad y colorido interior perfecto. Las vidrieras de cemento se comienzan a realizar a partir de la primera mitad del s. XX , se emplean para su construcción , bloques de vidrio de 2 a 4 cm de grosor que son partidos o cortados para formar el diseño y armados y rellenados los espacios entre las piezas de vidrio con cemento. Las citadas vidireras han sido objeto de articulos especializados que en algún momento recordaremos. El autor de las mismas fue Martin Munuera.
Como dato curioso hemos de señalar que hasta el año 1959, según se aprecia en la (Fig.5) a la derecha de la misma, persiste uno de los árboles, junto a la carretera, que daban sombra a la ermita. La ampliación de la anchura de la carretera y del acerado, eliminó estos árboles centenarios.

La foto anterior, del año 1954, nos presenta el paso del entierro de D. Lorenzo Serrano, [uno de esos maestros de escuela que permanecen en el recuerdo de un pueblo para siempre] a su paso por la plaza de la Ermita. El acceso a la misma por la carretera tiene una pequeña zanja, cubierta con un placa de cemento para evitar que el agua de las lluvias se estancase ante la puerta principal de la ermita. En la misma fotografía, en el cuadrante superior izquierda, se ve la antigua tienda de comestibles de Jacinto Prado Paez, situada entre la casa de las Davisas y la de José Mascaraque. En ese espacio se construyó la tienda de electrodometicos de Miguel Garrigós, que en la actualidad permanece cerrada. El lado izquierdo de la carretera -dirección Madrid- , desde la plaza de la Ermita hasta la plaza del Ayuntamiento, más en concreto la manzana delimitada por la calle de la Tercia y la carretera, es la zona que ha sufrido la mayor transformación de todas las zonas del pueblo, de tal forma que es muy dificil localizarla a través de alguna foto relativamente antigua.

La anterior foto es algo posterior al año 1941 ya que en esta fecha entre las obras realizadas por el ayuntamiento en el citado año de 1941 figura la reparación de la torre del Reloj -cuya torre se ve al fondo ya reparada-realizada por Tomas Romero por importe de 5.804. A la derecha se ve el edificio que fue ferreteria y posteriormente confitería. Haciendo esquina a la calle de la Tercia, enfrente se ve la casa de Alfonso Isla y a su lado un edificio de tres plantas donde tuvo tienda Juan Jose Rodriguez y a continuación casas de Zenón Doral, Rafael Isla y otra casa donde después se construyó la casa de los tres pisos. A la parte de la carretera toda esta parte no mantiene ningún recuerdo de las edificaciones de la época que estamos tratanto y se encontraban la casa de Lina Torres, Tienda de Manuel Rodriguez, etc.
Todas son fotos con el mismo paisaje de fondo, una casa testigo de tantas cosas y tantos recuerdos. Ahora en ese mismo frente una entidad bancaria nos ofrece «sus servicios». En algunas de las fotos aparece sin rotulos ninguno, en otra no se distingue y en otras dos figuran como: Confiteria y Pasteleria; en la otra aparece: «Antonio Roncero, material eléctrico, material para bodegas, regalos, insecticidas,…» En «paces», frente a esa puerta, se vendían turrones, gambas, … en otro puesto que se asentaba sobre unas borriquetas y que guardaba el de Manzanares, por las noches, en el patio, de la Dolores, la mujer de Benjamin,…
Termino, algunas, casas y calles, nos serán dificiles de recordar, como la calle de la foto anterior. Se empezó a construir en ella, un «grupo escolar», en un antiguo cementerio ( el primer cementerio que tuvo Villarta). La calle llegó a llamarse, después de la guerra, calle de Pocotrigo aunque no sepamos el por qúe. Bajaba rápida hacia la calle de García-Morato, sin aceras y sin empedrar, con escorrentías serpeantes que en épocas de lluvia no permitía, ni siquiera, que se formase un pequeño charco. Junto a las escuelas en construcción, una buena casa, -la de la «Hermana Florentina»-, donde se acudía a comprar, al atardecer, leche recién ordeñada. La calle fué durante mucho tiempo la calle 18 de julio y en la actualidad, a petición de los vecinos, se llama calle del Parque, en recuerdo de aquel parquecillo recoleto que se construyó en el año 1946, tal y como figura en el depósito de agua que se contruyó para regar el mismo. Insisto en que quizás no recordemos todas, pero con otras podremos «revivir», recordar. Nuestras casas, nuestro pueblo, ha sido un pueblo de humilde y sencillo que, salvo pocas casas importantes, necesitaban continuos arreglos y muchas veces, «tirar por la calle de enmedio» y rehacerlas. Ahí quedan esas fotos y aunque la calidad no sea la deseable más de uno podrá corregirme o darme noticias, ¿Verdad, Angel?, para seguir contando nuestra pequeña pero entrañable historia.
JOSÉ MUÑOZ TORRES, CRONISTA OFICIAL.
Me alegro, Pepe, que lo que puse en tu “poyete” anterior te haya servido para algo en éste. No sé de cuándo será la foto de la casa del abuelo de mi esposa pero yo la recuerdo menos ruinosa, la puerta no estaba tapiada y había una bajada como de medio metro; mi mujer me la describe con bastantes detalles. De la foto en que estás con cuatro amigos, a pesar de la diferencia de edad, los recuerdo a casi todos ya de mayores (menos a Luis que, me suena, pero no caigo). Me hace gracia recordar el pantalón bombacho de Crecen porque yo también tuve unos así para las fiestas y los odiaba por lo ásperos que eran al contacto con la piel. Del callejón de detrás de la ermita y de la carbonería también me acuerdo, en mi casa teníamos una “cocina económica” que era más grande que una estufa: tenía su horno y hasta un pequeño depósito de agua y el combustible era leña y carbón; alguna vez fui a esa carbonería con mi madre a comprar carbón que lo pesaba la Luisa con una romana. En la foto de la boda de tu hermano Faustino, también se ve la portada donde “el hermano” Socorro (abuelo de Diosi) tenía la talabartería. En la foto del entierro de D. Lorenzo, donde se ve la tienda de Jacinto, después tuvo el despacho de pan Pedro Bascuñana (padre) que, antes, lo había tenido en la plaza del Ayuntamiento. De la calle del Parque (antes, del 18 de Julio) recuerdo su piso de tierra tal como se ve en la foto que has insertado sin pie (he visto otra muy parecida de las cedidas a “Villarta y sus fotos” y es de 1950), creo que el asfaltado llegaría a partir de año 1.976, te acordarás de las “Contribuciones Especiales con motivo de las obras de Saneamiento 1.ª y 2.ª Fase”. De aquel parquecillo de la iglesia vieja, después de ser cementerio, lógicamente no recuerdo nada; recuerdo las escuelas (a las que fui con Doña África) y después, más recientemente, cuando ahí mismo hicieron otro parquecillo con una fuente en el centro muy coqueta, de base más tres platos de altura rematados por un agelillo del que manaba el agua, parquecillo que cuidaba con esmero Francisco Tajuelo (el hermano, “pollo”). Bueno, amigo, muchas gracias otra vez; ha sido otro de tus poyetes que he gozado y me ha despertado el recuerdo de escenarios vividos con las fotos y tus detalladas explicaciones. Un abrazo.
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