ARQUITECTURA POPULAR DE VILLARTA, por José Muñoz Torres

Mucho se está escribiendo últimamente sobre lo que se ha dado en llamar arquitectura rural, asociada a los tipos de edificaciones o construcciones de los pueblos. Habiendo tantas publicaciones y doctorados especificos sobre el tema, me parece que ni me corresponde ni tengo conocimientos suficientes para plantear este tema en ningún «poyete». Pero…  Si, siempre hay algún motivo para hablar de ello. Aunque solamente sea el cómo y el por qué de muchos, -mejor sería decir algunos- de los edificios que aún se conservan. Estos, sin ser edificios de cierta entidad artística, resumen una adaptación al medio de los que los crearon  teniendo en cuenta cuales eran sus necesidades. Y estas, en un pueblo -salvo en contadas ocasiones- se van a referir a todas las relacionadas con el mundo rural y los cultivos que en el lugar se practican, los niveles de parcelación del suelo cultivable, distancias de las parcelas al pueblo, etc. En un momento determinado de nuestra historia, mejor dicho,  desde la famosa ley de Toro de 1505, promulgada por los Reyes Católicos, los bienes -sobre todo posesiones inmuebles- no se podían repartir entre los herederos sino que pasaban directos al primogénito, mientras que los segundones, se debían buscar la vida en las milicias, en el clero o como trabajador en las tierras familiares. Esta medida que impedía la partición de las grandes posesiones conseguía que cada vez pudieran ser mayores. Normalmente la aplicación de esta ley  se daba entre las familias nobles. En algunos territorios a esta ley, -que no podían aplicar los no nobles-, se le buscaban las vueltas y se impedía la partición de los bienes mediante la donación de los mismos al primogénito. La aplicación de esta ley fue suspendida entre 1820 y 1840.  Hay también un dicho que podía definir perfectamente lo que solía producirse con mucha frecuencia: «una familia crea un gran capital que disfrutan los hijos y terminan deshaciendo los nietos. Y este dicho, esta realidad, si que afectaba a nuestros pueblos repartiendo  parcelas (una propiedad, para entendernos) en parcelas cada vez más pequeñas que en un momento determinado se hacían poco rentables y terminaban en manos de otros que con trabajo iban volviendo a formar un nuevo gran capital. Esa ha sido la norma en nuestros pueblos, sobre todo en lo referido a patrimonio rústico. ¿Pero qué pasaba con las propiedades urbanas, con las casas?. Si echamos mano a una plano de cualquiera de nuestros pueblos, o mejor, para entrar en materia, echamos mano a un plano de Villarta veremos, posiblemente, cuales fueron las características de la arquitectura: el pasado, presente y futuro  de los edificios de nuestro pueblo. Si tenéis la posibilidad, o la suerte, de que os caiga en las manos alguna escritura antigua de vuestra casa o de otro vecino, podremos dartnos una ligera idea de la evolución de las formas y contenidos de nuestros edificios. Carlos Fisac Serna, uno de los grandes arquitectos de nuestro tiempo, analizando la arquitectura popular manchega decía:

» Si queremos desentrañar las profundas raices de la arquitectura popular, nos encontraremos siempre con dos factores esenciales: Su condición artesana de lo hecho a mano y su lenta gestación. Y son esos dos factores los que le proporcionan esa permanencia de inmutabilidad, de intemporalidad. Porque la arquitectura popular no es ni de antes ni de ahora: sencillamente es. Por eso de una arquitectura popular en desuso no quedan ruinas, ni menos ruinas gloriosas: sino un montón de escombros» [ MIGUEL FISAC SERNA.- Arquitectura popular manchega.- Cuadernos de Estudios Manchegos; nº 16 1985 págs. 17-56].

Estas palabras del ilustre arquitecto se hacen realidad visible si salimos por los caminos y vemos como las ilustres casas de campos, orgullo y -porque no decirlo-, soberbia de sus dueños, están muchas de ellas en ese paso angustioso de la ruina a los escombros.

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De esta vieja casa de campo en la curva de «los curas», en la carretera de Villarta a Herencia, abierta ya su entrada sin portada alguna que evite la entrada de intrusos, ya no quedan ruinas, sino simplemente escombros. La ventana del fondo, abierta al luminoso campo manchego hace tiempo que se vino abajo cansada de esperar unas humildes maderas que nos permitieran vislumbrar la sorpresa del nuevo día o encerrarnos en las soledades de nuestros noches. El patio y el corral, otro tiempo lleno de ajetreo, ruido y trasiego, se ha llenado de los poco exigentes «pajitos» que, al menos, le dan un breve toque de color y de vida… Pero ya, yendo hacia Herencia, no vais a ver -pegada a la curva de la carretera- esas ruinas que parecían insinuarnos lo que en su momento fue vida; sólo un motón de escombros de donde han entresacado lo poco que hubiese de valor: algún abrevadero de piedra, -de los que tanto abundan en esas nuevas casas donde sus dueños pretenden hacer ostentación de historia con retazos de historia de otros sitios-, las duras tejas árabes impregnadas de líquenes que cubren otras casas dándole sentido señorial y de grandeza,…. ya no vais a ver nada: solo escombros, y a pocos kilómetros otros escombros, y un poco antes un majestuoso palomar en lo alto de un cerro que, aunque conserva el hueco de los nidos de las palomas, ya en ellos las palomas no encuentran vida; ni mirando hacia el sur, desde lo alto, ven el regazo azul-verdoso de un rio que hace tiempo dejó de correr y alegrar nuestro entorno.

Volvemos, al pueblo, cambiante y distinto de hora en hora. Nos decía Azorín :

«Pero el tiempo ha ido transcurriendo: son las dos de la tarde, ya hemos travesado rápidamente el pueblecito de Villarta, es un pueblo blanco, de un blanco intenso, de un blanco mate, con las puertas azules».[AZORIN. La ruta de Don Quijote].

Han pasado muchos años desde que el maestro Azorín escribió estas pocas palabras de Villarta, hablando de la ruta del Quijote [Azorin tenía prisa por llegar a Puerto Lápice, al pueblo que nunca llegó Don Quijote y si por Villarta, aunque sólo fuera de paso como le ocurrió al ilustre escritor Azorin]. Y sí, es cierto, que han pasado muchos años desde entonces pero tambien es cierto que desde que se pobló Villarta, allá por el siglo XIII, nuestro pueblo no ha cambiado, es que ¡no se ha terminado de construir!. Ahora en nuestro tiempo todo lo que se hace nuevo esta terminado, es para siempre [piensan los que construyen una casa: Entrada, salón, cocina, sala de estar, cuartos de los niños, etc. ¡Todo previsto y calculado!]

Antes no era así. Se disponía -y no siempre- de un solar y en ese solar se iba a empezar una vida en base a lo que había en cada momento. Había que empezar por lo básico. En anteriores «poyetes» hablando de las habitaciones o espacios que tenían las distintas casas, pudimos ver que todas tenían las cosas fundamentales para vivir -bueno, en aquellos tiempos para malvivir-; todas las casas disponían, al menos, de una cocina, algun dormitorio, un patio, pozo y un corral más o menos grande. Y a partir de ese solar y de esa mínima distribución de espacios, se iba construyendo según las posibilidades y las necesidades. Tenían esperanzas e ilusiones, pero tenían, sobre todo, los pies sobre la tierra. Posiblemente, nunca supieron vivir de acuerdo a sus posibilidades; siempre un poquito menos que lo que la realidad les permitía: había que cubrir la cuadra que, hasta que pudieron, estaba cubierta con carrizo ( quiero decir que su tejado era de carrizo, nada de tejas); había que encamarar los cuartos de la planta baja porque había que tener los granos bien almacenados; … había que hacer algún «cuartejo» más, que los chicos iban creciendo y estaban todos «apretujaos» en el único cuarto que disponían para dormir, aunqueluego lo pensaban mejor: «no… mejor vamos a encamarar la cuadra y así tenemos un buen pajar… ¡los chicos que aguanten un poco más, además el mayor  ya puede dormir en la cuadra que ahora que está cubierta ya no se mojará….»!; «además hasta ahora pasábamos los animales por la puerta – por la «portailla«- que servía para todos: personas y animales, pero ahora que estamos un poco «desahogaos» , podemos cerrar el corral y abrir una buena «portá»…

      Asi fué siempre la vida de nuestra gente. Cuando se daban cuenta llegaba el momento en que ya no podían hacer nada, -y que conste que no había entonces «pensiones»- y partían la casa entre los hijos mientras ellos se quedaban con una pequeña habitación. Y vuelta a empezar: reparto entre los hijos, discusiones entre ellos; parte de uno que se mete en la parte del otros, adquiriendo derechos de «por vida». [Aún hay casas en las cuales ventanas de una casa dan al patio del vecino, u otra en que las aguas de lluvia u otras, tienen paso obligado por la casa de los vecinos para poder llegar a la calle…. Y asi se fué haciendo Villarta, sin casi nunca terminar; haciendo y deshaciendo.

Mirad fotos antiguas, mirad lo que se ve de fondo en esas fotos y, aún siendonos reconocibles esos viejos edificios, no llegamos a identificarlos, hasta que alguien nos dice: «.. ¡si hombre esa es la casa del hermano Cocinera.!»  y nos damos un golpecillo en la cabeza: «¡anda, si es verdad, cualquiera se acuerda de eso; me contaban mis padres…!»

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Escribir una leyendaPlaza del 2 de mayo o de «Cocinera» [Villaharta de San Juan. Historia de un pueblo y sus gentes]

La anterior fotografía tiene, en primer plano, a Epi, la auxiliar del notario, y al fondo aparece ya en ruinas la casa del citado «Cocinera», [Alguíen, con toda seguridad podrá darnos muchos datos de esta persona]; el asfaltado de la calle es espectacular, pero es que ni la calle de la Cárcel -una de las importantes de la villa en aquellos momentos- estaba empedrada. Las paredes de la casa eran  de «tapial» que adquiría fortaleza con los continuos y necesarios «jalbiegos«. Creo recordar que el patio y las habitaciones de esa casa  estaban por debajo del nivel de la calle y cuando había lluvias abundantes era inevitable que la casa se innundase…

 

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Al final de la calle Pocotrigo, 18 de julio o como se vaya a llamar. ( Fuente: Villarta de San Juan.Historia de un pueblo y sus gentes)

Me parece reconocer en esta otra fotografia al «Tio Diego» [Diego del Reino González, sargento del ejercito, a raiz de la guerra de Cuba, en 1898, el hombre que nos hubiera podido contar de «pe a pa» la historia de todas las casas de Villarta..]. No parece que hubiese llegado tampoco el momento de empedrar la calle; las aceras todavía estaban por hacer y el agua de lluvia no creo que se empantanase… [un poco mas arriba de la calle se encontraban los altos de Zambrana, vigilantes del río y de todo lo que se aproximase a Villarta]. ¡Buena caida y canal central tenía la empinada calle!. En ese momento puede que se estuviesen construyendo las escuelas del parque [Esa es otra, cuántas locales para escuellas ha habido…]. Bien encaladas las casas de solo una planta y con rodapié  [Dice el diccionario de la RAE: rodapié: una faja// parte inferior de las paredes]. Ya  no es del azul que decía Azorin; ahroa eran de un gris oscuro, cómodo, que evitaba que el inmaculado blanco de las paredes se manchase de salpicaduras). Si nos fijamos con detenimiento veremos que el borde del tejado, es decir el principio de las tejas, estaba bien sujeto de yeso y debidamene encalado.  La existencia de cal en casi todas las casas era fundamental. En los pueblos donde no se elaboraba la cal viva  venían periódicamente los caleros que, al grito de «¡Calerooo!», aprovisionaban a los vecinos.(En Villarta hay tradición de un lugar llamado «la calerilla» y otro que le decían la «calera del hermano cacú» que nos parece indicar que se disponía de cal elaborada ).

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Sera con cal y tinaja con cal [Fuente: entredosamores.es/campocriptana]
 

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Pero la verdad es que, en unos años, según se «hubiese dado el campo», el panorama del pueblo podía dar un cambio total. Casas que no se habían modificado durante cientos de años, de pronto desparecían y daban lugar a casas de estructura popular pero modernas.

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Paseo por la carretera frente a la casa de «las davisas».[Villaharta de San Juan. Historia de un pueblo y sus gentes]

En la foto anterior, -muy deteriorada- posiblemente durante unas «paces», tres amigos pasean por la carretera. La casa de la izquierda de la foto es perfectamente reconocible, la casa de David Serrano o como ahora se  conoce: de «las davisas». A continuación el inicio de la calle del Monte. ¿Y a continuación? ¿Cuales son esas casas totalmente encaladas? Solo podemos decir que todas esas casas ocupaban el lugar de  las actuales casas de Gloria, de la casa de los «tres pisos», de la casa de la familia Isla (a su último habitante Evencio, le ha sucedido su sobrina Gloria que ha recuperado parte de historia de la casa); a continuación casa de Zenón (la tienda de Macri), etc. Algunas de ellas tenían su parte de casa de faena (corral y portadas) en la vieja plazoleta que tiene salida a la calle del Monte, calle que en su tramo hasta la carretera (hasta la casa  de Gloria) se ocupaba con cuadras y con sus respectivos pajares.

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Cuadra y pajar a la entrada de la «plazoleta» de la calle del Monte. Actualmente se ha transformado en floristeria. (Archivo personal)

Antes hablábamos de que la forma de construir las murallas de fincas o casas era la de utilizar la conocida técnica de «tapial»; al conjunto de tapias que forman una casa o cercan un solar se le llamaba  «tapiería».

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Tapial y forma de construir la tapia [ Fuente: Juan de Villanueva . Arte de Albañilería]

El arquitecto Juan de Villanueva, profundo conocedor de nuestra tierra, como arquitecto que fué del Gran Prior Don Gabriel y que trabajó en las obras de reforma de la iglesia de Santa María,  escribía:

» Para construir tapias de tierra es preciso hacer los cajones con dos tableros que se llaman tapiales, de siete o nueve pies de largo y dos y medio o tres de alto… Amanse y colócanse a los gruesos que se quiere por medio de dos cárceles, ó digamos aros, compuestos cada uno de cuatro piezas…. colocados los tapiales de la manera explicada, comenzarán los peones a echar dentro espuertas de la tierra que se tendrá preparada; esta tierra se debe escoger, si es posible, que sea fuerte, gredosa, unida, sin cantos, y con poco cascajo y arena. Cofrome se va cavando, si está seca, se rocía un poco; y deshaciendo los terrones, recorriéndola y desmenuzándola, se amontona para que conserve el jugo: se ha de cuidar de que no esté muy húmeda, porque si lo estuviese, encogería mucho las tapias y formarían rendijas y aberturas entre una y otra…»  y continúa diciendo que se va echando dentro de los tapiales capas de poco mas de medio pie de alto. entonces el oficial, que debe estar dentro del cajón, pisa, aprieta y maciza esta tierra con un pisón algo pesado… [JUAN DE VILLANUEVA. Arte de Albañileria, en edición del arquitecto Pedro Zengotita Vengoa. Madrid, 1866]

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Siguiendo esos pasos, nuestros antepasados construyeron numerosas tapias para cerrar solares o para edificar casas. Esta técnica fue transmitiendose de generación en generación y prueba de ello, son muchas de las tapias que se conservan en nuestro pueblo, como la de la foto anterior de la calle del Monte.

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Calle Postas antes de llegar a la plaza de Postas (Archivo particular)

Asi se conformaron calles, no muy rectas, pero si lo suficientemente espaciosas para los vehículos de la época, conservando el color blanco que le daba la cal, al mismo tiempo que sujetaba la tierra. Otras edificaciones se hacían con piedra, recogida de los montes cercanos y que se enlucían con yeso pardo de nuestras yeseras, -que aún quedan los hoyso más o menos profunos que se hacían para extraer la piedra de yeso que posteriormente había que quemar, moler y cener para limpiar de piedrecillas o impurezas. El yeso blanco se guardaba para enlucir las paredes de la habitaciones y procedía en gran parte de la vecina Alcázar de San Juan.

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Mulas en reata por la carretera junto a la tienda de M. Rdoriguez, donde en la actualidad se encuentra una entidad bancaria

En cualquier caso, la previsión de nuestros antepasados era de una lógica aplastante, hasta tal punto de que cuando cercaban un solar, en el cual preveían construir una casa ya marcaban claramente los huecos de las ventanas, de tal forma que las murallas de la futura casa estaría hecha y solo faltaría derribar los tabiques que tapaban las previsibles ventanas. En la siguiente foto, aunque la técnica de construcción ya es de mamposteria, la idea apuntada anteriormente mantiene la previsión de huecos para ventanas.

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Solares cercados en la calle o camino de la Isla. Dos de ellos son de tapiería encalados  y frente a ellos el de mamposteria con los huecos previstos . (Archivo particular).

Otro detalle en las edificaciones giraban en torno a las «portás». En la parte inferior de las jambas se ponían piedras de considerable tamaño con el fin de que los carruajes, no dañasen con el «cubo» de las ruedas -la parte que más sobresalía del carruaje-, las citadas jambas. Mas finas y para el mismo fin se utilizaron posteriormente otros salientes en la misma posición de las «portás», realizadas con cemento o con trozos de aros de las ruedas de los carros.

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Parte de servicio de la casa de Joaquin Isla en la rinconada de la calle Eras. Señaladas en la parte inferior de la «portá», las defensas que comentábamos ( Archivo personal)

La foto siguiente es de hoy, día 1 de agosto de 2019. Con motivo de una reforma en una pared de la calle Postas, apreciamos como debajo de una buena capa de cemento, aparece la «tapiería» centenaria del antiguo corral.

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Antigua «tapiería» en la calle Postas, recubierta con abundante capa de cemento. (Archivo personal)

En un próximo «poyete» hablaremos de la arquitectura industrial de nuestro pueblo, fundamentalmente de las antiguas alcoholeras y bodegas que tanto supusieron en la vida económica de Villarta.

José Muñoz Torres, Cronista Oficial de Villarta de San Juan

 

 


Una respuesta a “ARQUITECTURA POPULAR DE VILLARTA, por José Muñoz Torres

  1. Feliz que has hecho, Pepe, con este «poyete», aunque me hayas recordado mis primeras vejigas en mis manecillas de niño cuando estaban cercando el solar que ahora ocupa el taller de Jesús (Chule) en la calle Nueva esquina a Arenal, Vejigas que me salieron de tirar de la maroma para subir con los «garios» las esportillas de tierra a los albañiles que hacían los tapiales. Las casas de los pobre se hacían conforme se podía, en domingos (los sábados no se descansaba), a ratos y, cuando se tenía luz, en «sanochas». Primero la la habitación donde se hacía vida durante el día (con su chimenea como calefacción) y dormitorio por la noche y el portal de la entrada (que pocas veces se utilizaba como tal, hacía la veces de cocina. Luego, en otra vez se hacía el dormitorio con lo que se descongestionaba la sala de estar y dormir. La luz eléctrica, en muchas casas. constaba solamente de una bombilla que, con bastante cable se llevaba donde mas falta hacía, no había contador, al limitador de corriente se le llamaba «ratón». La excavación de la tierra de los tapiales era utilizada después como basurero, corralillo de las gallinas y encima la «tiná» o gavillera. Cuando yo empecé a vivir en la calle Iglesia, como dice Pepe, no había ni aceras ni mucho menos asfalto y la calle Dieciocho de julio que tenía, la pendiente mas irregular que ahora, mas o menos por el centro serpenteaba una reguera entre las piedras o hitos cerrados por donde se evacuaba el agua de la lluvia, que costaba bastante subir por ella… así había otras muchas calles hasta que a través de las «Contribuciones Especiales» a los vecinos y otra parte más importante que costeaba el Ayuntamiento… o quien fuese, se empezaron a ir arreglando y adecentando firmes y fuimos dejando de pisar tierra o barro. Es muy profundo este tema de nuestro historiador. Lo dejo ya. Muchas gracias y un abrazo señor Cronista.

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