Un escritor, próximo a la generación del 98, Luis Bello, hablando de las escuelas, en concreto, de las escuelas de los pueblos, escribía en 1929:
» Cuando una escuela toma el nombre de su maestro, podéis entrar sin cuidado. Será mejor o peor, más nueva o más vieja; pero allí habra labor personal. Al maestro se le alegrarán los ojos al veros asomar por la puerta; suspenderá de pronto, con gesto de batuta, la tarea, y en ese silencio relativo, atravesado de chispazos, lleno todavía de vibraciones, empezará a explicaros su método. A vuestro alrededor, la colmena seguirá trabajando. Algunos chiquillos os clavarán esa mirada aguda y expectativa que, sin la sonrisa, sería semejante a la del perro cazador aguardando una orden. Sabrán todo cuanto les preguntéis. Os traerán todos los cuadernos que les pidáis. Lo más impresionante, lo que os encogerá más el corazón en otras terribles escuelas desparramadas por innumerables lugarejos españoles, es el aplastamiento, el estupor de los alumnos y el caos de voces y ruídos sordos, dominados de vez en cuando por una canturria rutinaria.» [LUIS BELLO TROMPETA. Viaje por las escuelas de España. Tomo II. Andalucía. Toledo y Soria. Madrid, 1927].


Está claro que en Villarta, a primeros del siglo XX y bastante después, no se podía hablar de una escuela u otra. Sólo había una escuela de chicos, -más de cien chicos- y otra de chicas, con unas ochenta. Aún no se podía establecer «distingo» alguno con otro posible maestro; en nuestro pueblo, por ejemplo, sólo había un maestro y una maestra. Pero aún así, al pasar los años, no todos opinaban igual de bien, sobre el maestro, que habían tenido. Las escuelas, entonces, eran «unitarias»: todos los chicos desde los siete hasta algo más de los doce años, juntos en la misma clase; de vez en cuando, alguno más «listejo» que los demás, -por supuesto de los de mayor edad- ayudaba al maestro con los más «pequeñajos»; en este caso el maestro era Don Lorenzo, un maestro vocacional, que había recorrido muchos pueblos de la Mancha, hasta que pudo llegar a ser maestro en su pueblo. A pesar de que ya quedan muy pocos de sus alumnos, en Villarta siempre se ha hablado muy bien de él. Uno de sus antiguos alumnos, posteriormente maestro y director de nuestro colegio, aún conserva alguno de los libros en los que estudió con Don Lorenzo, me refiero a José Menchero Torres, al que todos llaman Don José. (Habrá que animar a mi primo para que saque a la luz todos los datos que tiene de la escuela y Villarta).
Pués bien, este año, en el programa de festejos, se publicaba una foto del entierro de Don Lorenzo y me picó la curiosidad de hablar de él como pequeño homenaje al maestro de una generación de villarteros que no llegaron a olvidarlo. [Antes de que se me olvide os recuerdo, un interesantísimo libro que describe la escuela de Don Lorenzo en un visita que, según el autor. hicieron el Dr. Gregorio Marañón y el Dr. Negrín a la escuela de Don Lorenzo. No dejéis ese libro en el olvido, me refiero a «Flores de guerra», de nuestro paisano Alfonso Rincón Serrano]. En este «poyete» vamos a hablar de él, de Don Lorenzo [En otra ocasión hablaremos de otros maestros y maestras que distintas generaciones seguimos recordando: Don Pablo Guzman, Don Leopoldo, D. Miguel, Don Alberto Barrios, Doña Pabla Cebrian, Doña Anita, … ]. No es Villarta un pueblo muy dado a dejar recuerdos ni de cosas antiguas, ni de personas que hayan dejado huella en muchos de nosotros; la historia y la vida han ido pasando sin conservar lo antiguo, que se hubiese podido conservar, ni guardando los recuerdos de muchas personas que nos debían haber servido como ejemplo de vida…¿cambiaremos de forma de ser en algún momento?

A lo que vamos. Pongamos en escena a ese maestro, don Lorenzo. Era villartero, de familia «de posibles», que pensaron en «dar carrera» a sus hijos, como mejor salida para su futuro. En el libro de registro de bautismos de la parroquia de San Juan Bautista de Villarta se encuentra el registro de su bautismo:
«En la villa de Villarta de San Juan, Provincia de Ciudad Real y obispado Priorato de las Ordenes Militares a diez y siete días del mes de agosto de mil ochocientos setenta y nueve, yo Don Epifanio Villanueva López, cura párroco de la única iglesia parroquial de San Juan Bautista de la misma, bauticé solemnemente a un niño que nació el día diez del corriente mes a la una y media de la tarde en la calle de San José poniéndole por nombre Lorenzo, hijo legítimo de Lorenzo Serrano, de ejercicio labrador y de María del Rosario Muñoz. Abuelos paternos Domingo Serrano y María del Rosario Moraleda; maternos, Pedro Muñoz y Manuela Muñoz, todos naturales y vecinos de esta villa. Fué su madrina María Juliana Muñoz, su tía, soltera, a quien advertí su obligación y parentesco espiritual. Fueron testigos: Francisco Torres y Felipe Isla, de esta vecindad. Y porque conste lo firmé= Epifanio Villanueva López. [En el margen izquierdo de este asiento se dice: Lorenzo hijo de Lorenzo Serrano y María del Rosario Muñoz contrajo matrimonio canónico con Dª Vicenta María Gregoria Laura Vázquez y Muñoz en San Lorenzo (Ciudad Real) el día 3 de junio de 1912].
Sus padres eran propietarios agrícolas que tenían su domicilio en la calle San José, concretamente en el nº 2 [Esta estrecha y empinada calle que ponía en contacto la calle Real -la carretera- con la plaza del altillo o del cura, para seguir por otra calle estrecha hasta la plaza donde empezaba la calle o camino del monte, no ha cambiado de nombre ni cuando la guerra; siempre ha sido la calle de San José], pero no parece que la idea fuese que sus hijos siguiesen viviendo del campo, sino que quería otro porvenir para ellos. A pesar de lo poco prometedora que en aquellos tiempos podía ser la «carrera» de maestro, sobre todo para vivir de ello, Lorenzo, estudio esta carrera quizás porque tuviese posibilidad de hacerlo en Ciudad Real… El caso es que «pasar más hambre que un maestro de escuela» no era una «frase decidera», sino una cruel realidad. Hacía algo más de cuarenta años el ayuntamiento de Villarta convocaba una vacante de maestro de primeras letras cuyas bases decían lo siguiente:
«Se halla vacante la escuela de primeras letras de Villarta de San Juan, cuya población consta de 180 vecinos, estando dotada con 4 reales diarios, pagado de los fondos de propios y lo que satisfagan los niños que no sean pobres, teniendo además el maestro casa de valde(sic), compuesta de una cocina, saleta y camara pequeña y su traspuesta; en su consecuencia se invitan solicitantes por oposición, quienes en el término de un mes, contado desde hoy, dirigirán sus memoriales al presidente del ayuntamiento de la villa; advirtiéndose que en igualdad de instrucción serán preferidos los exclaustrados [religiosos que habían sido obligados a abandonar sus conventos], con arreglo a lo que está prevenido, y los que pertenezcan a esta clase han de tener su titulo de tales maestros. Dios guarde a V. muchos años. Villarta y agosto 19 de 1836 = José Sánhez Velasco (Alcalde)= [BOLETIN OFICIAL DE LA PROVINCIA DE CIUDAD REAL. 25-8.1836]
Esta situación de miseria continúa aún durante el resto del siglo XIX, dándose la circunstancia de que algunos ayuntamientos, además del corto sueldo, no cumplen sus compromisos de pago, con lo que se supone que los maestros subsisten del pago -en dinero o especies- por parte de las familias. En las diputaciones provinciales se encuentran constituidas, por esas fechas, las Juntas provinciales de Primera enseñanza, encargadas de vigilar y controlar este asunto. Sin embargo en Villarta, al igual que en otros pueblos se sigue sin pagar el mísero sueldo de los maestros; así vemos como, con fecha 29-3-1872, la Diputación Provincial o el Gobernador civil escribe al Ayuntamiento de Villarta diciéndole que debe «remitir a informe de la Junta Provincial de Primera Enseñanza un expediente instruido a instancias de los maestros de Escuela de Villarta de San Juan en solicitud de que en el Ayuntamiento se les abonen las retribuciones» [B.O. DE LA PROVINCIA DE CIUDAD REAL. 29-3-1872].
A pesar de las nada alagüeñas perspectivas, nuestro paisano decide ser maestro e inicia sus estudios en la Escuela Normal de Maestros de Ciudad Real [LIBRO INDICE DE EXPEDIENTES ACADÉMICOS POR ORDEN ALFABÉTICOS: 1900 a 1901 nº 57 Serrano Muñoz, Lorenzo; Fuente:RUIdeRA. Fondo Histórico Escuela de Magisterio de Ciudad Real)],

sin que ya le afectase la nueva ley que el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, publicó el 23 de septiembre de 1903:
«Señor: El número extraordinario de Escuelas vacantes y no solicitadas, a la par que el decaimiento progresivo d ela matricula en nuestras normales, constituyen una preocupación para todos los que se interesan por la prosperidad de la enseñanza primaria, y no pueden menos de preocupar también al Gobierno de S.M. La escasa retribución que disfrutan los Maestros de aquellas Escuelas, asi como el excesivo trabajo y gasto que requieren actualmente los estudios de Magisterio, son, en gran parte, causa del mal señalado; y se impone, por tal motivo, como medida urgente, la simplificación de dichos estudios, ya necesaria también a consecuencia de lo acordado en el plan de la segunda enseñanza, con la cual se hallan actualmente unidos, y sin perjuicio de otras reformas de mayor importancia y trascendencia que habrán de ser discutidas y votadas por las Cortes(…) Al propio tiempo, se devuelve a las Normales superiores la enseñanza de los estudios elementales, que solamente continuará unida aa la de los institutos en aquellas provincias en donde actualmente no exista Escuela Normal Superior(…). [GACETA DE INSTRUCCIÓN PUBLICA, Madrid 30 de septiembre de 1903].

En la misma disposición anterior se dan los requisitos para cursar esos estudios para los que deben tenerse catorce años cumplidos y tener aprobado un examen de ingreso. Las asignaturas se cursarán en dos años. En la apertura del curso académico 1902-1903 el ministro de Instrucción Pública, dijo: «El decreto de 26 de octubre de 1901 dispuso que el estado se encargase de pagar las atenciones de primera enseñanza(…) Lo que fue durante muchos años un sueño hoy es una realidad; las atenciones de la primera enseñazna están completamente regularizadas, y los maestros cobran sus haberes con la misma exactitud que los demás servidores del Estado» [CONDE DE ROMANONES, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. Discurso de inauguración del curso académico 1902-1903 en la Universidad de Salamanca]. Confundir los deseos con las realidades siempre ha sido un problema que afectaba necesariamente a los subordinados, en este caso los maestros. Evidentemente, el sueldo de los maestros, iba a ser asumido en su totalidad por el gobierno, pero el pago real se iba a hacer a través de los propios ayuntamientos y en pueblos importantes o ciudades por medio de habilitados designados para el caso. El hecho es que, en muchos pueblos, el dinero llegaba a los ayuntamientos pero no a los maestros. En el pleno del Ayuntamiento de Villarta celebrado el 17 de diciembre de 1922, se acuerda que «… el alcalde del bienio anterior ingrese el importe de las retribuciones escolares importantes la cantidad de 2.338’58 pesetas (…) instruyendo el expediente oportuno a fin de que por via de apremio se le cobren [al alcalde de ese periodo] sin perjuicio de las responsabilidades que puedan exigirsele por malversación de fondos públicos..[ARCHIVO MUNICIPAL DE VILLARTA DE SAN JUAN. Libros de Actas Legajo H51].
En ese mundo de inseguridad se metió nuestro buen D. Lorenzo que, por otro lado, no encontró -al igual que ahora- fácil ni rápido acceso a encontrar escuela donde trabajar. Su vida profesional transcurrió por muchos pueblos pequeños de nuestra provincia, con solo una salida, en 1908, al pueblo conquense de Alcalá de la Vega (Situada a más de 1000 metros de altura tenía en aquel momento una población de 700 habitantes). Permaneció en Pozuelo de Calatrava, propuesto en 1905 con un sueldo de 500 pesetas anuales; Villamayor, Castellar de Santiago, Cabezarrubias. En 1911 es nombrado maestro de la escuela de San Lorenzo, una pequeña aldea en el valle de Alcudia, de unos 212 habitantes en la actualidad, pero que en los momentos en los que fue nombrado como maestro, disponía de una población próxima a los 1000 habitantes. En un periódico de la época se recoge esta noticia:
«En breve contraerá matrimonio el ilustrado y digno profesor municipal de la escuela de niños de esta villa, don Lorenzo Serrano Muñoz, con la no menos competente profesora señorita doña Laura Vazquez Muñoz que en la actualidad desempeña una escuela de niñas en Valdepeñas» [EL PUEBLO MANCHEGO, 1-12-1911]


Laura Vázquez Muñoz, había nacido en 1887 y sus estudios de magisterio los reazlizó en la Escuela Normal de Maestras de Ciudad Real durante los cursos 1903 y 1904. El matrimonio se celebró en el citado San Lorenzo el 3 de junio de 1912.
A partir de este momento su inquietud es la de aproximarse a Villarta, salvo un intento de traslado a Madrid que no fue posible por haber llegado la documentación fuera del plazo previsto. Al final es nombrado maestro propietario de Villarta, junto a su mujer, el 19 de agosto de 1924, de acuerdo con el estatuto vigente y por el cuarto turno provisional.

Laura Vázquez había permutado unos años antes su destino de Castellar con el más proximo de Membrilla. [Dª Laura Vázquez Muñoz, fallecía en el mes de noviembre de 1934 y Don Lorenzo el 4 de diciembre de 1954.]

Su primer domicilio en Villarta lo tuvieron en el actual número 39 de la calle Cervantes, que aún conserva la puerta principal con sus iniciales (L.S.) y posteriormente, en la calle Cervantes, esquina a la calle de las Escuelas (En el acta del pleno del ayuntamiento del 30 de abril de 1931 figura el permiso de construcción a Don Lorenzo Serrano Muñoz para una casa).
Profesionalmente, en Villarta, no serían los mejores momentos personales pues no podemos olvidar que tuvo que vivir años difíciles dada la situación política del país. Dice Alfonso Rincón:
» En estos tiempos los chicos son los que notan más la tensión política que se refleja en la escuela y en los juegos. Han oído en sus casas hablar de desavenencias políticas y ellos se tragan los mensajes contradictorios que reciben sin digerir, sin conocer el contexto ni analizar el porqué, y sueltan a los compañeros los insultos y las acusaciones como piedras. Unos se rien y otros se callan y se sienten heridos, se pelean y hacen caídas, se tiran cantos y se hacen largas acusaciones con reflejos de odio. Los niños son espontáneos. Lorenzo tiene siete años y es un niño travieso, vital y callejero, según su hermana mayor, y se junta con Felisín, Adolfo Garcés, Pepe «Carronuevo» y su hermano Luis, Pepe el de Exuperio, «el Besu» y su hermano «Michelín», los de Zenón, también con los algo más jóvenes, Adolfo «el Carretero», Antonio «el Caribe», Leonciete… Es su primera pandilla, una mezcla de afinidad de familias por parentescos, por ideas políticas, por necesidades defensivas contra los mas de izquierdas: otros chicos que han oído «que reclaman lo suyo y que les dicen que les van a quitar lo que tienen» [ALFONSO RINCÓN SERRANO. Flores de guerra].
Incluso él, un maestro de escuela, que iría a clase, desde 1934, con la ausencia ya de su compañera de vocación y vida, Laura, se vería envuelto en aquella turbia sinrazón; con razones por todos los lados, con vengazas por todos lados y sin una pequeña migaja de ayuda, perdón y olvido por parte de nadie. Al final de esa época, a él, un maestro vocacional, le quedaría el desconsuelo de sentir la ausencia de tantos y tantos alumnos perdidos, -sin distinción de color o ideas-, por los campos de guerra; incluso él pudo sufrir lo mismo que otros muchos compañeros de profesión, la mayoría de ellos por el simple hecho de ser maestros: insinuaciones, rencores, venganzas,… Falleció el 4 de diciembre de 1954**.

Su labor como maestro, su reconocimiento me ha llegado por lo que han ido diciendo sus alumnos, por tanto hablo de historia oral; la mayoría de los que le conocieron, próximos a mí, hace tiempo que nos dejaron. Solo me han llegado los libros que utilizaron y que, curiosamente, alguno todavía conserva. El orden, aproximado, por el que estudiaron esos libros, además de las consabidas cartillas y cuadernos de caligrafía y «cuentas» era el siguiente:
Este libro, «El Cielo, parece ser, que sólo llegaban a estudiarlo los más aventajados alumnos y, evidentemente, como decía José Menchero, después del cielo no había mas que estudiar. «el que llegaba al Cielo, ya lo tenía todo aprendido»
NOTA **.
La foto del entierro, a su paso por la plaza de la ermita, aparte de dejarnos entrever algunos edificios desaparecidos, como la Pescadería y fruteria de Prado, nos permite recordar el ritual de los entierros. El sacerdote, en este caso acompañado de otros, era D. Juan Julián Núñez Almodóvar. Es de resaltar que el acompañamiento del féretro era solo por parte de los hombres, ya que las mujeres esperaban la llegada en la iglesia. En este caso concreto se notaba la presencia de niños y niñas de la escuela, asi como la presencia de miembros del Frente de Juventudes.
José Muñoz Torres, cronista oficial.
Pepe, para no dejarlo para después, te doy el montón de gracias ahora mismo por este «poyete».
Mi padre fue uno de los alumnos de D. Lorenzo. En cuanto he leído el título se me ha venido a la cabeza el relato que él escribió a mano para su nieto (mi hijo Ángel) y que yo transcribí para la revista local «La Trilla», en su número 3, por octubre de 1995. se titulaba «Recuerdos de un mal escuelante». Cuantas veces le oí referir sus «fechorías» de alumno rebelde, y lo que decía de sí mismo para que no nos pasara a sus hijos: «fui mu mal escuelante, después me arrepentí pero era tarde».
Me ha encantado todo el contenido de tu artículo y lo guardaré como algo especial, algo para saborear releyéndolo. La foto del entierro ya la había visto en el programa de festejos pero, como suele pasar con las fotos de recuerdo, no son bien tratadas: las achican, las ponen en diagonal, les meten el pico de otra foto encima… en fin que me he alegrado mucho al verla entera y a buen tamaño (aunque no distingo las caras). También los libros, aunque solo recuerdo de ver por mi casa el de «Guía del Artesano» y en muy mal estado.
Corto ya que luego me dices que escribo mucho.
Saludos.
Ángel.
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