
Me imagino que serán muchos los que guarden los programas de «Paces» como «oro en paño» e incluso pienso que incluso habrá quienes, de vez en cuando, relean lo que en ellos muchos villarteros han ido escribiendo. Pero por si acaso, puesto que llevamos un tiempo en que no se puede parar en el poyete, permitidme que recoja parte de un escrito que Pérez Archidona escribió bajo el título de «La plaga de los gabachos»:
«… Cuando los villarteros se enteraron por los fugitivos que les precedían, de que los inícuos gabachos avanzaban hacia el sur por el camino real de Andalucía, y que forzosamente tendrían que aguantar su inesperada y desagradable visita, decidieron en concejo abierto que todas las mujeres y niños, al amparo de los hombres de más edad, se dispersasen por los montes cercanos y las chozas de las huertas y que los mas jóvenes, unidos con los de otros pueblos vecinos, formasen guerrillas para hostigar al invasor.
Guiados por algún genio militar foráneo, que nunca faltan en estos casos, los villarteros cortaron el puente romano sobre el Gigüela, volando uno de los ojos mas próximos al lugar, precisamente el cuarto, con cuya estrategica maniobra se creyeron aislados del mundo por un foso de dos o tres metros de ancho. Como es de suponer, tamaño contratiempo fue solucionado en menos de cinco minutos por los pontoneros del ejército invasor, el cual después de incendiar muchas viviendas en represalia por aquel obstáculo con el oro y la plata de los templos, continuó su marcha hacia Andalucia como si nada hubiese pasado…
El tio Julián Muñoz, «Chimeneas», con sus hijas y nietas, acompañados de su hijo Fulgencio, que era manco y que servía de hombre fuerte, se refugió en una choza de una huerta que cultivaba más allá de los «arenales», donde se estableció provisionalmente hasta que pasase aquella plaga de langosta marsellesa. En tales circunstancias, y cuando llevaban un día en su refugio, uno de los nietos, que sólo contaba trece meses, enfermó gravemente de alferecía y, a pesar de los remedios caseros que las mujeres le aplicaron, el niño falleció.
Aquellas pobres gentes, profundamente cristianas, se vieron en la necesidad de enterrar al chico en sagrado, rechazando la idea de sepultarlo en la huerta como si de un perrito se tratase. Fulfencio, «El Curro», hombre de agallas, a pesar de su falta, resolvió la cuestión: Cuándo cayó la noche envolvió el cadáver del crio en una manta, se lo echó al hombro y con la mano sana agarró una azada y salió andando hacia el pueblo, que distaba unos dos kilometros escasos. Oculto por las sombras de la noche, con los pies descalzos, avanzó lentamente entre la neblina de la vega, sobre las dunas del arenal. Cuando llegó al pueblo aún humeaba el rescoldo de los incendios.
Como una sombra, Fulgencio llegó a las tapias del cementerio, junto a la Iglesia parroquial, con su fúnebre carga al hombro. La verja estaba cerrada con la cadena. Pensó lanzar el cadáver envuelto en la manta por encima de la tapia, que no era muy alta, y saltar después a cumplir su doloroso cometido. La noche era oscura y tenebrosa ; el humo de los incendios impregnaba el aire de olor a carrizo quemado; soltó la azada, se bajó el muertecito del hombro y lo depositó en el suelo para descanzar. Cuando estaba componiendo el envoltorio para echarlo al interior del recinto, el niño comenzó a llorar.
Visiblemente emocionado y con lágrimas en los ojos, Fulgencio, «El Curro», hombre de pelo en pecho, besó a su tierno sobrinito resucitado. Y cobijándolo amorosamente contra su cuerpo salió corriendo hacia los arenales en dirección a la huerta donde contristada le esperaba la familia, que al ver el prodigio, prorrumpió en exclamaciones de alegria. Muchos villarteros, yo entre ellos, descendemos directamente de aquel niño. En el sitio que ocupa aquel antiguo cementerio, florece hoy un bello y recoleto parque público.»[JOSÉ PÉREZ ARCHIDONA. La plaga de los gabachos. Programa de las «Paces». Año 1984]

Este encantador relato, recogido por el autor «cuando era joven, hace mas de sesenta primaveras», es un relato mas o menos verosímil de lo que habían ido contando nuestros antepasados, acerca de la guerra de la Independencia. Es cierto que algunas pequeñas cosas del relato no se ajustan a la realidad que ahora sabemos o que en otros casos intuimos, pero ninguna de esas cosas le quita valor al relato de Pérez. No era en realidad el cuarto de los «ojos» el que los villarteros derribaron, ni fue uno sólo sino mas bien dos: el 7º y el 11º de los que ahora se ven (bajo la carretera vieja puede que quedasen enterrados para siempre algún que otro arco); la torre del reloj, hacia menos de cien años que había sido construida, la antigua casa de Tercia, si era todavía granero donde entregar las «tercias» o diezmos para el Prior, luego sería escuela, comercio y casino y después… olvido; la torre de la iglesia, vuelve a tener la cubierta de pizarra que, quizás, aún Pérez conoció, y una pequeña ermita -que nadie recuerda y que muchos desconocen incluso su existencia- de la Virgen de la Paz con su pequeña espadaña, hacía que los pordioseros y mendigos, que por Villarta pasaban, le cantaran una seguidilla manchega, que de vez en cuando, alguien recuerda:
«Villarta, villartilla
de las tres torres,
que por eso le llaman
engañapobres.»

Y es bien cierto que las tres torres, en pueblo tan pequeño, pudiese llamar a engaño. Debía tener apariencia de pueblo rico, o casi rico… La gente, sin embargo, vivía mal o para «ir tirando», como muchos otros pueblos; tenían sus pequeñas tierras y sólo unos pocos, que no tenían mucho mas, podían sentirse mas venturosos porque además tenían en arrendamiento las grandes fincas de religiosos: Las monjas, la casa Plaza, etc. Este era el entorno de la historia que nos contaba Pérez. Sí hay una cosa en la que los que le contaron la historia a Pérez no llegaron a explicarle: Villarta se vino abajo y no cabe la menor duda de que el olor a carrizo y madera quemada, llegase hasta el vecino pueblo de Arenas, donde muchos villarteros se vieron acogidos hasta el final de la guerra. Y aunque renació, les costó «Dios y ayuda» a nuestros antepasados volver a edificarlo. Lo que, aparentemente, no les costó mucho trabajo fue olvidar las penas pasadas ni las rácanas recompensas obtenidas, ni el titulo de Leal Villa, que el rey Fernando le concedió a Villarta, … y que ahora hacemos poco por reclamarlo (A nuestro escudo, que alguién nos impuso, a pesar de la oposición del ayuntamiento, le falta el lema que nos dieron: «Leal villa de Villarta»).
Ahora ya lejos de los fastos del segundo centenario de la guerra de la Independencia, que no han servido ni para reflexionar sobre los comportamientos de aquella guerra, ni para poner al descubierto las atribuciones que algunos pueblos avispados obtuvieron ni los olvidos que otros pueblos no merecían pero si tuvieron, queremos contar lo que sabemos porque está escrito desde entonces pero muy oculto porque nunca -ni a todos- les ha gustado tener la verdad como guia.
Desde un punto de vista demasiado patriota y sentimental, haciendo excesivo hincapie en hechos bélicos concretos que algunos pueblos sobrevaloraron, por ver quienes habían sido mas valerosos (o mas astutos, digo yo), han hecho olvidar el desastre de otro muchos; por no hablar del hecho de no recordar lo que fue un nuevo enfrentamiento entre unos y otros, españoles ambos, a los que tan acostumbrado estábamos y al que nos siguieron acostumbrando.
Con calma pero sin pausa iremos revisando la historia de estas fechas ( aunque ya hemos visto algo en el «poyete» referido a Villarta cuando quedó deshabitada). Villarta al igual que otros muchos pueblos, situado en una de las grandes rutas de comunicación( en este caso el camino real a Andalucía), sufrió el paso de miles de soldados durante toda la guerra (franceses y españoles) que dejaron siempre el mismo saldo: desolación, desabastecimiento y penas. [En nuestro caso tomaremos como base la documentada y al mismo tiempo complaciente obra de García-Noblejas: Manzanares: Guerra de la Independencia].
Es evidente que, estando situada Villarta en lugar tan pasajero, las noticias llegaran rápida y continuamente a Villarta, razón por la cual todos los acontecimientos previos al dos de mayo de 1808 y la parada, aunque momentánea, de Godoy y su séquito, serían ampliamente conocidos, además por la confirmación directa de algunos de sus habitantes, arrieros de oficio. Otra fuente, ficticia en cuanto a los personajes, pero autentica en cuanto a las causas, hechos y motivos es la, a nuestro juicio, más completa historia del siglo XIX en España: Los Episodios Nacionales (Los heróes imaginados por Pérez Galdós, hacen su parada en Villarta. al igual que los personajes reales de la historia); hemos de señalar, por otro lado, que la importancia de Villarta en aquella época era debida al hecho de estar situada donde estaba y por donde iban a pasar muchos de los acontecimientos importantes de este periodo. Ahora, como en tantas otras ocasiones, se trata de devolver -en lo que podamos- la realidad a la historia imaginada, interesada o simplemente utilizada como excusa para engrandecer inmerecidamente otros lugares. Es muy significativa la versión general que ofrece García-Noblejas:
» A lo largo de los treinta meses de la prolongada ocupación de la Mancha, en que los franceses establecieron su capital en Manzanares, en atención a su emplazamiento, comunicaciones y circunstancias estratégicas, aparecieron en la villa organismos, autoridades, personajes y empleados públicos de toda especie, con sus naturales cortejos y familias, actuando al servicio de los invasores, los unos por convencimiento, otros por razones de oportunismo y los demás quizá por debilidad o cobardía.
Por fortuna, no hallamos entre esta deplorable y numerosa caterva de gentes el nombre de un sólo manzanareño, pese a la facilidad con que pudieron ser captados.[el subrayado es mio] Y hasta quienes en el vecindario desempeñaban cargos públicos, como abogados o escribanos, prefirieron perder sus oficios antes que prestar el obligado juramento de fidelidad al rey intruso [JOSE ANTONIO GARCÍA-NOBLEJAS, Manzanares: Guerra de la Independencia].
Un análisis mas detenido demostraría que las cosas, como casi siempre ocurre, no fueron tan patrióticas [Algunos escribanos de Manzanares se limitaron a dejar de firmar como tales, porque para ello debían prestar juramento de fidelidad al rey intruso, como dice el autor, pero pasaron a actuar como fieles de fechos, al fin y al cabo también fedatarios públicos). Lo que no dice el autor es cuántos vecinos tuvieron que abandonar sus casas y su pueblo. Por otro lado, es curioso y sorprendente que el Tribunal o Comisión Criminal, establecido por los franceses en la primavera de 1811, según el autor, no condenase a ninguna persona natural de Manzanares de las 49 ejecuciones acreditadas en el registro parroquial de Manzanares desde el 9 de mayo de 1811 hasta el 5 de junio de 1812 [Entre los ajusticiados que cita el autor figuran Pablo Moreno Bravo, hijo de Francisco y Rosa, casado con María Contreras, ajusticiado el 14 de mayo de 1811 y Juan Bravo, soltero, ajusticiado el día 21 de marzo de 1812. Ambos de Villarta]. En nuestra opinión, parece que la historia estuviese escrita para acallar ciertos comentarios de otras poblaciones sobre el posible colaboracionismo de Manzanares y para ello nada mejor que encargar una historia a medida, que el autor dice estar escrita por encargo del rey. Esta historia está hecha por varios presbíteros de la localidad, que escribieron en 1814 y que sería justificación para el momento e historia agradecida para el futuro [Memorias para la historia de la villa de Manzanares hasta 1814. El original se encuentra en el archivo parroquial de la Merced, de Ciudad Real] Estas historias pudieron servir para que, en un momento determinado, una villa pueda ser proclamada, desde la lejanía, fidelisima villa y en cambio otras que fueron totalmente destruidas, como es el caso de Villarta, tuvieran que soportar todo el dolor de la guerra y poco agradecimiento tras la victoria. Vayamos por partes.
A partir de mayo de 1808, la presencia de los ejercitos franceses se manifiesta ya claramente como ejercito invasor. El camino real de Andalucía se convierte en una via de escape apresurada para todos aquellos que buscan una salida hacía América, pero que de momento buscan un lugar más seguro en algunas ciudades como Sevilla o Cádiz. Entre toda esta gente que huye, se encuentran algunos franceses que no huyen sino que van anotando en sus diarios todo aquello que puede favorecer el paso de los ejercitos de Napoleón. Algunos de ellos, como Maurice de Tascher da la impresión de ser un viajero ajeno a la guerra y a cuanto se avecina. En junio de 1808, este personaje, primo de la Emperatriz Josefina, anota en su diario:

«4 de junio. Villa-Harta. 5 Leguas.Pequeña población rodeada de una zona pantanosa bastante extensa, dos arroyos vienen aquí a perderse y resurgen formando uno solo con el nombre de Giquela, que antes de llegar a Ciudad Real desemboca en el Guadiana. En este momento se está construyendo un hermoso puente de arcos; estos pantanos hacen que la estancia en este pueblo sea malsana.
Hoy he sido testigo de la manera diestra y rápida con que los vecinos esquilan sus mulas, siempre hasta el centro del cuerpo, eleborando en sus grupas dibujos diferentes.[ MAURICE DES TASCHER. Journal de campagne d’un cousin de l’imperatrice (1806-1813) Fuente: Biblioteca Nacional Francesa. Gallica).
Pero, además, por esas mismas fechas, un oficial francés de la división del general Dupont, Mr. Rogniot, es encargado de estudiar el camino desde Toledo hacia Andalucia, desde un punto de vista militar. Sobre Villarta dice lo siguiente:
«Villarta está sobre la orilla izquierda del Gigüela, riachuelo de poca pendiente y sin curso determinado, que forma cenagales considerables; la carrtera lo atraviesa sobre un puente de unas 200 toesas de longitud [una toesa equivale a 1’949 metros de longitud, es decir un total unos 390 metros]. La orilla izquierda tiene un terraplen que domina constantemente la orilla derecha que es enteramente plana, posición que puede considerarse como muy fuerte en este punto. general Dupont
El propio mariscal Victor, ya a finales de 1809, recordaba esta situación estrátegica de Villarta:
«… cuyos puestos fortificados serán muy utiles para el paso del ejército que entrará en Andalucía. Yo haría trabajar sobre la marcha para ponerlos en estado conveniente, si tuviese los oficiales de ingenieros y zapadores necesarios que serían utilizados cuando se tuviesen, en atrincherar el castillo de Manzanares y el desfiladero de Villarta» [Citado por JOSÉ ANTONIO GARCIA-NIBLEJAS en la obra indicada]

Las sublevaciones de distintas regiones de Andalucía, tras los acontecimientos del dos de mayo, hacen que el cuerpo de ejército del genral Dupont reciba la orden de marcha desde Toledo a Cádiz. Este plan de marcha llevará a las tropas francesas hasta Consuegra y de allí a Villarta para seguir el camino de Andalucía. El paso del ejercito de Dupont por Villarta es el siguiente:
25 de mayo de 1808. Llega a Villarta la caballería ligera.
26 de mayo de 1808: Llega el Cuartel General del Ejercito y la 1ª Brigada de Infanteria al mando del general Pannetier.
27 de mayo de 1808: LLega la 2ª Brigada del general Chabert.
28 de mayo de 1808: Llega la Brigada de dragones y marinos.
29 de mayo de 1808: Llegan los regimientos suizos.
06 de junio de 1808: El general Roize llega a Villarta con unos quinientos caballos. Envia un destacamento a Manzanares y ante la situacion peligrosa vuelve a Villarta.
14 de junio de 1808: Requerimiento del general Liger Belair a Villarta anunciando su llegada y pidiendo alojamientos y sobre prevenir las necesidades del hospital ambulante.
20 de junio de 1808: Llegada del general Vedel a Villarta con una fuerza compuesta de una división de 6.000 hombres, de ellos 500 dragones, acompañados de ocho piezas de artillería.
30 de junio de 1808: Llegada del Batallón del general Lefranc, formado de 900 hombres de infanteria y 100 dragones.
07 de julio de 1808: Llegada de la División del general Gobert formada por 3.000 hombres de infantería ligera y un regimiento de caballería pesada (coraceros), más 8o carretas de bueyes.

Desde Villarta, el general Gobert informa no haber tenido problemas, pero entre Madridejos y Villarta le habían matado dos soldados rezagados. Todo este movimiento de tropas en contínuo tránsito de ida y despúes de vuelta a Madrid tras la batalla de Bailén, hace de Villarta, por tratarse de un pequeño pueblo, el lugar idóneo para mantener un puesto fijo. La guerra empieza a vivirla y sentirla nuestro pueblo. Ya muy poca gente, como decía Pérez, se aventura a seguir viviendo en el pueblo… pero lo peor está por venir. Después del desatre de Bailén, las tropas francesas vuelven temerosas hacía Madrid; a veces acompañando convoyes de heridos… y uno de esos convoyes con más de 120 enfermos son atacados en el puente de Villarta y muertos. En la historia de Villarta nunca se había dado ni después se daría una matanza tan cruel. Algunos guerrilleros se colgaron esta medalla y parece ser, según dicen algunas notas, que la principal partida que actuó en el puente fue la de «Francisquete», el «tio Camuñas», de nuestros temores infantiles. Pasado el tiempo se olvidó al autor de esta vileza pero los historiadores franceses nunca olvidaron que este hecho ocurrió en Villarta y asi lo recogieron en sus libros.
La noticia mas exacta de este desagradable episodio es relatada por el comandante Plique en el parte enviado a Madrid, el día 24 de julio:
«Mi querido general: Un convoy de enfermos de diez y ocho carruajes, cuarenta coraceros a pie, mi descubierta compuesta de treinta hombres y tres oficiales, han sido esta noche, a su salida de Villarta en vueltos y masacrados por un conjunto de 800 a 900 hombres de mala vida, tanto de Villarta como de pueblos vecinos. Todos estaban perfectamente armados y entre ellos un centenar a caballo. Las mulas y carruajes, los fusiles y los cartuchos, los vestidos y en general todo cuanto tenían nuestros desgraciados soldados ha sido robado. Uno solo de entre ellos respiraba aún al momento en que mi nueva descubierta llegó para relevarles y ha podido contar al oficial todas las circunstancias de esta masacre. Los bandidos estaban aún reunidos a la entrada de Villarta, él era demasiado débil para atarcales y se replegó a Madridejos; llevaba vuestro parte y el de S.E. el duque de Róvigo para el General Dupont. Las comunicaciones están cortadas enteramente con Manzanares. Harían falta, nada menos, mi general, para restablecerlas y asegurarlas un puesto de 400 hombres en Villarta.» [JOSÉ ANTONIO GARCIA-NOBLEJAS. Obra citada].
En esos momento Villarta sigue en pie, aunque poco a poco sus habitantes se han ido marchando. En poco tiempo Villarta se convierta en centro de operaciones bélico, es una «ciudad abierta» y en ella no se va a respetar nada que no tenga valor estrátegico…
*Sobre el tema de la masacre del puente sobre el Gigüela podemos encontrar más documentación en:
COMMANDANT BLAGNY: Campagne de lémpereur Napoleón en Espagne (1808-1809), Editado en Paris, 1903.
SIMAO JOSE DA LUZ SORIANO: Historia da Guerra Civil e do estabelecimento do governo parlamentar en Portugal. Lisboa 1870. Pag. 235
J.J. E. ROY: Les français en Espagne. Souvenirs des guerres de la peninsule. Tours, 1872 Pág. 114
CONDE DE TORENO: Istoria della sollevaziones della guerra e de la rivoluzione di spagna. Napoli, 1843. Pág. 104
MR. DE SCHEPELER: Histoire de la Revolution d’Espagne et de Portugal ainsi que de la guerre qui en resulta. Tomo primero. Pags. 300-301.
(Seguiremos)
José Muñoz Torres, Cronista oficial
Para empezar, mis felicitaciones por el día que es, San José, el de tu santo. Ahora sigo dándote las gracias por este húmedo «poyete». Húmedo por el tiempo que nos hace, húmedo porque el agua del Gigüela está llegando a nuestro puente y húmedo de sangre sudor y lágrimas por el tema que hoy nos tocas. El comienzo, con el relato de Pérez, es asombroso y, para mí que, en aquellas circunstancias, podía tener mucha base cierta. Recuerdo haberlo leído en su correspondiente programa de festejos de «las Paces» pero teniendo el de 1983, no tengo los dos siguientes. En cuanto al otro tema, el de nuestro pueblo, nuestro puente y sobretodo el de nuestra gente en la guerra de la independencia, debió ser terrible. La versión o versiones del ataque al convoy de heridos… me gustaría saber alguna versión fidedigna de los considerados «atacantes»; podían no saber siquiera si eran enfermos. La venganza por tantos daños sufridos también podría estar detrás. Sigue con este tema, Pepe, que me quedo con hambre de conocer más de sus verdades.
Saludos.
Ángel.
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