
Este año de 2019 se va a celebrar el 650 aniversario de la creación de la de festividad de Nuestra Señora de la Paz y no parece, ni mucho menos, inverosímil que estos sean los años que en Villarta se celebra esta festividad. ¡650 años de «Paces»! Sin embargo, es muy dificil encontrar documentación que avale esta antigüedad y sólo disponemos de una breve cita del año 1575, en la que los encargados de redactar las respuestas del Interrogatorio solicitado por el rey Felipe II, se limitan a decir «que hay otra ermita fuera del pueblo que se dice Nuestra Señora de la Paz» y más adelante añaden que esta fiesta en honor de Nuestra Señora de la Paz, se celebra por la salud del pueblo christiano. Concretamente se dice que se votó por la salud del pueblo Christiano, es decir el pueblo hizo la promesa de celebrar esta fiesta para agradecer a la Virgen la salud o bienestar. Esta fórmula de explicar la festividad por nuestros antepasados, después de que hubiesen transcurridos más de 200 años, era una forma de no complicarse la vida intentado explicar al rey un origen de la fiesta ya tan lejano y que, -con toda seguridad-, habrían olvidado. En cualquier caso, ellos, -nuestros antepasados-, no tuvieron que inventarse ninguna historia sino simplemente se limitaron a seguir la tradición de celebrar La Paz, al día siguiente de San Ildefonso o Alifonso, que asi lo conocía el pueblo, cuando se celebraban las visperas de la Virgen de la Paz. Y asi hemos seguido, preparando las Paces, sin importarnos mucho ni el cuándo ni el por qué empezaron. Es cierto que los que hemos ido buscando historias escritas de nuestro pueblo, de nuestras «paces», hemos tenido la suerte de poder encontrar documentos, -no muchos-, que hablan de nuestra fiesta pero ¿es eso lo importante?. ¿Tenemos que hacer importantes nuestras fiestas en base a antiguos papeles que nos hablen de ellas?…

Si hubiese espacio y tiempo suficiente, habría miles de «Paces» que contar; todas distintas aunque con un mismo fondo y con un mismo cariño; todas ellas personales y profundas. En la fotografia anterior, se ven cientos de villarteros con los ojos fijos en la imagen de la Virgen de la Paz. Es en una de las novenas. ¿Que hacen? ¿Rezan? ¿Escuchan al «predicador»? o ¿están recordando algunas de sus paces, ante la Virgen de la Paz?. Posiblemente las tres cosas, pero fundamentalmente recuerdan sus «paces» vividas, todas ellas distintas; hacen hueco, en esa memoria personal, para los que les enseñaron a vivirlas; se alegran o entristecen recordando a aquellos con quienes las compartieron y, sobre todo, se apretujan junto a sus hijos o nietos tratando de inculcarles el especial compromiso que deben asumir en seguir viviendo y transmitiendo «paces»…
Y asi, apiñados en torno a una sencilla imagen de una Virgen, -siempre la misma en el fondo pero distinta en la forma, que ya son varias, a lo largo de la historia de nuestro pueblo, las que de una forma u otra han desparecido-, el pueblo inicia unas nuevas fiestas. Deciamos hace ya bastante tiempo ( y alguien tomó esa forma de explicar el origen de nuestras «paces», como la leyenda que todas las fiestas antiguas tienen) que «.. Camino hacia Toledo, procedente de Montiel, llegó a Villarta el mensajero. La urgencia de su viaje sólo le permitía un breve descanso en el pueblo. Terminada apresuradamente su cena y sin dar tiempo a más,dijo: ¡Ha terminado la guerra! ¡Don Pedro ha muerto en Montiel!». La verdad es que aquellos pobres antepasados nuestros les importaba poco quien ganase o perdiese la guerra pues ellos iban a seguir viviendo igual de pobres que siempre, pero el hecho de terminar significaba mucho para ellos. ¡Al fin y al cabo se habían hecho «las Paces».

….Cerca del pueblo había una pequeña ermita, donde se veneraba una imagen pequeña y humilde de la Virgen cuyo nombre desconocemos pero a la que acudían siempre que ocurría algo especial en aquel pequeño pueblo. Y aquella noche había ocurrido algo importante: había terminado una guerra que durante años les había maltratado con la muerte de alguno de sus vecinos y con la pérdida de sus escasos bienes y cosechas, en muchas ocasiones. Y esa noche, o tarde, o quizás mañana, se encaminaron por el camino real a la pequeña ermita que estaba a no muchos pasos del pueblo. Y decidieron, como en otras ocasiones importantes, ir a darle las gracias a su Virgen. Y puestos de rodillas le dieron gracias. Después de un rato volvieron a sus casas para seguir malviviendo, como siempre, pero mas tranquilos. Ninguno imaginaría que, muchos siglos después, eso que habían hecho se repetiría, año tras año, con el mismo agradecimiento que la primera vez. Porque aquella apartada ermita, hoy Iglesia principal del pueblo, entonces apartada del mismo y hoy en el pleno centro de Villarta, sigue recibiendo la visita de los que quieren darle las gracias por tantos y tan personales acontecimientos que les ocurren en su vida…
Retrocedamos en nuestra historia, porque el desconocido mensajero que había dado la noticia en Villarta del final de la guerra, llegó a Toledo y penetrando raudo y nervioso en el palacio arzobispal, dio la misma noticia al Arzobispo Gómez Manrique. Y reuniendo al cabildo catedralicio, no sólo se limitó a dar gracias por el fin de la guerra (y como ahora sabemos, razones muy personales tenía para ello, pues si la guerra la hubiera ganado Don Pedro, es muy posible que la cabeza del arzobispo no estuviera en su sitio) sino que además:
«Primeramente ordenamos, Nos Don Gomez, Arçobispo de Toledo e el Cabildo de la Santa Madre Iglesia Catedral que esta fiesta, solebnidad cofradía hermandad llamen e sea llamada Sta. Maria de la Paz, porque ella por su misericordia e piedad nos quiere ganar siempre paz de su hijo Jesucristo bendito y precioso. Y que se haga otro día de Santo Alifonso, que es en veinte y cuatro del mes de henero; e queste día vengan a la Iglesia Catedral todos los clérigos de la ciudad con sus cruces a la proçesion , e que esten a toda la misa, e todos los frailes de las ordenes todos que vengan a la proçesion esten a la misa e a la predicación e traigan todos candelas en las manos, …»

De igual forma que a través de un largo puente llegó a Toledo la noticia del fin de la guerra, a través del mismo puente llegó a Villarta la noticia de la proclamación de la festividad de Santa María de la Paz. Y de igual forma, nuestros antepasados volvieron a la pequeña ermita, se pusieron delante de la sencilla imagen, a la que ya la llamaron por el nombre que hoy tiene, y celebraron la primera de las miles de «novenas» que desde entonces han tenido lugar, aunque aquella primera vez, fuese sin cura ni «predicador».
Desde esa fecha, Villarta ha vivido infinidad de «Paces». No una por año, sino una por cada uno de los villarteros que han sido y serán. Y esas fiestas, íntimas e individuales, se unen a la Virgen de la Paz, junto al fuego sagrado de la tradición y en su paseo de oración, especial e interminable, por las calles de su pueblo. Esta es la historia de unas fiestas vividas, vistas y narradas con amor, ilusión y recuerdo.
Porque las «Paces» es el conjunto de muchos pequeños acontecimientos que quedan envueltos entre el amor a una Madre, el fuego y la pólvora. Ya, a finales de noviembre, se empieza a alborotar Villarta con los comentarios acerca del cartel o portada del programa de fiestas. Desde que hace treinta y cuatro años que se celebró el primer certamen, raro ha sido el año que no ha habido opiniones dispares sobre el mismo y porque no llegan a conocerse los comentarios que manifiestan los diversos componentes del jurado. Es decir antes de Navidad ya se empieza a hablar de Paces o de parte de las fiestas. Luego vendrá el primer domingo de enero o el día 1, según venga el calendario, en que se celebra la Junta General de la Hermandad de Nuestra Señora de la Paz: cuentas de gastos, ingresos, nombre del predicador de las novenas, procedencia de la banda de música, -antes cuando en Villarta no había banda de música-, o incluso diversos aspectos no ajenos a la fiesta pero que en su momento suponían una posible alteración de las mismas, como el año en que se propuso votación para ver si la Virgen salían en procesión en carroza o a hombros como había sido sido y espero que lo siga siendo. Villarta empezaba a «oler» a «Paces».

El domingo anterior al 14 de enero, componentes de alguna peña cohetera, ayudan a la junta directiva de la Hermandad en el traslado de las andas, sobre las que la Virgen de la Paz presidirá, cercana al pueblo, sus fiestas.

En un momento determinado, en un rápido atardecer, antes del día 14 de enero, un grupo de personas a las órdenes de las Camareras de la Virgen, cierran las puertas del templo para no ser molestadas y con emoción y calma se disponen a bajar a la Virgen de su camarín. Poco a poco, con mimo, le van quitando sus vestidos de «diario»; casi con pudor, van limpiando su cara, sus manos, sus largos cabellos, -posible donación de alguna villartera que se los dejó crecer para ofrecerselos a su Virgen-, y con mucho cuidado van bajando la talla hacía donde se encuentran las andas. Mientras tanto, como todos los años, otras manos cuidadosas revisan el «joyero» de la Virgen. Es humilde, sencillo… Las joyas con que va a adornarla, no tienen un gran valor material, son los regalos que cualquier mujer villartera recibirá a lo largo de su vida; cada una de esas joyas recuerdan pequeñas cosas o historias, muchas de ellas, de amor.

Por eso, la mano anónima que busca entre los aderezos de la Virgen, elige ese cordón, quizá de oro, en el que se engarzan alianzas de nuchos que se quisieron y que tanto la amaron. Otras manos sujetan a su manto, con cuidado, otros muchos recuerdos que le han ido regalando. Poco a poco, lentamente, como si no quisieran terminar de vestirla para así poder estar mas tiempo con Ella, las manos de las camareras van engalanando a la Madre. Algunos últimos detalles y al final es coronada con estrellas de amor y una mano de ternura, abierta y derramada, acaricia levemente sus cabellos. Ellas, las camareras, una vez mas, han llevado a cabo su amada tarea y cerca, muy cerca de la Madre, sonrien. Luego en su casa, mientras guarden el antiguo mandil que quizás ellas mismas bordaron, unas lágrimas caerán lentamente por su rostro.

Un año mas han cumplido lo que tantas otras hicieron durante cientos de años. Y el templo, lleno de claridad inusitada, lleno de calor a pesar de ser enero, hará que brille esplendorosa la Madre, la Amiga: Nuestra Señora de la Paz.
Y llega el día 14 de enero. Ahora si se puede decir que estamos ya en Paces. Comienzan las novenas. En la pequeña plaza de la ermita, -en la antigua Plazuela de Nuestra Señora de la Paz-, solo hay unas ramas de leña para indicar que ahí se levantará la grandiosa hoguera. Ya han lanzado el segundo petardo. Quedan tan sólo quince minutos para que empiece la novena a la Virgen de la Paz…
«Paso a paso camina el abuelo. Es una noche fria de enero. Se apoya suavemente en un nietecillo que a regañadientes le acompaña. Salir esta noche le ha costado discutir con su hija, pero como él dice «prefiero morirme de una gripe antes que de un disgusto». Grupo de personas más ligeras le adelantan.
-¡Abuelo a donde va con la noche que hace! – le dicen. Y él tranquilamente les contesta:
-Ya ves, hijo, a la novena…
Se nos olvidaba decir que la noche, aunque fría, estaba alegre. Empezaban las novenas de la Virgen de la Paz y todo parecía animarse. El abuelo sólo había dejado cuatro años de acudir a las novenas: Tres, cuando la desgraciada guerra y otra cuando hizo el servicio militar. Era una tradición que estaba dispuesto a cumplir hasta el final [Comenta el autor de este relato que el abuelo «no era muy de iglesia», sólo lo justo, pero… la Virgen.. Eso era otra cosa]. Este año es la primera vez desde hace muchos años que no le acompaña su mujer. El año pasado, a poco de terminar las «Paces», un achaque de vejez se la llevó para siempre…
Ya llega a la plaza de la Ermita. Todavía no hay leña para la hoguera. Al subir las escaleras de la iglesia reniega, casi entredientes:
-¡ Estas escaleras las harían para gente joven! ¡ Como si los viejos no existieramos!
Enciende un cigarro, -casi ritualmente-, mientras se apoya en las verjas de las puertas. Le gusta ver a la gente que entra, aunque ya a la mayoría no los «saca ni por la pinta». Llama a su nieto que juega con otros chiquillos y entra en la iglesia. Se encamina hacia los bancos de delante y espera tranquilamente a que empiece la novena. Le gusta «coger buen sitio» para atender al «sermón». Pero ya, aunque él no lo reconozca, no está para estos trotes, y al poco de comenzar el «sermón», queda en dormivela mientras sueña o tal vez piense en otras «paces» vividas y mas alegres. Aquellas, en que por primera vez, cogido de la mano de su padre, fue a la procesión. Dormido y todo no puede evitar una sonrisa cuando recuerda el miedo que pasó con los cohetes y cómo peleaba con todo el mundo diciendo que él no tenía miedo porque era ya un hombre…, o las «Paces» cuando se hizo novio.., o cuándo llevó a su hijo, el que está en Barcelona, a la procesión…, o quizá cuando … Bueno, cuando uno recuerda, solo se nos viene a la mente lo mejor,… De pronto el nieto le tira un poco de la manga:
– ¡ Abuelo, que se duerme ! – le dice quedamente.
– ¡Cómo voy a dormirme ! – le dice malhumorado.
Pero al abuelo le pesan los años y, tan sólo al final, despierta sobresaltado para unirse al coro general que alegre entona el himno a la Virgen. Sale a la calle y cogido de su nieto piensa, mientras regresa a su casa, que, posiblemente, este sea el último año que asiste a las novenas.[ JOSE MUÑOZ TORRES (JOAN DE VILLAHARTA). El abuelo y la novena. Programa de Festejos del año 1983]
Mientras el abuelo subía los escalones de la iglesia, ese año al igual que siempre, en la sacristía de la iglesia, monaguillas y monaguillos hace tiempo que, nerviosos, ya se han puesto las túnicas y bromean. Mientras tanto la sacristía se ha convertido en un recibidor, donde muchos fieles quieren saludar al predicador de ese año. Los miembros de la Junta directiva también han pasado a saludarle y mientras tanto el templo se ha ido llenando de villarteros expectantes. No están todos, el trabajo, las distancias, las enfermedades, …. lo han impedido; pero están sobradamente quienes los representan, y además, los últimos años, la Hermandad «cuelga» las novenas en esa red llamada facebooks o algo parecido, con la que llegan a todos los que no han podido estar, las novenas de la Virgen. En la fotografía de la novena que hemos insertado está todo lo que significan las «novenas»: la familía, la esperanza puesta en la Virgen, la emoción, el silencio, el recuerdo, la sorpresa, la plegaria… Un poeta de Paces, Alejandro Font, resumía de este modo todo lo anterior: » No hay palabras por decir, ni silencios por llenar: Es el sentir del sentir». El predicador, sorprendido por tanto y visible amor, inicia su «semón»; las diversas peñas coheteras hacen su ofrenda a la Virgen, los cestillos recorren la iglesia pidiendo la necesaria limosna, una comunión multitudinaria nos va acercando al final de la misa. Termina la novena y el párroco proclama la plegaria heredada de padres a hijos: «¡Pide, Señora, que hoy tus hijos de Villarta están por complacerte!».
La novena, hasta el año 1996, tenía un ritual específico, con una celebración que no se incluía en la misa. La novena comenzaba con el rezo del Rosario y al inicio del segundo misterio se realizaba la colecta a cargo de cuatro hermanos de la Hermandad. A continuación tenía lugar el sermón de la novena realizado por el «predicador» que habían elegido el párroco y la Junta Directiva de la Hermandad. Terminado este, tenía lugar una exposición solemne del Santísimno y a continuación la comunión a los asistentes. Terminada esta, se procedía al rezo de la plegaría y a continuación, bajando los sacerdotes del altar y ante la Virgen, se entonaba la Salve y a continuación el himno a la Virgen.
A propósito de esa Salve a la Virgen hemos de indicar que en el Concilio de Peñafiel del año 1302 se aprobaron varias constituciones; de entre ellas destacamos la XI: por la que se establece en toda la provincia de Toledo, -Villarta y todo el campo de San Juan pertenecían a ella-, la festividad de San Ildefonso:
«De la festividad de San Ildefonso. Y como que la gloriosa y siempre Virgen Maria, madre del Verbo y del Salvador nuestro Señor Jesucristo, visitó corporalmente en la tierra después de su Asunción, descendiendo del Empíreo, al capellán y especial preconizador de su virginidad, el bienaventurado Ildefonso, prelado y rector de la iglesia patriarcal de Toledo, y le regaló dádivas y dones especiales en señal de la predilección y amor particular, y como que tenemos obligación de amar y honrar a quienes honra y ama la Madre de Dios: establecemos y ordenamos, que en toda la provincia de Toledo se celebre solemnemente su festividad con oficio doble» [JUAN TEJADA Y RAMIRO. Colección de cánones y de todos los concilios de la iglesia de España y América. Parte II. Concilios del Siglo IX en adelante. Tomo III. Madrid,1864]
y en el canón XII del citado concilio, se dice: «… hemos dispuesto que diariamente después de Completas, (oración que se dice antes del descanso nocturno), se cante en alta voz en todas las iglesias Salve Regina». Posiblemente este canón es el que diese pie a que al finalizar la novena se cante Salve Regina, aunque en la actualidad se cante en español, en algunas ocasiones se sigue cantando en latín.
Termina la novena pero aún siguen todos, ahí de pie, mientras sus corazones vuelan hacia otros tiempos, hacia otros lugares,… Y cada uno de los presentes une a su corazón, los corazones de los que no pueden estar con ellos o de todos los que se les fueron. A un «Viva la Virgen de la Paz» impetuoso, sigue un viva clamoroso, unido y único.
Hasta aqui todo han sido preparativos para la gran fiesta. Es la noche del 22 de enero, aproximadamente las 22:30 horas, y ya en la calle, cientos de móviles llevan el primer clamor de «Las Paces» a todos los ausentes. Desde la iglesia, un año mas, la Virgen oye las primeras y sonoras oraciones de sus hijos de Villarta. En el cielo se han dibujado oraciones; es la pólvora caprichosa la que pone luces en la noche fría de enero. En la lejanía de la emigración, para tantos que tuvieron que marchar de Villarta, algunas lágrimas de alegría, de amor o de nostalgía, recorren esos rostros que no han olvidado nunca ni a su Virgen de la Paz ni a sus «Paces». Dentro de poco, en sus tractores, grupos de jóvenes marcharán a los escasos montes que ya quedan, a recoger la leña que el ayuntamiento, previos permisos y autorizaciones, ha ido cortando para la hoguera.
Aún se están recogiendo los últimos en abandonar el baile o concierto de este año, o quizá están terminando la larga conversación que, al calorcico del brasero, se ha ido alargando, recordando «paces» pasadas pero no olvidadas, con los primeros invitados o familiares que este año han venido a casa…
Aún los chicos dan vueltas, nerviosos, en la cama,…
Aún la larga madrugada impide el paso al nuevo día,…
Y de pronto cuando mas grande es el silencio, este se rompe con la tímida explosión de algunos cohetes, -hoy todavía no es día para cohetes-, que se oyen en el ya día de San Alifonso, anunciando que los leñeros ya han vuelto han aparcado sus remolques repletos de leña en la calle de Nuestra Señora de la Paz. Para terminar los preparativos ahora que, ya en serio, van a empezar «las Paces», los leñeros se disponen a dar buena cuenta de una suculenta caldereta de cordero, como manda la tradición.
….Y el aroma de los montes llena de olores la plaza. La Virgen, desde sus andas, -impaciente por sentir como sus hijos la sacan otra vez a la calle-, quizá huela los esfuerzos, los anhelos, los amores y el cariño de sus hijos de Villarta.
José Muñoz Torres, cronista oficial
Muchas gracias, Pepe, por este «poyete» pero especialmente por recordar aquel escrito tuyo del año 1983, «El abuelo y la novena»; si en su día me gustó mucho, tengo que decirte que hoy me ha emocionado más. Después de leerlo he vuelto a tener en mi mano aquel programa de festejos en el que lo escribiste, también le he echado un vistazo a lo que nos relatabas con otro título (Villarta de San Juan 1748-1761) en el mismo programa y con la misma firma de «Joan de Villaharta». Cuanto nos has contado de nuestras cosas villarteras de ayer y hoy y, afortunadamente, nos sigues contando, Don José. He disfrutado como un niño leyéndote, se me ha hecho corto y más con el tema que has elegido hoy de nuestra Virgen de la Paz. No me extiendo más.
Un abrazo.
Ángel.
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