El día 24 terminaba, hablando del coronavirus, con unos puntos suspensivos preguntando ….¿Y mañana? No hubo que esperar mucho tiempo para suprimir los puntos y poner en su lugar el nombre de Tomás. Eran aproximadamente las diez de la noche, cuando el móvil, -ese no muy bien usado aparato, que en estos días se está conviertiendo en la única forma de ponernos en contacto unos con otros-, nos dió la terrible noticia. La impotencia de no haber podido sentir su presencia, de no haber podido compartir los últimos momentos con sus hijos, [uno esperando en Madrid y otra esperando en Berlin; Consuelo, su mujer, su compañera, feliz casualidad en estos tiempos, junto a él viviendo y sufriendo los últimos momentos], hacía más díficil la comprensión de lo que estaba pasando. Bien lo sabéis todos los que ya habéis pasado por este doloroso trance. En poco tiempo fuimos dando la noticia y en poco tiempo los móviles nos trajeron rápidos vuestros mensajes de amigos, mensajes de cariño, palabras sencillas y no rebuscadas que iban suavizando el dolor, y haciendo que, de pronto, miles de recuerdos se volcasen ante nosotros arrancando lágrimas, sonrisas, suspiros, y sobre todo unión ante una enfermedad de la que desconocemos su por qué pero de la que sí conocemos el dolor que va dejando a su paso.
Las campanas de la iglesia de Villarta están sirviendo para que el dolor sea compartido, para que la soledad de nuestras calles se llenen, al menos, de un sonido que nos llama a recordar a los nuestros, a una oración por parte de los que creen, a un sentimiento respetuoso por parte de los que no creen, pero sobre todo es un sonido que nos llama a la unión [Antiguamente el sonido de las campanas era distinto segú qué y para qué de su tañer; ahora es distinto su sonido es el mismo, pero si tocan a las nueve de la mañana, nos dobla, nos abate, porque nos dice que alguien más ha fallecido. A las doce de la mañana, el mismo sonido nos pide, oraciónes, recuerdos, peticiones… por los que nos han dejado y por los que sufren la enfermedad]. Algunos, mientras, en casi todos los lugares , salen a aplaudir desde los balcones la entrega sin reservas de tantos y tantos que quieren vencer la enfermedad, en una lucha en la que ya bastantes han dejado su vida; aquí en Villarta, como siempre ha sido y como siempre esperemos que sea, unos pocos cohetes que llevan atados en sus carrizos ramos de dolor, esperanza y cariño, para que la Virgen de la Paz sepa de nuestros dolores, ayude y proteja a todos los que luchan incasables por mantener nuestra salud y acoja nuestras penas bajo su manto recibiendo ese trueno de cariño de nuestros cohetes que, Ella, tanto conoce y quiere.
Cuando pase algún tiempo, cuando el dolor se asiente, cuando las calles recobren el paso de nuestra gente, las voces de nuestras gentes, cuando nuestros jubilados vuelvan a recuperar su sitio en la plaza, hablando de sus cosas, -que tienen que contarse muchas-, tendremos todos que sentarnos con calma para hablar tranquilos con esa «retranca» que utilizamos los manchegos y exigir a nuestros políticos que sepan estar, a partir de ahora, a la altura de todos los que los han votado, porque a pesar de que cada uno de ellos, -de los políticos., piensen de forma distinta, eso no impide, ¡no impide ni debe impedir!, que sepan estar unidos para resolver nuestros problemas. Es muy duro para los familiares de los casi cinco mil fallecidos por esta enfermedad en España que tengan que oir, por parte de los escasísimos diputados presentes en el Congreso, palabras tan «amables» como: asesinos, sinverguenzas, etc. etc. Seguiremos votando, es nuestro derecho y nuestra obligación, pero no estais sabiendo estar a la altura de la circunstancias. Tendremos que hablar también largo y tendido de la misión de algunos [creo que desgraciadamente muchos] medios de comunicación que parecen estar enzarzados en una lucha descarnada para conseguir la noticia del día, buscando eso que dicen el «prime time» (la máxima audiencia). Tendremos que hablar muchísimo y dedicar muchas horas a enseñar a nuestros hijos qué son y para qué sirven la redes sociales. Son fundamentales para nuestra vida, nos acercan y nos unen en los momentos más importantes de nuestras vidas: buenos o malos… pero también, en muchas ocasiones sirven de cloacas donde verter nuestras peores intenciones: mentiras, insultos, calumnias, … Tendremos que hacer callar a todos aquellos que, creyendo saber mas que los demás, nos equivocan y nos llevan por un camino falso, sabiendo, como saben, que no es que sepan más sino que nos están engañando.
Todo esto que está pasando puede durar aún bastante tiempo y nos va a venir bien para hacer un repaso duro de nuestras vidas y de nuestros comportamientos.
Por ahora agradecer a todos los que habéis compartido con nosotros estos duros momentos y os habéis acordado de todas estas buenas personas que nos van dejando. Y a ti, Tomás, un fuerte abrazo de todos cuantos te hemos querido y no te queremos olvidar.