El «poyete» del 20 de julio de 2018 lo titulamos «… de un pueblo situado entre Manzanares y Puerto Lápice»; comentábamos ese desconocimiento o, quizás, ese no querer hablar de Villarta de San Juan, por parte de muchos autores. Es evidente que Villarta no es un pueblo de historia importante o decisiva, pero esa pequeña historia es fundamental para conocer, no sólo nuestra forma de vivir, sino también para saber que afectó a la historia de otros pueblos del entorno. He de imaginar que no hay mala intención en que se pase de largo de los acontecimientos que ocurrieron en Villarta sino solo un olvido en aquellos que, al escribir, fundamentalmente van buscando los lugares conocidos para atraer la atención del mayor número de gentes posibles. Por esa razón, un tema muy reiterativo en nuestros «poyetes», sea el que lleva por título genérico el de «Libros en los que algo se dice de Villarta», y que hará el número 12 cuando nos sentemos otra vez a hablar de ese tema. El comentario que me hago cuando encuentro un libro en que se habla de Villarta es: «¡por algo será!». Cuando encuentro numerosos mapas antiguos en el que aparece el nombre de Villarta -bien señalado y con buena letra, a veces con una tipografía mucho mas atrayente que la de otros pueblos vecinos mucho mas importantes- el comentario es el mismo: «¡por algo será!». Al contrario, cuando en nuestra opinión sí debería figurar alguna mención a Villarta y por más que leemos no la encontramos, el comentario es un poco distinto: «¿Por qué será?» .

¿Por qué será?…. No es ya tiempo, ni es el momento de buscar respuestas a esas preguntas, aunque algunas haya, pero sí es el momento de completar ciertas noticias, añadiendo, lo que en ellas falta. En el diario ABC, edición de Toledo, del día 25 de marzo de 2011, escribía Enrique Sánchez Lubián, con motivo de la publicación del libro «Galdós y la Mancha», escrito por José Esteban, lo siguiente: «En 1862, cuando Pérez Galdós estaba a punto de cumplir diecinueve años de edad, sus padres decidieron enviarlo a Madrid para estudiar leyes. El traslado desde Las Palmas a la península lo hizo a bordo del vapor «Almogávar». Luego, desde Cádiz a Córdoba, viajó en ferrocarril, de la capital andaluza hasta Alcázar de San Juan, en diligencia; y en esta localidad volvió a coger el tren hasta llegar a la Corte. Durante estos trayectos, don Benito trabó su primer contacto con La Mancha y sus hombres y mujeres, a quienes reservaría un lugar destacado en su extensa bibliografía.».
El hecho de que Galdós trabase un estrecho contacto con la Mancha, es evidente, aunque sólo fuese de paso. Es más, por la fecha en que cita Sánchez Lubián, 1862, atravesar Ciudad Real desde Despeñaperros, era recorrer un -aún incómodo- camino en diligencia, por lo menos desde Córdoba, hasta enlazar con la estación de Manzanares o la siguiente de Alcázar de San Juan. Por esa fecha el trayecto en tren hacia Andalucía terminaba en Alcázar de San Juan y poco después en Manzanares y desde cualquiera de esos lugares había que hacerlos en las diligencias que cubrían la carrera por un camino de postas que conllevaba la parada obligatoria cada diez kilómetros, mas o menos. La posta entre Puerto Lápice y Villarta hacía la travesía del río Gigüela por el antiguo puente romano, tantas veces – a lo largo de su larga historia- arreglado más o menos intensamente. [ Todavía no existía ninguna ley o norma que exigiese la reparación de las obras públicas respetando toda la forma de edificación que tenían anteriormente. Se trataba de arreglar lo más ràpidamente posible el puente o lugar que se tratase, garantizando el paso de todos los viajeros. Claramente se aprecia en nuestro puente la existencia de dos arcos totalmente distintos del resto; la explicación es bien conocida. Durante la Guerra de la Independencia, la gente de Villarta quisieron parar el avance de los franceses destruyendo dos de los arcos del puente y momentáneamente lo consiguieron pero pronto fueron reconstruidos; mejor dicho pronto se hicieron dos arcos nuevos para que el puente fuese practicable. No era momento de reconstruir]. En cualquier caso la carretera o camino real era mucho mejor que en otros lugares del mismo trayecto. Los viajeros que viniendo desde Andalucía en carruajes privados quería adelantar tiempo haciendo el viaje en tren desde dónde era posible, llegaban hasta Villarta por el camino real y desde allí, por Herencia, se dirigían a la estación de Alcázar para continuar viaje en tren hasta Madrid. No es ninguna deducción personal sino que hay datos que corroboran esta idea y, además, dada la importancia de los viajeros si hemos de deducir que fuese lo habitual. En el periódico EL CLAMOR PÚBLICO del 12 de noviembre de 1859, se insertaba la siguiente noticia:
«Anoche cuando iba S,M. en dirección del ferrocarril, con el dulce afán de estrechar cuanto antes en sus brazos a su querida hermana doña Luisa Fernanda, recibió un despacho telegráfico anunciando que una repentina indisposición de esta había obligado a SS.AA. a detenerse en el pobre pueblo de Villarta, Su majestad alarmada en el primer momento, trató de que salieran inmediatamente médicos de su real cámara; pero tranquilizada algún tanto al saber que era solo una ligera indisposición causada por el cansancio del camino y que a SS.AA. acompañaba su médico particular, se suspendió la salida de los facultativos de la real casa. A las diez y media de la noche llegaron sin novedad a Madrid. Inmediatemente que se tuvo noticia de este accidente [El accidente en realidad fue que la Infanta sufrió un aborto que hizo aconsejable la primera recuperación en el pobre pueblo de Villarta. ¡la que se liaría en Villarta y en la casa donde se alojase la infanta! ] pasaron a ver a S.M. los ministros, el capitán general, el marqués del Duero y otros personajes [EL CLAMOR PUBLICO.- Periódico del partido Liberal. Sábado 12 de noviembre de 1859].
En su artículo el citado Enrique Sánchez Lubián sigue comentando: «Esteban, quien no es la primera vez que se acerca a la figura de Galdós, nos propone un atractivo y documentado recorrido por diferentes textos del escritor canario -los cien mil hijos de San Luis, Bailén, El Doctor Centeno, Angel Guerra oFortunata y Jacinta- en los que hay referencias a pueblos y ciudades de las cinco provincias que hoy conforman la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha. Así los lectores de Galdós y la Mancha encontrarán citas de lugares como Bargas, Torralba de Calatrava, Consuegra, Daimiel, Herencia, Horcajo, Almagro, Valdepeñas, Argamasilla, Corral de Almaguer, Peralbillo de Calatrava, Villares de Tajo, Tomelloso, Olías del Rey, Miguelturra, Aldea del Rey, Illescas, Quintanar de la Orden, Ajofrín, Miguel Esteban, Villanueva del Cardete (sic), Madridejos, Puerto Lápice o Tembleque, por citar dos docenas de alusiones.»
En el escrito anterior he subrayado uno de los libros de Galdós que se citan en el comentario, Bailén, y no por el hecho de que en él se cite a Villarta sino por más razones, como veremos. El episodio de Bailén, -el libro de Bailén- comienza haciendo la presentación de Don Luis de Santorcaz, un español afrancesado que vuelve a España siguiendo su entusiasmo por Napoleón y algunos interes particulares. El capítulo VII del citado libro comienza asi:

«Así es la Mancha. Al atravesarla no podía menos de acordarme de don Quijote, cuya lectura estaba fresca en mi imaginación…. Cuando nos hizo el cuento, ibamos caballeros en sendos machos que nos facilitaron por poco dinero unos arrieros de Villarta, y no estoy seguro si habíamos traspasado ya el término de Puerto Lápice o íbamos a entrar en él…. Debo indicar el paisaje que teníamos delante, porque no menos que la pintoresca relación de Santorcaz, contribuyó aquél a impresionar mis sentidos. El camino seguía en linea recta ante nosotros: a la izquierda elevábanse unos cerros cuyas suaves ondulaciones se perdían en el horizonte formando dilatadas curvas: en el fondo y muy lejos se alcanzaba a ver una colina mas alta; en cuya falda parecían distinguirse las casas de un pueblo; a la derecha el suelo se extendía completamente llano, y en su inmensa costra la tarda corriente de un arroyo y el agua de la lluvia, formaban multitud de pequeños charcos, cuyas superficies, iluminadas por la luna , ofrecían a la vista la engañosa perspectiva de una gran laguna o pantano,,,,Santorcaz, después de un rato de silencio y meditación, contuvo su ]cabalgadura, parose en mitad del camino y contemplando con cierto arrobamiento el horizonte lejano, las colinas de la izquierda y los charcos de la derecha, habló asi:
-Estoy asombrado, porque nunca he visto dos cosas que tanto se parezcan como este pais a otro muy distante donde me encontraba hace tres años a esta misma hora, en la madrugada del 2 de diciembre…. [BENITO PEREZ GALDOS.- Bailén.- Espasa Calpe, Madrid, 2008]
Durante varias páginas, Luis de Santorcaz, va comparando sus aventuras en Moravia y sus paisajes ensangrentados por la dura guerra, con la visión, al casi alborear, del paisaje de la Mancha que, a mi personalmente, me recuerda el paisaje de Villarta desde su salida de Puerto Lápice. Señalo otros dos datos. Primero en aquellos momentos de 1808, Puerto Lápice había logrado ya su independencia administrativa desligándose del control que sobre él tenían las Villas de Herencia, Arenas y Villarta, fundamentalmente, la primera, de donde la mayoría de los vecinos de Puerto Lápice eran oriundos. Cuando escribe Galdós el libro, esta situación es ya historia y por ello el propio autor no duda hablar del término de Puerto Lápice. El otro dato es el hecho de que el camino real en aquella época seguía lo que actualmente es conocido como camino viejo del Puerto, desde el cual evidentemente se van apreciando los numerosos cerros, incluso la escasa corriente, a pesar de las lluvias de las que habla, del arroyo de Valdehierro. Galdós termina esta narración sobre nuestro más inmediato paisaje diciendo:
«El sol no tardó en salir aclarando el país y haciendo ver que no estábamos en Moravia, como vamos de Brunn a Olmuz, sino en la Mancha, célebre tierra de España. El pueblo donde paramos a eso de las ocho de la mañana era Villarta, y dejando allí nuestros machos, tomamos unas galeras que en nueve horas nos hicieron recorrer las cinco leguas que hay desde aquel pueblo a Manzanares….» [BENITO PÉREZ GALDÓS. Obra citada].

En otro de los Episodios Nacionales, concretamente en Prim, vuelve a aparecer nuevamente nuestro pueblo. En Villarejo, Prim, despúes de fracasar su intentona, toma la decisión de seguir con la tropa que le es leal, cabalgando por las tierras de Madrid, buscando las de la Mancha, en dirección a sus posesiones de Toledo. En el capitulo XXIII, peronajes no históricos, van a tomar el protagonismo de los acontecimientos y todos los sinsabores de Prim van dejando paso a los problemas de Teresa.
Dibujada a lo largo de varios episodios de la 4a serie (O’Donnell, Prim,La de los tristes destinos), Teresa constituye en primer lugar uno de los mejores ejemplos de la interacción entre la historia grande y la historia chica, o sea, la historia oficial frente a las peripecias particulares.2 Apartede su innegable importancia histórica, Teresa plantea toda la problemá-tica de la moralidad sexual femenina y del estado cívico y social de la mujer. Además de ser «víctima de una porción de circunstancias adversas,» como explica Montesinos, Teresa representa la pésima suerte que aflige a cualquier mujer que además de pocos recursos abrigue por añadidura un fuerte espíritu de independencia.[GEOFFREY RIBBANS.- Una creación galdosiana,-Teresa Villaescusa. Entre la historia y la ficción].
Las desdichas de Teresa buscando como salir de la triste situación en que se encuentra, hace decir a uno de los personajes -Clavería- «No podemos entretenernos en arreglarse a usted su viaje, Teresa… ¿A dónde va, pues? ¿A Herencia, a Madridejos, a la Argamasilla? No no lo repita usted, Teresita, pues ni tiempo de escucharla tenemos ya… Yo no puedo abandonar… a la viuda de un tan querido amigo mio…¡Eh, hala!. Usted se viene con nosotros…» [BENITO PÉREZ GALDÓS.- Prim. ].
En otro «poyete» hablando de sublevaciones y revueltas de ese siglo XIX que tanto mal dejó para España, nos llegamos al tema de Prim y su incursión por la Mancha:
«De Madridejos siguieron a Villarta, donde el general recibió el soplo de que por el tren iban treinta vagones de tropa en dirección a Manzanares. Mientras Prim descabezaba un sueño en Villarta, Zabala dormía en Tembleque, distante cuatro leguas. En Daimiel acechaban al rebelde fuerzas superiores, y a Toledo se aproximaban ya Echagüe y Serrano del Castillo. Por cierto que al de Reus le sacó de quicio lo que de él dijeron Concha en su proclama de Alcázar de San Juan, y O’Donnell en su discurso del Senado..»[BENITO PÉREZ GALDÓS.-Prim. ].
En la huida estratégica de Prim o, en la escapada sin sentido del general, Galdós nos va narrando el camino seguido y el camino de las tropas que lo perseguían: Tembleque ( «¡Oh Mancha, oh tierra del ensueño caballeresco», afirma Galdós), Madridejos, Villarta, Daimiel, Ojos del Guadiana, Villarrrubia,… Y después, en breve y misteriosa reflexión, continuaba diciendo Pérez Galdós.
«Ninguna importancia tienen en la Historia estos trompetazos, vano ruido de los principios, que nos ahoga la música rítmica de los hechos. Lo que si tiene importancia histórica es que, alojada Teresita en una buena casa de Villarta, entró en ella requiriendo agua, jabón y peines, deseosa de adecentar su persona y quitarse la mugre y sombras de tristeza que la deslucían. Gran parte de la noche empleó en acicalarse y restaurar su hermosura, que estaba como empañada; luego le sirvieron la cena, y otra vez al carro, de pajosas blanduras…A las dos de la madrugada salieron en dirección a Daimiel, atrevida marcha que dispuso Prim para mayor burla de sus perseguidores..» [BENITO PÉREZ GALDÓS. Episodios Nacionales. Prim. Pág. 156. Espasa-Calpe 2008].
La gran linea que sigue Pérez Galdós en sus obras, es la rigurosidad histórica de sus relatos, aunque para ello utilice personajes que van dirigiendo cada una de las obras. En la segunda de las obras que hemos citado, Prim, los acontecimientos relatados son vivenciales. El autor ha vivido y seguido, con el interés lógico de cualquier intelectual de la época, todos y cada uno de los acontecimientos, razón que unida a su inquietud histórica nos permite calificar estos relatos como estudios históricos mas que como novelas históricas.
Y volviendo a nuestra realidad, en la que todos los pueblos riñen y gastan energías y dineros por ser «el lugar de la Mancha», resulta que, muchos pueblos luchan por demostrar que son herederos de lo que no tuvieron, sin darse cuenta de que si eso fuese así, no serían el pueblo que son sino otro muy distinto. Nuestros pueblos pueden y deben hablar de la historia que tuvieron, grande o pequeña, pero suya e intentar explicarla a los que son herederos de ella, a los que la desconocen para que la conozcan y no se avergüencen de su poca importancia o de su simplicidad. Pero eso no quiere decir que asumamos el olvido o el triste silencio con el que algunos quieren cubrir la sencilla historia de nuestro pueblo.
Por eso el párrafo que hemos señalado del artículo de Sánchez Lubían, -no se si forma parte del libro de José Esteban-, deja un cierto regusto de olvido, sobre todo teniendo en cuenta que de los Episodios Nacionales escritos por Galdós somos parte de un personaje colectivo que creó el autor. En cualquier caso el párrafo citado por el periodista nos recuerda el inicio del Capitulo I de Bodas Reales, de la tercera serie de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós que dice así:
Pronto se asimiló Doña Leandra el vivir de aquellos barrios: la que en el centro de Madrid no supo nunca dar un paso sin perderse, ni pudo aprender la entrada y salida de calles, plazuelas y costanillas, en la Cava y sus adyacentes dominó sin brújula la topografía, y navegaba con fácil rumbo en el confuso espacio comprendido entre Cuchilleros y la Fuentecilla, entre la Nunciatura y San Millán. Era su más grato esparcimiento salir muy temprano a la compra, con la muchacha o sin ella, y de paso hacer la visita de mesones, viendo y examinando la carga y personas que venían de los pueblos. En estas idas y venidas de mosca prisionera que busca la luz y el aire, Doña Leandra corría con preferencia cariñosa tras de los ordinarios manchegos, que traían a Madrid, con el vino y la cebada, el calor y las alegrías de la tierra. Casi con lágrimas en los ojos entraba la señora en el mesón de la Acemilería, calle de Toledo, donde paraban los mozos de Consuegra, Daimiel, Herencia, Horcajo y Calatrava, o en el del Dragón (Cava Baja), donde rendían viaje los de Almagro, Valdepeñas, Argamasilla y Corral de Almaguer. Amistades y conocimientos encontró en aquellos y otros paradores, y su mayor dicha era entablar coloquios con los trajinantes, refrescando su alma en aquel espiritual comercio con la España real, con la raza despojada de todo artificio y de las vanas retóricas cortesanas. «¿A qué precio dejasteis las cebás?… ¿No trujisteis hogaño más queso que en los meses pasados?… Soñé que llovían aguas del cielo a cantarazos por todo el campo de Calatrava. ¿Es verdad o soñación mía?… Mal debe de andar de corderos la tierra, pues casi todo lo que hoy he visto es de Extremadura. Vendiéronse los míos para Córdoba, y sólo quedaron tres machos de la última cría, y dos hembras que pedí para casa… Decidme vos: ¿ha parido ya la María Grijalva, de Peralvillo, que casó con el hijo de Santiago el Zurdo, mi compadre?…¿Supisteis vos si al fin se tomó los dichos Tomasa, la de Caracuel, con el hijo de D. Roque Sendalamula, el escribano de Almodóvar? Hubieron puñaladas en la Venta de la tía Inés por mor de Francisquillo Mestanza, el de Puerto Lápice, y a poco no lo cuenta el novio, que es mi ahijado, y sobrino segundo de la tía de Bruno por parte de madre… [BENITO PEREZ GALDOS.- Bodas Reales. Pág,1]

Finalmente, el recorrido que cita Sánchez Lubián por pueblos y ciudades de La Mancha, de los que cita «dos docenas de alusiones», es un recorrido que puede hacerse, en algunos casos muy rápidamente, sobre todo teniendo en cuenta de que algunos no son lugares sino denominaciones de algún título. Simplemente hago referencia a algunos de ellos:
– Villares del Tajo. No se trata de ningún lugar sino el titulo de un Marquesado y la referencia se hace en varias ocasiones a la Villares del Tajo, cuyo nombre era Eufrasia. «…Íbamos por la calle del Lobo, y en los extremos de ella vimos la lujosa berlina parada junto a una puerta humilde. De esta salió una dama en quien al punto reconocí a la Marquesa de Villares de Tajo, mujer talentuda y de hsitoria, vistosa todavía y de buen talle aunque había rebasado con creces las fronteras del medio siglo..[BENITO PÉREZ GALDÓS. Episodios Nacionales.- CANOVAS. Cap. XXV]; Volvió a su casa la Villares del Tajo, acompañada de su amiga María Erro [BENITO PÉREZ GALDÓS.- Episodios Nacionales. España sin Rey].
Los otros pueblos o ciudades, de los que se hablan en el artículo, sólo indican la referencia al lugar de residencia de algunos personajes:
– Peralvillo: Decidme vos: ¿ha parido ya la María Grijalva, de Peralvillo, que casó con el hijo de Santiago el Zurdo, mi compadre?.
– Caracuel y Almodóvar: ¿Supisteis vos si al fin se tomó los dichos Tomasa, la de Caracuel, con el hijo de D. Roque Sendalamula, el escribano de Almodóvar?
– Puerto Lápice: Hubieron puñaladas en la Venta de la tía Inés por mor de Francisquillo Mestanza, el de Puerto Lápice, y a poco no lo cuenta el novio, que es mi ahijado, y sobrino segundo de la tía de Bruno por parte de madre.
José Muñoz Torres, Cronista Oficial de la Villa.
Gracias, Pepe, por seguir entresacando cosas de nuestro Villarta. Hasta la mitad me ha gustado más, luego me he perdido un poco. Me han gustado mucho la foto y los grabados. Otro «poyete» escribirás que su contenido me cuadre más. Saludos.
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