«¡APURAD, MOCICAS, APURAD, QUE YA NO HAY MAS FIESTAS HASTA CARNAVAL!», por José Muñoz Torres

Primera operación 2000 (procesión de Visperas del 23 de enero de 2023)

No se si esta frase, dicho o «conseja»(algo parecido a un refranillo con sabor a tiempos antiguos) fue original de José Pérez, nuestro recordado Pérez: fotógrafo, poeta, historiador, practicante, .. o este, lo recogió de nuestra tradición o forma de hablar, pero lo cierto es que llegado el día 26 de enero, se acaba la fiesta, poco a poco, para que nos vayamos acostumbrado a nuestra vida de siempre, «… y con la resaca a cuestas/vuelve el pobre a su pobreza/vuelve el rico a su riqueza /y el señor cura a sus misas..»; eso decía Serrat al terminar las fiestas de su barrio. Nosotros sin decir esas palabras pensamos lo mismo; pero por fuera, no vamos cantando las penas del «día a día», sino que vamos recordando las alegrías, aunque aplicando un poco la retranca manchega (Intención disimulada u oculta con que se dice o se hace algo). Alguien decía, cuando llegaban a casa familiares ausentes, cuando en la casa se amontonaban, de pronto, invitados o huéspedes que era -lo normal de estas fiestas-, que eran fiestas de dos alegrías: «¡Que alegría cuando llegan y… que alegría cuando se van!», pero esta frase hay que completarla con más palabras porque exageramos, no en la primera parte, en la de la primera alegría, sino en la segunda porque no alegra que se vayan sino simplemente que, cuando se van, recuperamos la tranquilidad del resto de los días y en esa tranquilidad se encuentra la necesidad y el gusto de tenerlos cerca. Hay otra versión de esta frase, quizás mas antigua, pero en lenguaje mas «borde», que hace referencia a los huéspedes o invitados por «obligación», ciertas «amistades» que a veces te ponen buena cara, cuando están contigo y otras, cuando hablan de ti, te ponen de «chupa domine» ( poner a alguien verde, a caer de un burro, llamarle de todo menos bonito, como hoja de perejil..) En este caso la frase, no muy dicha por aquí, decía :«Los huéspedes mucho gusto dan,… pero cuando se van».

Dicho esto, empieza el rito de las despedidas (algunas innecesarias porque vienen con frecuencia, -vamos siempre que pueden- y no hay necesidad de ningún tipo de despedida y menos en estos tiempos) se retoman en ellas los recuerdos, los viejos momentos vividos, las anécdotas de nuestra juventud (Que por cierto no entiendo que en esos recuerdos solo tengamos presentes la juventud: ¿Te acuerdas de aquellos tiempos, que no parábamos en casa? Es verdad, me acuerdo de aquel año que…).

Bien; pues, repito, estamos a 27 de enero y a estas alturas ya está casi todo dicho y muy bien, (por cierto, muchas gracias Joaquín por tu enorme pregón, por tu precioso y sincero pregón y no sólo por las palabras sino por la forma en que las dijistes: de «villartero a villartero», con amistad y sinceridad) pero, siempre hay algo que quizás para muchos de los que asisten a nuestras paces no se tiene muy en cuenta y que, sin embargo, para alguien que venga de fuera y esté presente en la » Solemne función religiosa en honor de Nuestra Santa Patrona Ntra. Sra. de la Paz», como se dice en los programas de festejos, es un momento sorprendente y no muy fácil de explicar. La plaza, consumida la hoguera (algunas veces, a pesar del frio, arde con tal ansia que parece como si los que están alrededor de ella, animasen con sus conversaciones para que las llamas suban, exageradas, hacia el cielo, para llegar rápidas hasta la Madre, llevando el calor y amor de todos los villarteros). El día 24, consumida, en amor, la hoguera, recogidas sus cenizas aunque llena la plaza de los recuerdos de siempre, a eso de las once de la mañana, empiezan a acudir a ella un reguerillo continuo de gente, a buen paso, porque aunque aún es pronto, «hay que coger sitio» que si no, cuando te das cuenta, se han llenado todos los bancos. Al coro, empiezan a subir los componentes de la Coral Maestro Ibañez (Nuestro recuerdo a la que fue su directora Inés Ibañez Braña fallecida el 11 de agosto de 2022, quien como «eterna directora» de la Coral estuvo muchas veces en la función de la Virgen de la Paz); al frente, su director, nuestro ya querido villartero (que yo creo que no le disgusta que le digan eso), Carmelo Navas López. La iglesia está ya metida en un continuo murmullo de recuerdos, abrazos, movimientos, fotos ante la Virgen,… y muy deprisa los bancos están todos ocupados. Estamos seguros que este cariño, para algunos tan poco ortodoxo a la Virgen de la Paz, puede parecer raro, incomprensible pero frente a todo este barullo esta la Virgen sencilla a quien, quizás en estos momentos, le vemos, o imaginamos verle, una cara de alegría y de satisfacción (perdonad los que no habéis visto nunca este momento y además os podemos dar la razón en que todo esto que digo es cosa de la imaginación, seguro, pero estos momentos son indefinibles y llenan de paz). Insisto, a María, la Virgen de la Paz, se le ve contenta y a la gente de Villarta, en ese momento se le viene a la mente toda su vida, sus buenos y malos momentos, sus ilusiones, sus esperanzas y desesperanzas, las ausencias, …. Perdonad, y vuelvo a insistir por este «poyete», pero en esos momentos, sentados en un banco sencillo de nuestra iglesia, se nos vienen fugaces tantos recuerdos de nuestra vida, tantos nombres de los que se nos han ido, los últimos impensables, sin despedidas ni abrazos, ni tiempo siquiera para llorar su pérdida, como si tuviesen prisa en irse junto a esa Virgen que para ellos «era otra cosa», era, simplemente, ¡su Virgen de la Paz!. De todas formas, la realidad nos atrae y vemos, como siempre ha sido y, quizás como queremos que sea siempre, que los primeros bancos están aún vacíos, las damas, reinas, comitiva, invitados oficiales, no llegan aún; miramos hacia atrás inquietos, molestos por la tardanza, y de pronto, las puertas se abren y el sonido de la banda de música «Villaharta», nos vuelve a la realidad; un poco más de ruido, de agitación, murmullos, e inmediatamente un silencio absoluto, con la entrada de los sacerdotes, el párroco, el predicador, algún anterior párroco de Villarta que quiere recordar aquel su primer e inolvidable año de Paces, …. Todos de pie, los monaguillos (ya recordarán mejor este momento cuando pasen los años) delante, abriendo el camino a los sacerdotes, con sus, para ellos, pesadas cruces (me refiero a las que llevan los monaguillos y monaguillas (los curas también las llevaran pero esas son de otro tipo) mientras el cántico de la Coral nos anuncia el principio de la función…

Es una lenta función, que sin embargo todos quisiéramos que terminase pronto para ver a la Virgen por nuestras calles, oyendo las oraciones que con los cohetes le llegan a Ella, ilusionantes; esos cohetes que Ella sabe quien ha disparado. Son oraciones que muchos de ellos solo le dicen a su Madre, de Paces a Paces, pero ¡que bien que las dicen!. Sin palabras, con lágrimas, en silencio, para que solo las sepa su Virgen de la Paz. A veces vuelven hacia atrás la cabeza para verla desde lejos… Alguien puede decir que no vale con una sola vez acercarse a Ella, pero Maria está muy acostumbrada a las visitas distanciadas en el tiempo. Fue una mujer que no lo tuvo fácil ni siquiera con su Hijo, con el que tanto sufrió. Su hijo la quiso mucho pero le dió muchos disgustos y sino que lo expliquen los que hablan de los siete puñales que ella guardaba dentro del corazón.

Cómo he dicho en otras muchas ocasiones, esta vez me «he metido en un berenjenal» de mucho cuidado y en este hablar con el corazón es muy fácil, en estos tiempos, que alguien pueda considerarse ofendido pero así, a lo ligero, casi podría decirse que Dios, algo impensable (claro está), se sentirá un poco celoso del amor, sin alharacas, que le tenemos a su Hija, a María, a la mujer sencilla que tan pocas palabras dijo y que todos, aquí en Villarta de San Juan tenemos por Luz y Guía.

Una vez más, después de una larga y solemne misa, en un silencio, tan absouto que por si solo merece ofrecerlo a todos, ha salido a las calles de Villarta de San Juan, lentamente, sin prisas. Mirando, sin que nos demos cuenta, a uno y otro lado de las calles. Sintiendo que en una de esas ventanas, siempre abarrotada de gente por dentro, solo hay unas rosas sujetas a las rejas. No hay nadie más. La que estaba esperándote salió hace tiempo a buscarte y sus familiares van muy a tu lado para ver si junto a su Virgen, pueden ver a los que le faltan. Tras otras ventanas se encuentran enfermos que no tienen fuerzas ya para verte pero que te dibujan a la perfección con todos los recuerdos que de ti guardan. En otra casa, un poco antes de pasar por ella, había jolgorio de niños que están de «paces», pero que acaban de oír el estruendo cercano de cohetes y se han escondido, llorando. Esta vez, María, sonríes y casi te dan ganas de bajar y decirles: !»no pasa nada. Ya tendréis tiempo de quererme, a pesar del miedo; No pasa nada, desde dentro, desde vuestro improvisado escondite, también llegaréis a quererme. Por cierto, ahí fuera, muy cerca de mi, iba vuestro padre con temblores del susto que llevaba y a punto de llorar; le he sentido decir que está a punto de llorar de emoción pero, -no se lo digáis a nadie-, estaba a punto de llorar por el miedo que le tiene a los cohetes»!. Y llega a la carretera, a esa calle principal, por donde disfrutaron nuestros abuelos y nuestros padres, vestidos con sus mejores galas, mirando a esa chica que tanto le gustaba y a la que no sabía como decírselo. Nunca dijo cómo lo hizo pero al final se decidió. Ahora la Virgen va más deprisa, quiere llegar pronto al sitio donde todo el pueblo la espera. El antiguo paseo que hace tiempo perdió los olmos huecos y los bancos de piedra, en el primero de los cuales, a lado de la talabartería de Felipe el Cojo, se sentaba Pascualín ( seguro que allá arriba o donde sea, estará detrás de todos pidiéndole alguna pesetilla. Y, al final del paseo, llega a la Iglesia vieja y ve como, dentro, los cánticos de su pueblo resuenan en la querida iglesia con un sonido amoroso, sobre todo esa Salve que todos aprendieron cuando niños y que no olvidan, aunque eso si algunas de las palabras que aprendieron no se las enseñaron bien y dicen, bueno, Tu lo sabes mejor, pero las entiendes perfectamente. Y se enzarzan, dentro de la iglesia con sus cantos a su Virgen, tanto que se les pasa el tiempo sin darse cuenta y vivas y palmas, tanto que algunas veces seguro que tienes ganas de gritarnos: «¡Ya está bien, que los de fuera están esperando que salga y ademas que yo también tengo ganas de ver la Operación 2000!». Y, al final, como oyéndote, pero con parsimonia, sales al mirador frente al seco río Gigüela, que para muchos de nosotros es ya el «Mirador de la Virgen». Y la Banda de música de Villarta pide que te detengas un momento porque quieren cantarte esa salve que tanto te gusta. Al final llegas al mirador y después de todos los rituales y homenajes (Que a gusto te sientes, Virgen de la Paz) una mano temblorosa, emocionada y querida enciende ese interruptor que controla todos los disparos y de pronto un solo cohete, fuerte, un trueno inmenso, da el aviso y tras él, tímidamente, unos pequeños disparos que en segundos se van haciendo continuos, fuertes,… Pero a Tí, los que te sostienen en tus andas te mantienen firmes hasta ese trueno final que mueve hasta la tierra. Seguro que si no fuera por el susto que nos darías, dejarías a un lado todo lo que llevas en las manos: flores, cetro, vara de alcaldesa, … y te pondrías a aplaudir y vitorear a tus hijos; casi con seguridad que serías capaz de hacerlo pero,…. Toca el viaje de regreso a tu iglesia, algo más deprisa pero no mucho que como decía uno: «Por una vez al año…»

Un nuevo racimo de oraciones, te espera en la plaza del Ayuntamiento, donde se celebró la primera Operación 2000 y, nuevamente, aplausos y vivas a la Madre y una vez más ese cántico que un cura de Villarta, Don Pedro y el director de la banda del Regimiento de Infanteria de Cartagena, te escribieron con el corazón, recogiendo con sus palabras y música, el sentir de todo el pueblo. Y el pueblo vuelve a callar porque siguiendo la historia que le enseñaron comienzan a pujar por ver quien lleva sus andas ( este año sus nuevas y más amplias andas). Al pasar por el Ayuntamiento se inicia la puja y su importe, antes, era para que el ayuntamiento cubriera los gastos de las fiestas: la «limoná», parte de la leña de la hoguera, la banda de música (que pernoctaba en Villarta desde el 23 al 25 con disgusto de los que tenían asignado la manutención de un músico y alegría callada de los hijos pequeños, al menos de alguno de ellos, ¿Te acuerdas, Tomás. corriendo toda la mañana detrás de un músico, «un chiquete que tocaba el tamborcillo» para que se fuese a tu casa?. Bueno, es lo que tiene hablar de «Paces», te «metes en un berenjenal y cuando sales de él, sin darte cuenta, ya te has metido en otro». Así que vamos un poco más deprisa que quedan aún muchos cohetes y ya va siendo tarde. Sin más detalles llega la Virgen a la Plaza, ya han dejado de tirarse cohetes y la Virgen cruza despacio la plaza, buscando cómo y donde colocarse para que todos la vean bien, para que la recuerden bien, que así como está, presidiendo la plaza, frente a su pueblo, frente a sus hijos ya un poco cansados, no vas a poder estar hasta el año que viene: «De Paces a Paces». Subasta de sus brazos, ilusión en el que ha logrado mantenerlo y cumplir una oculta promesa y disgusto en el que no ha podido hacerlo que desde ese mismo momento ya está esperando para ver si el año que viene… Un nuevo ramillete de ruegos, alegrías e ilusiones, colgados de los últimos cohetes se unen a la banda de música, mientras con cierta «penilla» en su cara, la Virgen va despidiéndose de su pueblo, ahora en ese corto trayecto hasta el altar, más pegado a Ella que en ningún otro momento. Y Ella, sin ocultar su pena y su alegría parece decirnos: ¡Mirad que sois… me vais a hacer llorar ! ¡Aunque la verdad es que vuestro amor, es tan especial….! ¡ Que estoy aquí todo los días del año ! Que pasan los días sin que me hagáis una «visiteja», aunque sea corta, menos mal que os oigo cuando cruzáis por la plaza a vuestros quehaceres como decís. ¡Ay Virgen de la Paz mía!….

Las fotografías que adjunto son para no dejar solo la escritura pero en estos tiempos todos tenemos muchísimas. Me gustaría poner alguna de las que todos tenemos sin sacar todavía de los carretes de nuestros corazones pero hasta ahí la técnica no ha llegado ni creo que llegue. ¡Guardarlas con mucho cuidado, cariño y para siempre.

José Muñoz Torres, Cronista Oficial.


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